Juegos Olímpicos
Sochi inaugura los Juegos Olímpicos más caros de la Historia
Putin exhibe el orgullo ruso en Sochi
La ceremonia inaugural repasó el pasado del país y aludió a la herencia comunista.
No hubo lugar a grandes discursos políticos, casi mejor. Con dos frases cortas y protocolarias el presidente ruso Vladimir Putin proclamó ayer inaugurados los JJ OO de invierno de la XXII Olimpiada que acoge la ciudad de Sochi, los primeros que alberga el país en su historia. El efusivo saludo del presidente con el alemán Thomas Bach en el palco al comienzo de la ceremonia de apertura fue simbólico, pues ambos se juegan mucho en la cita. En medio del aluvión de críticas internacionales a Rusia, el presidente del COI ha defendido la elección de Sochi contra viento y marea. Sirva como ejemplo que, para evitar dar explicaciones o entrar en contradicción con la postura oficial del comité, rechazó sistemáticamente desde hace meses todas las insistentes peticiones de entrevista de los medios de su país, especialmente críticos con la organización y el respeto a los derechos humanos en Rusia. Para Bach, campeón olímpico de esgrima en el 76, éstos son sus primeros JJ OO al frente del comité, tras sustituir a Jacques Roche. En su discurso, con algún cameo en idioma ruso para ganarse al público, instó al diálogo político y agradeció la paciencia y comprensión durante estos años de los habitantes de Sochi y de la región de Krasnodar. «Son los Juegos que podemos disfrutar entre todos, y con todos, sin ningún tipo de discriminación. Como deportistas, hay que dar ejemplo, los Juegos no crean muros, sino que tienden puentes», concluyó Bach.
Para los últimos relevos de la antorcha olímpica la organización escogió a iconos del deporte ruso, como la tenista María Sharapova, la atleta Elena Isinbayeva (embarazada), el luchador de grecorromana Alexander Karelin o la gimnasta Alina Kavaeva. A esta última, por cierto, se le atribuye una relación sentimental con Putin, motivo por el que el presidente se habría divorciado de su esposa en 2013. Pero la última posta de la antorcha la completaron, como no podía ser de otra manera, deportistas rusos de disciplinas de invierno: Vladislav Tretiak, leyenda del hockey hielo soviético, e Irina Rodnina, una de las más grandes de la historia del patinaje artístico, campeona olímpica en tres ediciones diferentes. Ambos encendieron juntos el pebetero, con forma de plataforma de lanzamiento de cohetes, una referencia a la carrera espacial, uno de los grandes orgullos del país. A diferencia de las ceremonias de los Juegos de verano, el desfile de los atletas llegó casi al comienzo. Fueron cerca de 3.000, de 88 nacionalidades diferentes, un récord para el evento, superando las 82 de la edición previa. Hasta siete países hicieron su debut en JJ OO de invierno: Dominica, Malta, Tonga, Paraguay, Timor Oriental, Togo y Zimbabue. Ya se sabe que si de algo presume el COI es de tener más países miembros que la ONU. Pero lo cierto es que de esas 88 nacionalidades representadas en Sochi no pocas son artificiales, naciones que no han visto en toda su historia un copo de nieve. Hay 18 países que acuden con un solo deportista, en muchos casos invitado por el comité. Para la organización, lo mejor de la ceremonia es que no sucedió nada fuera de guión, no se vio ningún acto reivindicativo. Recordamos que el COI amenazó en los días previos con multas a los deportistas que llevasen las reivindicaciones políticas fuera de la sala de prensa.
En las tribunas del estadio Fisht se vieron caras conocidas: el dueño del Chelsea Roman Abramovich o el matrimonio Brad Pitt-Angelina Jolie, entre otros. A pesar de los disparatados precios apenas hubo asientos vacíos. Las entradas para la tribuna inferior, que supone aproximadamente la mitad del aforo del recinto, costaban 50.000 rublos, unos 1.100 euros al cambio. Para las tribunas altas los precios oscilaban entre los 700 y 500 euros. La temperatura dentro del estadio, sólo parcialmente techado, rondó los seis grados durante la ceremonia. El evento, cercano a las tres horas de duración, abrió con un repaso a la historia de Rusia y a sus principales iconos a través del alfabeto cirílico. Se rindió homenaje al siglo de oro de la cultura nacional (XIX), que dio artistas como Tchaikovski o Dostoievski. La prima donna del Teatro Bolshoi de Moscú, Svetlana Sajarova, interpretó un vals, dentro de una escena de la celebérrima novela Guerra y Paz, de Tolstoi.
En su repaso por la historia del país, la ceremonia no eludió la revolución de 1917 y la herencia comunista. La organización, en plena polémica por la ley rusa contra la propaganda homosexual, tuvo un guiño con la comunidad gay con la inclusión en la agenda de un número musical del dúo ruso tATu, compuesto por dos chicas (Lena Katina y Julia Volkova) supuestamente lesbianas, extremo nunca confirmado o desmentido.
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