Moscú
Sochi, oro en seguridad
Los controles superan a los de los Juegos de Londres Es obligatorio llevar la acreditación hasta para ir al baño
Al pagar un desodorante en el duty free de Barajas ya se nos avisa. Ese producto sólo puede llegar hasta Moscú. Al llegar a Sochi habrá que tirarlo porque en la ciudad olímpica no se puede entrar con ningún tipo de líquido sin facturar, ni siquiera agua. Es una de las muchas normas con las que el visitante se encuentra al llegar a esta localidad ubicada en la costa del Mar Negro que, durante la celebración de los Juegos, se ha convertido en un fortín. Sus movimientos se vigilan incluso desde el espacio.
En el mayor evento deportivo del planeta, la seguridad es un apartado fundamental y la amenaza terrorista la ha convertido en una obsesión. Los controles son más frecuentes que en Londres 2012 y la presencia policial, mucho más visible. La carretera que une Adler, sede de las disciplinas de hielo, con Krasnaya Poliana, donde se disputan los deportes de nieve, y que se construyó para este evento, está cerrada al tráfico convencional. Por ella sólo pueden circular vehículos olímpicos, pero hay Policía, militares y seguridad privada cada cien metros. Nada más entrar en uno de los muchos autobuses que realizan trayectos entre instalaciones, se sellan puertas, ventanas, capó y maletero para evitar la entrada de intrusos. Tras el precintado, todos los pasajeros deben validar su acreditación de alta seguridad dotada con código de barras. El rastreo con perros policía es algo habitual.
Una de las novedades de Sochi es que hasta el público lleva identificación, lo que hace imposible la reventa. Al llegar al destino, más controles. Pase de acreditación, tornos, arco detector de metales y cacheo, en algunos casos, hasta dos y tres veces. Incluso se registra a los niños más pequeños.
Dentro del Parque Olímpico o de cualquiera de las instalaciones no se puede fumar, ni beber alcohol y la entrada de alimentos está restringida. Si durante el intermedio de una prueba,se tiene previsto ir al baño, mejor no olvidarse la acreditación porque la volverán a pedir. Y si el alojamiento es uno de los buques-hotel del puerto, habrá dos controles más y se obliga a encender todos los dispositivos electrónicos.
A pesar de que la red de transportes, especialmente el tren, funciona muy bien, como algunas competiciones terminan de madrugada, el público vuelve a sus hoteles en taxi. La picaresca local ha doblado las tarifas habituales. Si antes de los Juegos el trayecto de Adler al aeropuerto de Sochi, que está muy cerca, costaba 500 rublos (10 euros), ahora lo habitual es pagar 1.000 (20).
Sochi ha sido las dos últimas semanas la ciudad más segura del mundo, aunque resultaba difícil comunicarse. La mayoría de voluntarios y personal para atender a los visitantes, incluso en el aeropuerto, no habla nada más que ruso o, como mucho, chapurrea un inglés rudimentario. Entre la Prensa española se comenta que lo único que saben decir los taxistas rusos es «guan fausend», mil –one thousand– en inglés.
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