José Aguado
Los héroes de Kiev
Paquita y Luis superan los 80 años, pero hoy estarán en Kiev. Salieron anoche y no van a dormir. Miles de aficionados madridistas han viajado pese a todas las dificultades.
Paquita y Luis superan los 80 años, pero hoy estarán en Kiev. Salieron anoche y no van a dormir. Miles de aficionados madridistas han viajado pese a todas las dificultades.
Paquita y Luis se tapan con una manta todas las tardes y se sientan en el sillón a ver los toros. Ya no van a Las Ventas, ya no van al cine ni van al teatro. Él va a cumplir 82 años en junio, Paquita hará 80 este año. Ayer, sin embargo, no durmieron o durmieron muy poco y fueron al aeropuerto de noche a coger un chárter, hoy aterrizan en Kiev de madrugada y pasarán el día en la ciudad a la espera de que abran el estadio y puedan ver otra final del Real Madrid. Sin dormir, sin descansar, pero también sin pereza y llenos de una pasión juvenil. «Llevaremos una muda y una bolsa de viaje», contaban esta semana a este periódico. Si tienen suerte, comerán en algún sitio y podrán descansar un poco «y echar una cabezadita». Si tienen más suerte, Luis encontrará a alguien con quien echar un mus, que Paquita es más del tute. Por si acaso, se han llevado una baraja.
En el Madrid se han encontrado con una situación inédita en las tres últimas finales disputadas: han sobrado entradas por la imposibilidad de viajar a Kiev sin hipotecar un riñón. El plan de la UEFA de convertir en sede de la final a ciudades lejanas a las potencias futbolísticas convierte en una odisea lo que tenía que ser un viaje de placer. Las entradas más baratas, las de 70 euros, se agotaron pronto, las otras ha costado más. Incluso los aficionados previsores, que habían reservado habitación hace mucho, vieron cómo se las cancelaban con cualquier excusa burocrática para después volverlas a alquilar por cuatro o cinco veces su precio.
Elías, como Paquita y Luis, ni siquiera intentó buscarse una habitación. Nunca lo hace. Presidente de la Peña australiana el Canguro Blanco, la más lejana de Madrid, cada viaje a una final de la Champions es un sacrificio que no duele. «Significa perder una semana de tu trabajo, más el desembolso económico que implica», cuenta Amadeo, también de la peña. «Llegamos exhaustos. Simplemente por el vuelo, por las escalas o el cambio de avión». A diferencia de otros hinchas del Madrid, que el choque sea en Kiev no supone mucho más quebranto que otras veces. «Viajar desde Australia siempre es difícil, estamos lejos de todos. Lo más complicado es llegar a Europa, pero una vez en el continente te da lo mismo un destino que otro, son vuelos muy cortos para lo que estamos acostumbrados».
Lo que espera en el destino es lo que hace que el viaje sea soportable o que si es insoportable, se olvide. «Ya no vamos», le dijo Luis a Paquita después de que en Cardiff sufrieran un retraso de horas del avión en Londres por culpa de los atentados. Quizá pensaron lo mismo en la final que se perdió contra el Liverpool en 1981. Pero la realidad es que han ido a esa y a todas las siguientes, todas con victoria, aunque con una diferencia: «Éramos más jóvenes», dice Luis. A Lisboa se hicieron un viaje de ocho horas en autobús, en Milán sí que durmieron, en Cardiff sufrieron el retraso. Nada les detiene. Cuenta Luis que ha vendido unas acciones para poder sacar los mil euros que cuesta el chárter. «¿Que si merece la pena? Sí lo merece».
En Australia los partidos de la fase de grupos de la Champions los ven cada uno en su casa, «pues juegan a las 4:45 am y después hay que trabajar. A partir de semifinales nos reunimos en diferentes lugares para verlos todos juntos». Y después el viaje a la final. La peña se fundó hace 22 años, «por la inquietud de varios emigrantes y ahora cuenta con más de 120 miembros». «¿Que si merecen la pena los viajes? Claro que sí, especialmente si ganamos».
«Es que somos madridistas y tenemos mucha ilusión», continúa Luis desde el salón de su casa, los toros en la tele. A sus 80 años han visto mucho fútbol y muchos toros. Amancio es el jugador favorito de Luis, a Paquita le gustan todos. Ella lleva fatal las derrotas y se enfada mucho. «Es una ultra», dice Luis, con risas, cómplice.
En su viaje de bodas se fueron a Cenicientos y desde entonces, desde antes, porque se conocen desde que eran niños, no se han separado. «Desde que éramos chiquitos estamos juntos. Toda la vida». Y toda yendo a ver al Madrid al Bernabéu, menos la época en la que a Luis le dio por ser torero y no tuvieron tiempo para más. A Kiev, que sólo es un punto y aparte, piensan llevar jamón envasado para tomar fuerzas en esas largas horas de espera. Seguramente acabarán agotados y dirán que no, que seguro, que no lo hacen más. Pero lo harán, juntos, que es más fuerte el amor.
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