Real Madrid Baloncesto

Derrotados sin Casillas (3-2)

Mourinho dejó a Iker en el banquillo y con Adán también perdió, ayer, contra el Málaga de Pellegrini

Imagen para la posteridad del banquillo del Madrid, en La Rosaleda, con cuatro canteranos: Nacho, Morata, ¡Casillas! y Callejón, delante Mourinho
Imagen para la posteridad del banquillo del Madrid, en La Rosaleda, con cuatro canteranos: Nacho, Morata, ¡Casillas! y Callejón, delante Mourinholarazon

Entre la chafarrinada y la decisión técnica salió lo primero. Mourinho sentó a Casillas en el banquillo y Adán fue el portero titular del Real Madrid en La Rosaleda. Adán, de la Copa a la Liga; Iker, de la Liga a la porra; y el Madrid, a 16 puntos del Barça y a 7 del Atlético. El Málaga ganó al Real 29 años después. Manuel Pellegrini, con un equipo que vive en el alambre por la falta de seriedad del jeque Al-Thani, aplicó el mejor remedio posible a la sinrazón, y salió victorioso el fútbol. Triunfó el mejor, el que sabe a lo que juega, y volvió a perder, de nuevo en el Sur –antes cayó contra el Sevilla y con el Betis–, quien con una de las mejores plantillas del mundo ha perdido el norte. «Mou» se ha olvidado del fútbol y está oscureciendo conquistas y récords como los de la Liga en la pasada temporada.

Una semana después de afirmar que en el vestuario del Madrid hay tres ovejas negras, Mourinho se cepilló a Casillas en Málaga. Sergio Ramos pasó por idéntico trance. Al entrenador no le tiembla el pulso, ya sólo falta un balido. Lo malo, en su caso, es que por sus bandazos no se llega a saber a ciencia cierta si sus decisiones son puramente técnicas o manifiestamente viscerales.

Casillas, cuya última suplencia en Liga data del 10 de mayo de 2002, en Riazor, una decena larga de años, no está cumpliendo la temporada de su vida; en algún partido pudo hacer algo más en alguno de los goles que encajó. Y también sus defensas. Y sus centrocampistas y sus delanteros. Casillas, menos brillante que en cursos precedentes, no es el culpable de la distancia que separa a su equipo del Barcelona, ni está jugando peor que Arbeloa, oveja blanca, o que Pepe, Khedira, Xabi y Cristiano, los intocables. Pero Mourinho le ha castigado, salvo que piense que Adán es el portero que ahora conviene al Madrid.

La situación anímica de los jugadores del Málaga, condenados por los pecados de su señorito a no jugar en Europa la próxima temporada ni aun ganando la Liga, podía propiciar el experimento, o la expiación. Pellegrini dispuso sin miedo a sus hombres y Mourinho levantó un muro delante de Adán, que en la primera parte sólo cogió un balón con las manos. Ni una parada.

El trabajo en la portería fue para el «Zamora» de la Liga, Caballero, 10 goles encajados en 16 encuentros. A los tres minutos, lanzó una falta Cristiano Ronaldo, la pelota hizo un extraño y Willy sacó una mano milagrosa que evitó el 0-1. Después, de tarde en tarde, el peligro le rondó, con un fallo de Cristiano y un mal control de Di María. Los contados contragolpes del Madrid superaban a sus zagueros; pero se fue al descanso imbatido; Adán, inédito.

El Málaga pretendía evolucionar a partir del medio campo y contaba con un puñal, Joaquín, segunda juventud. Buscó las cosquillas por la derecha a Arbeloa y por la izquierda a Essien, la otra novedad. Echó de menos a los rematadores. Saviola no disparó, tampoco Eliseu. Isco, el «Chico de Oro», intervino menos que Camacho o Portillo, y eso para su equipo no es bueno. Esperaba una oportunidad, la tuvo en el minuto 49 y no la desperdició; tampoco el centro de Joaquín, que recibió de Pepe. Isco chutó pegado al palo y Adán no llegó. Un tiro, un gol. ¿Lo hubiera parado Casillas? Nunca se sabrá. Lo cierto era el 1-0 y que la distancia entre el Barça y el Madrid se situaba en 16 puntos, y en 7 con el Atlético.

Se animó el Málaga, que no encontraba reacción contraria. Y se creció. Ahora era Adán el que tenía que trabajar. Y Mourinho, que cambió a Callejón por Arbeloa. Otra ración de épica, eso que roza la desesperación, para intentar ganar un partido. Y lo empataron de rebote, porque el gol se lo metió Sergio Sánchez, previa falta de Khedira y mano de Eliseu.

Pellegrini buscó el revulsivo con Santa Cruz y lo encontró: hizo el 2-1 y el 3-1. Adán se quedó corto en el tercero. Pero ni esta derrota es culpa suya ni las tres anteriores, de Casillas. El culpable se sienta en el banquillo, se llama Mourinho y tiene al equipo desquiciado, angustiado por la situación y, sobre todo, por sus intrigas palaciegas. El 3-2 de Benzema, tras un fallo clamoroso de Camacho, un regalo más evidente que el accidental de Sergio Sánchez, no es bálsamo. La entrega de los jugadores madridistas, en pos de una victoria que se les negó en el primer tiempo, y abatidos por una derrota que fraguaron en el segundo, no merece reproche alguno. Sólo hacen lo que pueden.