Motociclismo
Patada a la afición
La escena es desagradable, un tanto bochornosa, de incidente de medio pelo a la salida de una discoteca. O si lo prefieren, de patio de colegio por el gesto infantil de apartar a alguien con una patada. En todo caso, una acción impropia de un tipo al que admira medio mundo, que lleva veinte años en el negocio del motor y que es consciente de la tremenda expectación que despierta por donde pasa.
Debería serlo, al menos, porque gestos como el que tuvo con esa aficionada en el circuito de la Comunidad Valenciana manchan su imagen ante un público que le adora por sus gestas en los circuitos y su arrollador carisma fuera de ellos. O le adoraba, porque algunos empiezan a bajarse del carro de Valentino, incluso después de haberse disculpado (a su manera) con esa aficionada.
Nadie es eterno
Debe de ser muy difícil dejar de ser Valentino Rossi, el gran campeón. Un genio de las dos ruedas que ha reinado con puño de hierro durante tantos años y que ahora observa con rabia cómo chavales que le tenían en un póster de su habitación le superan sin pedirle permiso. Es la ley del deporte, nadie gana eternamente. Hay que ser inteligente para gestionar el ocaso, el descenso al terreno de los mortales. Valentino tiene dos años más de contrato y ganas de seguir en la brecha.
Sin duda, una gran noticia para los amantes de este deporte, pero cada día será más complicado para él. La temporada que viene compartirá equipo con Maverick Viñales, que tenía poco más de un año cuando el italiano debutó en el Mundial. Jorge Lorenzo se marcha a Ducati, un avión que sólo necesita un piloto que controle su tremenda fuerza. Y Marc Márquez, mientras, observa a todos con media sonrisa desde su altar de campeón del mundo. Valentino Rossi incluido.
Sí, nos espera una temporada apasionante.
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