Fútbol
Mundial femenino: El torneo de la explosión
España participa en su segundo campeonato del mundo de fútbol. Hace cuatro años la Roja no superó la primera fase. Desde entonces, el fútbol femenino ha cambiado mucho para mejor.
España participa en su segundo campeonato del mundo de fútbol. Hace cuatro años la Roja no superó la primera fase. Desde entonces, el fútbol femenino ha cambiado mucho para mejor.
Han pasado sólo cuatro años desde la primera participación de España en un Mundial femenino, pero parecen varias glaciaciones. La experiencia en Canadá resultó dolorosa para las internacionales, que regresaron con la paciencia al límite y forzaron la destitución del entonces seleccionador, Ignacio Quereda, el hombre que había dirigido la selección durante 27 años.
Desde entonces, con Jorge Vilda al mando, la selección ha crecido. Y han crecido también las selecciones inferiores, que en los últimos cuatro años han ganado dos Europeos sub'17, dos Europeos sub'19, un Mundial sub'17 y, además, han llegado a una final de un Mundial sub'20. El camino es el mismo que siguieron los hombres. Los éxitos en la absoluta llegaron después de muchos triunfos en las categorías inferiores. El modelo español fue copiado por otras federaciones, como la inglesa o la alemana. Pero ha tardado en aplicarse al fútbol femenino, abandonado durante años en la Federación española sin que nadie se ocupara de él.
España progresa y lo hacen también sus clubes. La muestra es el Barcelona, que ha llegado esta temporada a la final de la Liga de Campeones, aunque fue ampliamente superado por el Olympique de Lyon. Sin embargo, es el equipo español el que más jugadoras aporta a la Copa del Mundo por delante del francés.
El fútbol español progresa, pero todavía le quedan pasos que dar para competir. El número de licencias todavía es muy inferior al de otros países. Las 60.000 futbolistas federadas que hay en España quedan muy lejos de las 200.000 que tiene Holanda, con un tercio de la población española. Y nada comparable al más de millón y medio de licencias que hay en Estados Unidos. Aunque allí durante muchos años el fútbol fue cosa de inmigrantes y de mujeres. Toda la atención que no se llevaba el fútbol masculino la atraía el fútbol femenino.
Las estadounidenses han ganado tres de las siete ediciones que se han disputado. Leyendas como Mia Hamm participaron en las dos Copas del Mundo que ganaron en 1991 y 1999. Su heredera mediática es Alex Morgan, una de las estrellas de la selección de Estados Unidos que participa en este Mundial. Morgan es una estrella que también jugó durante una temporada en Europa, en el Olympique de Lyon, probablemente el mejor equipo del mundo. Fue una de las pioneras en la lucha por la igualdad con el fútbol femenino. La canadiense Christine Sinclair, la australiana Steph Catley y ella fueron las primeras mujeres en aparecer en la portada de un videojuego de fútbol, el FIFA, en 2015.
Este Mundial es también el de la lucha feminista. La actual Balón de Oro, Ada Hegerber, ha renunciado a disputar el Mundial en su pelea por lograr la igualdad entre hombres y mujeres. Esta Copa del Mundo reparte 26 millones de euros en premios, muy lejos de los 350 que repartió el año pasado el Mundial masculino. Pero la reclamación de Hegerberg no es sólo económica. La federación noruega accedió a igualar los premios de la selección masculina y los de la femenina. Pero eso no ha sido suficiente para ella. Es una cuestión de respeto. «Ha sido muy duro. He estado rota mentalmente, deprimida y con pesadillas, pero si quieres llegar a algún sitio en la vida, tienes que tomar decisiones», admite.
En España, los 60.000 espectadores que presenciaron el Atlético-Barcelona en el Metropolitano son una señal de que algo se mueve. Aunque se accedía con invitación, es una muestra de que del fútbol femenino interesa cada vez más. Igual que los dos millones de espectadores que presenciaron la final de la Copa de la Reina por televisión.
El camino de la selección que dirige Jorge Vilda comienza contra Sudáfrica (GOL, 18:00 h.), el rival más cómodo de los tres de la primera fase. China y Alemania completan el grupo. Las alemanas son una potencia histórica, ganaron dos Copa del Mundo consecutivas, en 2003 y 2007, y en la última edición fueron semifinalistas. China fue una de las pioneras en el Mundial femenino, organizó la primera edición y repitió en 2007, aunque en ninguna de las dos ocasiones alcanzó las semifinales. Sí lo logró en 1995 y en 1999, cuando fue subcampeona mundial.
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