Champions League

Sevilla F.C.

El Bayern, a semifinales tras hacer valer el 0-0 con la victoria de la ida

El Sevilla se despidió de la Champions con un partido más que meritorio ante el Bayern. Los de Montella pelearon hasta el final, pero el resultado de la ida fue un lastre excesivo.

El jugador James Rodríguez de Bayern disputa el balón con Franco Vázquez de Sevilla
El jugador James Rodríguez de Bayern disputa el balón con Franco Vázquez de Sevillalarazon

El Sevilla se despidió de la Champions con un partido más que meritorio ante el Bayern. Los de Montella pelearon hasta el final, pero el resultado de la ida fue un lastre excesivo.

No fue bonito mientras duró, sino precioso. La campaña europea del Sevilla 17-18 murió en los cuartos de final, cima inédita en sesenta años, después de tumbar a un monumento como el Manchester United, no perder contra el Liverpool, la sensación del torneo, en la fase de grupos, y rivalizar hasta llevar al mismo borde de la agonía al Bayern, al que la fortuna le concedió una ventaja confortable con los dos autogoles que decidieron la ida y, a la postre, la eliminatoria. Empataron los sevillistas donde casi todos hincan el pico y cayeron victimados por un adversario superior, sobre todo, más un poquito por su inocencia en ataque, ese pecado mortal que los lleva lastrando desde agosto. Siempre se le pueden hacer reproches a quien no es campeón pero hay que tener muy poca perspectiva histórica, o ser altamente deshonesto, para pedirle algo más a este grupo.

La titularidad de Soria y Ben Yedder fue una elección si no lógica, al menos coherente con las últimas decisiones de Montella: el portero de los dos últimos partidos y el único delantero con una ratio digna de goles. Puede que quedase algo más de cera por arder, pero no demasiada. El guardameta se sacó los nervios al despejar un cabezazo tempranero de Lewandowski, un globo sin mucho peligro. Menos, desde luego, que las primeras llegadas de un Sevilla alegre que reclamó penalti en un tiro de Sarabia y estuvo a punto de adelantarse poco después mediante Correa, en cuya rodilla rebotó un centro insidioso de Navas. Muy divertidos los primeros diez minutos.

Igual que ocurrió en el Sánchez Pizjuán, el inicio mandón de los bávaros fue efectista, un truco de equipo experto para intentar avasallar al novato. Un cuarto de hora de bufidos que precedió a otro rato en el que los venerables muniqueses se tomaron un respiro. En ese tramo enhebraron los sevillistas unas cuantas acciones trenzadas, de toque virtuoso al son de Banega. Sarabia merodeaba siempre con peligro el área de Ulreich, Correa mucho menos, pero por el costado izquierdo entró Escudero para culminar una secuencia larguísima de toque. Tenía ventaja el lateral sevillista, pero el pase interior fue algo flojo y mordió su centro.

El siguiente arreón del Bayern fue un vendaval. Apenas duró tres minutos, pero habrían sido suficientes para llevarse por delante la casita de adobe del Sevilla si no llegan a mediar intervenciones milagrosas de Soria, a tiro cercano de Ribery, y de Navas, para tapar un pase de la muerte de Robben que se disponía a ejecutar Lewandowski. Esas dos llegadas, un tiro insidioso de Hummels que rozó la cruceta y tres córneres consecutivos con el Allianz Arena convertido en un circo romano supusieron una dura prueba de supervivencia para los andaluces, meritorios por llegar con aliento al descanso.

Obligado a marcar dos goles, Montella mandó dar un paso adelante. Heynckes ni se inmutó. Sus jugadores permanecieron en el campo sevillista, abiertos los extremos en las esquinas del área. Desde ahí lo intentaron Ribery con sus centros y Robben o James con sendos tiros que detuvo bien Soria, pero la gran ocasión la tuvo Correa con un testarazo a la salida de una falta lateral. Se elevó el tucumano sobre los gigantes teutones con tanta majestuosidad como mala suerte, pues la pelota fue a morir en el larguero con el portero haciendo el Tancredo.

No tenía fuerzas para más el Sevilla, apenas para soñar con que los cambios le diesen la ventaja en una inspiración de Muriel, Sandro o Nolito. Con Thiago ya sobre el campo, los locales amasaron el balón, que era justo lo que necesitaban para terminar de macerar a los andaluces en el jugo de su propia desesperación. Fieles a su tópico pragmatismo, los alemanes llegaron al final entre flagrantes pérdidas de tiempo que permitía el escocés Collum, ese felón con silbato. Fue muy meritorio el partido de los de Montella, que hicieron justo lo que les pedían sus incondicionales: dar la cara hasta el final, hasta la mismísima expulsión de Correa por rebelarse ante lo inevitable. Respeto.