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Miles de gracias Don Alfredo

El féretro con los restos mortales de la Saeta rubia, a su llegada al Bernabéu.
El féretro con los restos mortales de la Saeta rubia, a su llegada al Bernabéu.larazon

Teodoro era el primero en una cola que recorría una de las esquinas norte del Santiago Bernabéu. Una cola que no disminuyó durante todo el día, renovándose de gente que madrugó.

Teodoro era el primero en una cola que recorría una de las esquinas norte del Santiago Bernabéu. Una cola que no disminuyó durante todo el día, renovándose de gente que madrugó o aprovechó un hueco por la mañana o quitó tiempo a su hora de la comida o a la que le costó aparcar por la tarde. Era un río de personas, sin prisa y con nostalgia, que desembocaba en la puerta del palco para decir adiós personalmente, de mente o de palabra escrita en un panel, a Alfredo Di Stéfano, el futbolista más grande que vieron o que les contaron. Su familia veía pasar aficionados y aficionados que segundos antes ponían el móvil en modo cámara para grabar el instante. Había que elegir el modo de despedida porque tampoco había mucho tiempo. Unos se santiguaban, otros iban con una flor que no sabían muy bien dónde dejar y una mujer lloraba inconsolable en el hombro de su acompañante. Fueron las lágrimas más ruidosas de la mañana: en el brazo llevaba tatuado un escudo del Real Madrid.

La familia de Di Stéfano: su hermana Norma, su cuñado Mario, sus hijos Silvana, Helena, Sofía, Ignacio y Alfredo estuvieron sentados al lado del féretro, junto a una foto gigante de Alfredo y muy cerca de todos los trofeos que ganó. Florentino Pérez contenía la emoción en un día muy largo, que empezó a las 10:30, acabó a las 21:00 y que continuará durante toda la mañana de hoy hasta las 15:00 horas. Después, la familia celebrará el entierro en las más estricta intimidad. Ayer se emocionaron con la emoción de las personas anónimas y agradecidas, jóvenes y no tanto, españoles y extranjeros, como una pareja que se presentó con la camiseta de Millonarios, el último equipo de Di Stéfano en Colombia, antes de llegar al Madrid.

Mientras, poco a poco, fueron llegando las instituciones. La primera, Cristina Cifuentes, y por la tarde, Felipe VI, que se sentó juntó a la familia y estuvo charlando un rato, antes de dar la mano y despedirse de todos los familiares uno a uno: «Quería transmitir el pésame a su familia en primer lugar y también a la afición madridista, al club y a todo el fútbol español. Le lloramos todos, es una figura irrepetible, única en el mundo, y como les he dicho, ha hecho del fútbol un arte», dijo después a los medios. «Reconocemos una personalidad extraordinaria. Lo sentimos todos muchísimo y mantenemos siempre nuestra admiración y gratitud para siempre. Ha sido un grande entre los grandes», continuó. Antes habían llegado José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deporte; Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid; Ana Botella, alcaldesa de la ciudad; Jaime Lissavetzky, portavoz municipal del PSOE; Esperanza Aguirre, Álvarez del Manzano, Miguel Cardenal, secretario de Estado para el Deporte y presidente del CSD; el embajador de Panamá, el embajador argentino y el ministro García Margallo. Jorge Pérez, secretario general de la RFEF; Alejandro Blanco, presidente del COE, o el Padre Ángel también estuvieron presentes. Y gente del fútbol: rivales como Josep Maria Bartomeu, presidente del Barcelona; Enrique Cerezo, presidente del Atlético; Amadeo Salvo, del Valencia, o instituciones como la UEFA, a quien representó Gianni Infantino, su secretario General. Y por supuesto, Casillas, Ramos, Carvajal y Nacho, futbolistas del primer equipo, sucesores, dentro de lo que cabe de don Alfredo. Y muchos veteranos del Madrid: de Pachín a Pirri; de Santamaría a Hierro. O Gento, el hombre la seis Copas de Europa, al que Alfredo le decía «pará, pará», cuando echaba a correr por la banda: «Le tengo mucho cariño y para mí es una pena su muerte. No se ha ido, será recordado toda la vida por lo que ha sido y lo que ha dado. Sin él, el Real Madrid no hubiera sido lo que es hoy en día. Di Stéfano fue el mejor y gracias a él, el Madrid logró todo lo que ha conseguido, que no es poco. Seguro que nos está viendo y diciendo ¡Hala Madrid!».

Mientras, la gente seguía pasando, con tranquilidad. No había aglomeraciones, pero tampoco pausas. Eran miles de personas. Había niños que sólo querían hacerse una foto con Florentino y buscadores de famosos que preguntaban: «¿Tú quién eres?» cuando les sonaba una cara. Pero, sobre todo, querían despedirse, aunque ante un féretro o una foto, en una fila que no puede parar nunca está muy claro cómo se hace eso. Los adioses ya son complicados, más en circunstancias como la de ayer. El más sencillo fue un señor, que levantó levemente una mano para decir adiós, como nos despedimos a diario de los amigos, de la familia, de quien nos llena.