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El «mago de la Luz», deja el Benfica convertido en un símbolo

La magia del argentino Pablo Aimar abandona el Benfica un lustro después de su llegada, tiempo más que suficiente para enamorar las bancadas del Estadio da Luz y convertirse en un símbolo que quedará para la historia del club lisboeta pese a la escasez de éxitos deportivos.

Más de 170 partidos oficiales, cinco trofeos (una Liga y cuatro Copas de la Liga) y 17 goles son el balance "oficial"de su paso por las "águilas". Sin embargo, directiva y afición coinciden en reconocer que su valor iba mucho más allá de los resultados y lo encuadran en un plano sentimental.

"Vamos Pablito Aimar, que la gloria volverá, como Eusebio o Rui Costa, otro genio inmortal". Comparado con dos de los más grandes jugadores de la historia del Benfica, éste era uno de los cánticos favoritos de la hinchada encarnada, que le dedicó largas ovaciones incluso esta última temporada, cuando su participación fue poco menos que testimonial con sólo 510 minutos.

La trascendencia de Aimar está relacionada con su estilo de juego, pero también con la ilusión que despertó con su llegada, cuando varios equipos se disputaban su fichaje. Corría el verano de 2008, y tras un mes de duras negociaciones entre el Benfica y el Zaragoza, el jugador acabó viajando hasta la capital lusa.

En esa operación jugó un papel clave Rui Costa, quien se estrenaba como director deportivo de los lisboetas y que le transmitió al argentino en persona que él era su perfecto heredero, prometiéndole "su"camiseta, con el número diez a la espalda.

La contratación de Aimar fue considerado un golpe de efecto en Portugal por parte del Benfica, que preparaba entonces un ambicioso proyecto con el español Quique Sánchez Flores como entrenador.

De hecho, "el Payaso"-como también es conocido- era una petición expresa del técnico, que lo conocía bien de su paso por el Valencia, donde su afición ya le cantó "Vamos Pablito Aimar, que la gloria volverá, como Kempes o el Piojo, otro genio inmortal"en su época de Mestalla.

Afectado por las lesiones en su primera campaña en Lisboa, sobrevivió a las críticas que le costaron el puesto a Sánchez Flores y exhibió su mejor versión de la mano de Jorge Jesús, que reservó para él un lugar privilegiado en su esquema.

Sus arrancadas desde el medio del campo, su capacidad para filtrar pases y la destreza que desplegaba para sortear contrarios eran jaleadas sin descanso por la afición de las "águilas", que lo apoyó desde el primer y hasta el último día.

"Hay personas que siempre nos hacen sentir nostalgia y Aimar es una de ellas. Además de ser un genio en el fútbol, como ser humano es un ejemplo, y lo que transmitía dentro del campo era lo mismo que transmitía fuera", destacaba ayer el presidente del Benfica, Luís Filipe Vieira, en la hora del adiós.

Además, el máximo responsable del club dejó una puerta abierta a su regreso para ocupar algún cargo en la estructura deportiva, una vez el argentino ya ha expresado su deseo de alargar su carrera en otro equipo.

"Éste es ese día que ningún aficionado quería que llegase, pero desgraciadamente es el fin del ciclo de Aimar en el Benfica. Creo que todos estamos agradecidos por lo que nos dio y por la magia que desplegó en el campo", recalcó por su parte Rui Costa.

"Queremos formar parte de la historia de la carrera de Aimar, y él va a estar para siempre en la historia de nuestro club", incidió el director deportivo lisboeta, artífice de su fichaje.

El argentino, de 33 años, hizo gala de caballerosidad incluso en este último año, cuando estuvo relegado al banquillo, y asumió su suplencia sin quejas ni críticas.

"Gracias por la forma en que me trataron, a mí y a mi familia. Fueron cinco años excelentes, espero volver el próximo año a Lisboa para ver al Benfica en la final de la Champions -que se disputa en el Estadio da Luz", aseguró ayer el jugador en declaraciones a la televisión del club, a modo de despedida.

Aimar se marcha así del conjunto encarnado tras haberse hecho un hueco entre las mayores leyendas del "coloso"portugués y haberse ganado el respeto y admiración incluso de sus rivales en el campeonato luso.