Barcelona
«Hannibal Suárez»
La jornada empezó con el censurable plantón de la disgregada Selección española a los aficionados en el aeropuerto de Barajas, y acabó con el mordisco a Chiellini de «Hannibal Suárez», esa moderna versión del protagonista que inmortalizó el gran Anthony Hopkins.
La jornada empezó con el censurable plantón de la disgregada Selección española a los aficionados en el aeropuerto de Barajas, y acabó con el mordisco a Chiellini de «Hannibal Suárez», esa moderna versión del protagonista que inmortalizó el gran Anthony Hopkins. No, no hay por donde coger ninguna de estas escenas...
La cabra tira al monte
Suárez es un extraordinario futbolista, un delantero que vive su momento de esplendor en la hierba, goleador cotizado (31 goles este año en la Premier, Bota de Oro junto a Cristiano Ronaldo) y perseguido por los más grandes de Europa, aquí por el Madrid y el Barcelona. Pero ya empiezan a causar pavor sus arranques de furia charrúa, es su ¡tercer mordisco! Haciendo bueno el rico refranero español, eso de que «la cabra siempre tira al monte» (con perdón). Un problema porque estas cosas pasan factura, amén de convertirse en caricatura mortificante en los medios y en las redes sociales.
En un mundo en el que ahora la imagen forma parte importante a la hora de subir o bajar el pulgar de un fichaje millonario, bien harían las cancillerías de los dos «grandes» en pararse a meditar si conviene invertir en goles, o en goles y dentelladas peligrosas. Una pena, porque Suárez es hoy por hoy si no un jugador galáctico, sí uno de los pocos que están ya en el segundo escalón.
Aterriza como puedas
Así que el día acabó siendo de película, una de terror uruguayo y la otra, de opereta española, una especie de «Aterriza como puedas» en el aeropuerto de Barajas que dejó otra fea secuencia fuera del campo, peor que la ofrecida esta vez sobre el césped. Otro error en una cadena inesperada que ha provocado sensaciones de frustración en los aficionados. En fin, otro doloroso mordisco a la imagen de seis años maravillosos e imborrables. The End...
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