Paris Saint Germain
La historia cuenta
El Madrid derrotó con facilidad al Valencia pese a que no era el favorito de la final. Raúl, en una carrera histórica, marcó el tercero.
El Madrid derrotó con facilidad al Valencia pese a que no era el favorito de la final. Raúl, en una carrera histórica, marcó el tercero.
El Real Madrid deambulaba en Liga y en noviembre, cuando aún quedaba mucho por jugar, echó a Toshack y puso a Vicente del Bosque con el plan de salvar la temporada si eso era posible. Y para tranquilizar al equipo y dar seguridad, el entrenador decidió que tenía que jugar con tres centrales y Salgado y Roberto Carlos en los laterales. Ésa fue la defensa en la final. Antes, en el camino hacia París, el Madrid mostró sus dos caras: la firme y la desastrosa; en la que se podía creer y la que escuchaba las broncas del Santiago Bernabéu.
El equipo blanco pasó bien el primer grupo y en el segundo se llevó un repaso del Bayern, que a otro equipo lo hubiese dejado KO. En esa liguilla, el conjunto alemán ganó con autoridad en el Bernabéu y pasó por encima en el choque en Alemania. Pero el Madrid pasó como segundo a cuartos y se midió al Manchester.
Y allí apareció Fernando Redondo para completar una noche magnífica con un taconazo en la línea de fondo que dejó a Old Trafford alucinando mientras Raúl se desmarcaba, recibía su pase y marcaba otro tanto. El equipo blanco deslumbró en uno de los grandes escenarios del fútbol y se apuntó como favorito en la competición. Después apareció el Bayern y llegó el momento de Anelka, el tímido delantero francés, un fichaje carísimo y que nunca se adaptó al vestuario ni a la ciudad. Apenas dejó huella en la afición madridista porque fue más noticia por lo que sucedía fuera del campo que por lo que hacía dentro. Pero en aquella eliminatoria contra el Bayern fue fundamental. Marcó en el Bernabéu y marcó el empate allí, lo que detuvo el espíritu alemán.
El Valencia era un equipo extraordinario. Potente, trabajado y con la mano de Héctor Cúper, el entrenador de moda en ese momento. Había eliminado al Barcelona en las semifinales y era favorito contra el Madrid en la final. Pero le pudo el momento, la historia o el rival. El Madrid, con Redondo y un magnífico McManaman en el centro del campo jugó con aplomo, sin que le impresionara lo que había en juego: «Hemos estado más tensos de lo normal, más nervios», aseguraba Cúper después del encuentro. El Madrid mandó y los goles fueron cayendo: Morientes, McManaman y el último Raúl tras una carrera en solitario hacia Cañizares para seguir haciendo historia.
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