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La carga a caballo que nunca ocurrió

La Razón
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Peleó con denuedo y heroísmo el ejército polaco en el aciago otoño del 39, pero fue aplastado por los panzer que entraron por el Oeste y fue rematado en el Este, asesinado a sangre fría en Katyn. Una nación martirizada por la pinza nazi y bolchevique, que construyó tras la reconstrucción la epopeya de la última carga de la caballería, un legendario sacrificio de los aristocráticos oficiales al lanzarse sable en ristre contra los tanques de la Wermacht. No hubo tal y tampoco se produjo ayer la anunciada pelea de ultras.

En la ronda previa de la pasada Europa Liga, el Sevilla se midió con el Slask Wroclaw polaco, un club de la Silesia cuyos hinchas radicales son de lo peorcito de Europa. Los incidentes con los Biris, que no les andan a la zaga, fueron sonados en la ida y en la vuelta. Cuando supieron que los sevillistas visitarían la capital de su país, los retaron a una batalla campal. Por suerte, el coordinador de seguridad del Sevilla estaba avisado y dispuso una fuerte escolta policial para los radicales, compuesta por efectivos locales, pero también por agentes españoles de paisano. En los minutos previos al partido, circularon rumores de todo tipo, pero lo cierto es que los relatos de los indicentes, como los de la carga de la caballería polaca en el 39, eran apócrifos.

Sí es verdad que unos delincuentes comunes asaltaron a la entrada de Varsovia un coche en el que viajaban cuatro seguidores sevillistas, a los que robaron las entradas, aunque el club reaccionó con celeridad y se las repuso. Y en la «fan zone», alrededor de las cinco de la tarde, los ultras del Legia –no estaban invitados al sarao, pero la estupidez humana es infinita– provocaron unas carreras, pero los antidisturbios cortaron de raíz el incidente.

En general, y como no puede ser de otra manera entre personas civilizadas, en el centro de Varsovia convivieron las aficiones con camaradería.