Portugal

«Le decía: calma, calma, pero él...»

Toñito coincidió con Cristiano en el Sporting de Lisboa. CR7 era un adolescente que empezaba y el jugador español le llevaba en coche, le aconsejaba y se hicieron amigos

Ronaldo y Toñito, cuando eran compañeros en el Sporting de Lisboa
Ronaldo y Toñito, cuando eran compañeros en el Sporting de Lisboalarazon

Toñito coincidió con Cristiano en el Sporting de Lisboa. CR7 era un adolescente que empezaba y el jugador español le llevaba en coche, le aconsejaba y se hicieron amigos

Toñito llegó hasta el Tenerife B con 18 años y, más o menos, entendió que éste iba a ser su techo en el fútbol español: «Nunca debuté en el primer equipo, pero un día me llamó un representante y me dijo que tenía una posibilidad en el extranjero. No me lo pensé». Eran los años noventa, cuando los jugadores españoles apenas cruzaban la frontera, porque no había costumbre o porque sobraba miedo. Toñito tenía poco que perder: «Me asustaba, claro, pero mi infancia no había sido fácil y las posibilidades que tenía no eran buenas. Vengo de una familia muy humilde, de un barrio conflictivo, éramos siete hermanos viviendo con mi abuela», dice por teléfono desde Tenerife. Tenía una virtud: sabía jugar al fútbol: y ésa era su salida. Era difícil, pero la elección de quedarse en casa era peor. Se marchó, pese a no haber salido nunca de España y llegó al Vitoria de Setúbal en verano de 1997. «Me fui casi con un palito y una bolsa, como en las películas», admite al recordar la aventura.

Ese mismo año Cristiano Ronaldo llegaba al Sporting de Lisboa. Tenía 12 años, nunca antes había salido de Madeira y tenía miedo. Echaba de menos su casa y mucho más a su familia. El Sporting había pagado mucho dinero al Nacional, su equipo en Madeira para hacerse con ese chico flaco y algo desgarbado que tanto destacaba y al que todos miraban. Pero era un niño y era un cambio radical para él; además casi no entendía lo que le decían porque el acento era distinto. Se le vino el mundo encima y por las noches lloraba. Como Toñito, pero aún más joven, tuvo que lanzarse sin mirar atrás. Quedarse hubiese sido la peor opción.

Cristiano se acostumbraba a la vida en Lisboa, a su nuevo equipo, a la ciudad y a la morriña. Toñito, mientras, se hacía un hueco en el Vitoria de Setúbal, como media punta. Destacó tanto que el Sporting le llamó. Era uno de los tres grandes equipos de Portugal, con figuras y jóvenes emergentes en la cantera. «Yo llegaba como un jugador contrastado, como un buen fichaje», cuenta y, ahí, esas dos vidas parecidas se cruzan. Ronaldo, como Ricardo Cuaresma, empieza a entrenar con el primer equipo y Toñito, que ve en él a alguien que ha llevado una vida parecida, se acerca y se hacen amigos. Juegan al billar o al ping-pong, donde Ronaldo ya destacaba: «Cristiano vivía cerca de mí y lo llevaba en coche. Fue cuando empezamos a congeniar. Cuando sabes cómo cuesta conseguir las cosas y ves a un chico con ese potencial, le intentas arropar». Aunque en realidad, Cristiano ya necesitaba poco consejo por aquel entonces. Se ha adaptado al equipo y quiere comerse el mundo. Quiere jugar, quiere ser el mejor del mundo. «Cuando entrenaba, regateaba a los veteranos. Yo le decía, calma, calma... pero él lo volvía a hacer», recuerda con cariño Toñito. Cristiano nunca se callaba si pensaba que tenía razón y le daba igual quien estuviera enfrente. Toñito le llevaba a las comidas del resto de los compañeros, le dejaba en casa después de los entrenamientos y le decía que no se atormentase si no jugaba, que antes o después iba a llegar su momento. Toñito lo sabía bien, cuando creía que el fútbol y sus sueños de una vida mejor se terminaban en Tenerife, tuvo una oportunidad y la aprovechó. «Le decía que tuviese paciencia, que siguiese trabajando. Yo suelo decir que la humildad, el trabajo y el sacrificio te llevan a algo». Era una cosa que Ronaldo ya tenía clara: Toñito le llevaba a los entrenamientos para llegar los primeros por la mañana y después le esperaba mientras CR7 y Cuaresma se quedaban en el gimnasio entrenando. «Y esperaba hora y pico. Yo les tocaba en la ventana, para que nos fuéramos. Y ellos: “espera, espera”».

Dice Toñito, con sorna, que él le dio el pase del primer gol que marcó Ronaldo. «Se lo deje fácil, luego sólo tuvo que regatear a tres», y que el debut de Cristiano en la Champions fue sustituyendo a Toñito: «Supongo que le diría: “Suerte, monstruo”», intenta recordar Toñito, que ahora no tiene el móvil de su ex compañero, porque lo ha cambiado, pero que de vez en cuando se cruzaban mensajes. Ronaldo se marchó a Inglaterra, hacia la gloria, para triunfar en el United y después en el Real Madrid. Toñito emigró al Boavista, viajó a otros países, se fue despidiendo y ahora tiene una escuela en Tenerife, el Sporting Club Tenerife, donde enseña a los niños a jugar al fútbol, a trabajar, a aprovechar su oportunidad, como le decía a Ronaldo.