Remo
El oro que más reluce
A Theresa Zabell y a Mercedes Coghen, ex campeonas olímpicas, les preocupaba el viaje de la mujer deportista hasta la maternidad y, a posteriori, la integración en el mercado laboral. No son éstas inquietudes que alteren el ritmo de vida de Río, donde ni siquiera causa sorpresa que Maialen Chourraut conquiste un oro sin dejar de ocuparse de Ane, su hija de tres años, durante el largo e intenso periodo de entrenamiento.
Miriam Blasco, ex campeona olímpica en judo, aprovechó su acta de diputada del PP para reclamar derechos que hoy celebramos todos con fotos para la posteridad. Habló y la escucharon. Presentó proyectos que cristalizaron; presionó para que los deportistas de élite disfrutaran de Seguridad Social y, gracias a los derechos de televisión del fútbol, LaLiga desvió 15 millones para derribar ese muro de la vergüenza. Pero Miriam no se detuvo ahí, con Ana Muñoz, la anterior directora general del CSD, se ocupó también de que las deportistas recibieran otro tipo de ayudas. Susana López Amor continúa la batalla.
Se detrajo de la subvención a la que renunció la Federación Española de Fútbol, cuando la FEF tenía más patrocinadores que futbolistas y una economía boyante, una cantidad para gratificar a cada mamá deportista con 3.000 euros. Algo así como el «cheque bebé» de Zapatero. A esa suma se añadieron después otros 1.100 para ayuda en el cuidado de los hijos. A Miriam Blasco le hubiese gustado que fuera una cantidad superior a esos cien euros al mes que Maialen, por cierto, ha publicitado convenientemente, al referirse a la mano que le echa el Consejo para conciliar su profesión con la maternidad. Cuando ella y Xabier Etxaniz, su marido, intentan amansar las aguas bravas con un cascarón de nuez, Raquel es la cuidadora que se encarga de Ane. He ahí el destino de esos 1.100 euros mensuales que ni por asomo pagan el valor de una medalla de oro para el deporte español.
Pero se dan pasos, el avance es obvio. Parece que en España algo va bien mientras no dejamos de asombrarnos del inmovilismo de otros países que tratan de imponer sus costumbres al resto del mundo usando la religión como excusa. En el desfile de la ceremonia inaugural, encabezó su delegación una española, Marta Téllez, directora de comunicación del Ayuntamiento de Río para los Juegos. Al cambiar el cartel de Eslovaquia por el de España, a una transexual que sólo quería salir en la foto con Nadal, le tocó Arabia Saudí. Y se armó.
A Marta Téllez le sorprende el jaleo que se montó y pidió disculpas, no hubo intención de molestar. Lo sorprendente es que dos travestis desfilaron en vanguardia de Emiratos Árabes e Irán y no pasó nada. Quizá es que no tenía que pasar, o que el islam es más laxo en unas regiones que en otras. Como en España, en ningún sitio.
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