Champions League
Y llegó la primavera
El Madrid firma su mejor partido de la temporada contra el Sevilla, con un Keylor Navas excepcional.
El Madrid firma su mejor partido de la temporada contra el Sevilla, con un Keylor Navas excepcional.
Hay jugadas que cambian una temporada. El Real Madrid era feliz hasta que el Sevilla tuvo un penalti a favor, que podía empatar el partido y amargar lo que era una recuperación del juego y el ánimo. Está frágil el equipo blanco y no le convienen malas noticias. Apareció entonces Keylor, que lo paró, porque lo para todo, porque se ha convertido en un portero al que confiarle la vida y quién sabe si ha cambiado el destino, que hasta ayer parecía aciago.
Hace una semana, sólo una semana, todo parecía equivocado, como si no hubiera futuro. Hoy lunes, en cambio, la vida y lo que viene tiene otro tono, otra perspectiva: todo parece más fácil y, sobre todo, parece que va por el camino adecuado. Así de caprichoso y cambiante es el fútbol, que cambia el ánimo en siete días: de una depresión con motivos a un optimismo también con motivos. Lo que el pasado fin de semana parecía imposible, hoy con el Wolfsburgo en el horizonte y tras el gran partido del equipo de Zidane contra el Sevilla, parece que está al alcance.
¿Por qué no? Se preguntaban ayer los madridistas, felices como pocas veces se ha visto esta temporada, tras ver que se jugó un partido con muy pocos errores y con enormes aciertos, con todos los futbolistas a un nivel superior, empezando por un Navas iluminado y acabando por un Bale que va dosificando sus minutos, pero que cada partido que juega lo hace dejando huella por su influencia en el juego, cada día mayor. Tiene desborde, gol y cambios de juego.
Contaba Zidane ayer con todos, menos con sus dos centrales. Es decir que, por primera vez, el entrenador francés pudo elegir y su alineación fue toda una declaración de intenciones: James e Isco se quedaron en el banquillo y ni siquiera fueron el primer cambio con el 3-0 en el marcador. Casemiro fue titular, detrás de Kroos y de Modric, y el triángulo empieza a funcionar. En febrero del año pasado, el Sevilla jugó en el Bernabéu con Iborra en la media punta, como ayer, y para Modric y Kroos fue un calvario porque les cuesta vigilar su espalda. Ayer, en cambio, el centrocampista del Sevilla pasó inadvertido, sin tantos espacios para moverse o para hacer daño, bien sujetado por la actitud defensiva del equipo, con Casemiro a la cabeza. El brasileño cada vez se maneja mejor en el centro del campo y se atreve a jugar más la pelota y no sólo a destruir al rival. Ayer, además, quedaron muy claras las preferencias de la grada. El «14» blanco se fue entre aplausos, sustituido por James, que salió al campo entre murmullos. El siguiente partido es en el Camp Nou, un choque que marcó a Rafa Benítez en la primera vuelta cuando llegó en una situación parecida a ésta: con Casemiro como hombre clave. Después lo dejó en el banquillo. Habrá que ver qué sucede en quince días, pero no es un asunto menor.
Aunque más que los nombres, lo que cambió ayer en el Real Madrid fue la actitud: salió al partido como si le fuese la vida, cuando era el Sevilla quien más se jugaba, quien podía acercarse al cuarto puesto. El equipo de Emery tenía muchas bajas, pero principalmente es que fue superado por el rival en todas la zonas del campo. Hasta en un lanzamiento de penalti. Quiso protegerse el conjunto andaluz jugando con dos laterales en cada lado y fue por la banda por donde comenzó a morir. No supieron, o mejor, no pudieron tapar a Bale, que centró desde la derecha con la pierna mala y su pase lo envió a la escuadra Benzema, un tipo feliz cuando está cerca del balón, protegido por sus compañeros y una afición rendida.
El francés hizo el tanto y después se marcó un partido a tono con sus compañeros: participativo, voluntarioso y hermoso. Porque el gol no calmó el ansia blanca ni las ganas de encontrarse con su mejor versión. Probablemente no se haya visto una mejor cara del Madrid esta temporada en el Santiago Bernabéu. Solidario, presionando bien arriba, arropado por un portero excelente y con un espíritu que parecía que había desaparecido en la tristeza de otros días.
Sólo marcó un tanto en la primera mitad, lo que pareció un error del destino pues los blancos merecieron más. Se corrigió en la segunda mitad, cuando marcaron todos los delanteros y el penalti errado por Cristiano pareció una anécdota. Con lo que se veía en el campo, la gente se olvidó de los árbitros. Llegaba el madridismo caliente por lo visto en El Madrigal y por un gol anulado a Bale en un fuera de juego que no era en la primera mitad y acabó olvidándose del ruido de la polémica, de la cháchara que a veces rodea al balón para centrarse en la buena noticia del día y quién sabe si en el punto de inflexión de la temporada: el Real Madrid está sano. Y ha llegado la primavera.