Natación
Ledecky no tiene límites
Katie Ledecky podría pasar por una chica normal, seguramente un poco alta por sus 183 centímetros. Las apariencias engañan. Esta pelirroja de 18 años, de piel blanca como la leche y con cara de no haber roto un plato esconde, quizá, a la mejor nadadora de la historia. Al menos va camino de serlo si en los Juegos Olímpicos de Río, el año que viene, confirma lo que se está viendo en el Mundial de Kazán. Se puso como meta un reto impresionante, algo que nadie había conseguido antes, y ayer dio el paso más difícil para ser única. La norteamericana opta a ganar cinco oros en la ciudad rusa, cuatro de ellos individuales (200, 400, 800 y 1.500 libres) más el relevo 4x200. El primer día venció en los 400. Después se impuso en el kilómetro y medio, batiendo el récord del mundo en las series y en la final, y ayer ganó la prueba más corta, la más rápida. Los 200 metros no son velocidad pura ni fondo. O, mejor dicho, son ambas cosas, pero Ledecky ha inventado la fondista-velocista, porque no se guarda nada en ninguna prueba. Va al esprint también en los 1.500. «Desde que empecé a trabajar con Katie, me di cuenta de que era más rápida que una gran cantidad de nadadoras de fondo. Entrenamos pensando en los 400, y podemos bajar a los 200 y subir», afirma su entrenador, Bruce Gemmell.
Para coronarse en los cuatro largos en el Kazán Arena, tuvo que hacerlo desde la calle siete. La semifinal la nadó el martes media hora después de la final de 1.500 y fue superada, pero logró clasificarse, que era lo que buscaba. La carrera definitiva tuvo un desenlace diferente, en la prueba de más nivel de toda la competición: por allí estaban también Missy Franklin, la imponente Federica Pellegrini o la húngara Hosszu, una de las grandes rivales de Mireia Belmonte en los estilos. Desde la calle siete, Ledecky no tenía la referencia de lo que hacían sus oponentes, pero por su forma de nadar, poco importó. Fue de menos a más: tercera al tocar la primera pared, cuarta después, segunda en el último viraje y campeona en la recta definitiva, con 16 centésimas de ventaja sobre la «record woman» Pellegrini y 33 sobre su compatriota Franklin. Levantó el puño tras su hazaña. «Nunca siento presión», dijo poco después. «Me he preparado mucho. Sabía que podía confiar en mi entrenamiento», añadió con toda naturalidad una nadadora poco al uso. Su preparación incluye entre 7.000 y 9.000 metros en cada una de las nueve o diez sesiones que hace por semana. Fuera del agua no hace pesas. Sus registros se acercan a los de los hombres como los de ninguna mujer. Su récord del mundo de 1.500 es 37 segundos más rápidos que el récord de España masculino. De hecho, en una preliminar de 400 en una competición estadounidense, este mismo año, calcó el registro del mismísimo Michael Phelps. «¿Echamos una carrera?», le dijo en broma el deportista con más medallas olímpicas de la historia que, por ser justos, ese día sólo fue décimo séptimo.
La cercanía, el martes, entre la final de 1.500 y la semifinal de 200 hizo que Ledecky se replanteara la brutalidad que pretende hacer en Kazán. Discutió con su entrenador porque pensaba que ella era capaz de lograrlo. Y vaya si lo ha sido.
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