Juegos Olímpicos
Los secretos de la Villa Olímpica
Algunas habitaciones todavía no estaban terminadas el lunes; otras son con vistas al mar. Se prevé que se repartan 100.000 preservativos entre los atletas
El jueves por la mañana arrancó en Sochi la competición oficial de los Juegos, pero ya desde el lunes habían comenzado a llegar y a instalarse los atletas en la Villa Olímpica. Entonces se escucharon quejas, algunas habitaciones sencillamente no estaban terminadas y en otras no funcionaba el agua. El COI, por boca de su presidente, Thomas Bach, quitó hierro al asunto, cifró en sólo un tres por ciento las habitaciones inacabadas y se congratuló de que ningún atleta se quedase sin techo. En realidad, la peor parte se la llevaron los periodistas: seis de los nueve hoteles destinados a hospedarles no estaban terminados y el centro de prensa, que costó 200 millones de euros, presenta fallos de construcción vergonzantes como el de los ya famosos retretes gemelos. Pero no todo es malo, también se han escuchado alabanzas. Los deportistas destacan la comodidad de poder ir andando a varios de los recintos que acogen competición de deportes de hielo, una ventaja respecto a ediciones previas. Además, la comunicación entre la Villa Olímpica y la estación de Krasnaya Polyana, que acoge las competiciones de esquí, es fluida gracias a la conexión por tren. Un trayecto de 48 kilómetros cuyo coste de construcción ascendió a 6.000 millones de euros pero que, eso sí, funciona como un reloj y regala unas vistas magníficas.
Sobre la Villa Olímpica, los deportistas comentan la sobriedad, por no decir humildad, con que están equipadas las habitaciones, estilo IKEA. El único elemento de decoración es la colcha de la cama, cosida con motivos florales de tradición rusa, que los atletas se podrán llevar como recuerdo tras los Juegos. En realidad esa sencillez de las habitaciones es norma común en todos las ediciones, dado que después la organización permite que los respectivos comités olímpicos nacionales añadan adornos a las habitaciones de sus atletas como consideren oportuno. Por ejemplo, al llegar a sus estancias los representantes británicos se encontraron cuadros patrióticos o motivacionales colgados de la pared, cojines con la bandera nacional, peluches deseando buena suerte y hasta una alfombrilla en la entrada con la palabra «bienvenido» escrita en inglés. Por cierto, que algunas de las habitaciones tienen vistas a la playa y al mar, toda una paradoja en unos Juegos Olímpicos de invierno.
Lo que no faltará en la Villa de Sochi serán condones, de los que según cifras oficiales se repartirán 100.000, es decir, a una media de casi 35 por atleta. Este número, en principio exagerado, es el mismo que el de la anterior edición, Vancouver 2010, en la que concurrieron menos deportistas en busca de las medallas. Las instalaciones de la Villa cuentan con gimnasios, salas de juego con mesas de ping-pong y comedores con una amplia oferta de cocinas de todas las partes del mundo.
Todos ellos tienen su barra de McDonald's, otrora símbolo del capitalismo en Rusia, hoy uno de los patrocinadores oficiales de sus Juegos Olímpicos. Una de las quejas de los atletas rusos es que dentro del recinto sólo tienen señal los teléfonos móviles de una de las tres operadoras rusas, Megafón, también patrocinador oficial.
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