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Y «Jota» cumplió su sueño

José Luis ganó un triatlón en Río tres años después de quedarse ciego. No podrá estar en los Juegos porque su categoría no es olímpica

José Luis y su guía, Fran, con la medalla que ganaron en Río
José Luis y su guía, Fran, con la medalla que ganaron en Ríolarazon

En septiembre de 2012 José Luis García, «Jota», se enteró de que no volvería a ver. La doctora le quitó la venda de los ojos y empezó a hacerle pruebas. Se puso seria y le dio la mala noticia. «No se preocupe, que en 4 años me va a ver en Río en los Juegos Paralímpicos», fue su reacción; así, directamente. «Aunque tienes derecho al pataleo, desde fuera quizá se vea de una forma, pero desde dentro no tienes más remedio que mirar hacia adelante», afirma. El 1 de agosto, José Luis estuvo en Río compitiendo en un triatlón que sirve como una prueba de la Copa del Mundo y como ensayo para los Juegos. Y, junto a Fran Nieva, su guía, ganó. «De alguna manera, he cumplido mi sueño», asegura. Lo que deseó al enterarse de que sería ciego se hizo realidad, aunque no podrá participar en los Paralímpicos de Río 2016 porque su categoría no es olímpica.

Casi tres años han pasado entre un momento y otro. La historia es la siguiente. José Luis tenía desde pequeño una enfermedad llamada uveítis. Los ojos se le inflamaban y se le iban produciendo lesiones. «Y a los 23 años perdí el izquierdo, pero me saqué el carné de conducir, el de moto... Hacía vida normal», relata. Poco después entró en la universidad para estudiar Óptica y Optometría. A los 28 años, el ojo derecho empezó a sufrir el mismo proceso que el izquierdo. Se hizo una primera operación en septiembre de 2011. «No pensaba que me iba a quedar ciego, incluso creía que al salir del quirófano iba a ver mejor», admite «Jota». Pero no fue así. Volvió a ser intervenido en febrero, en mayo y en septiembre antes de saber que no había solución. El deporte fue una vía de escape. «Siempre me gustó. Jugaba al fútbol y era aplicado, pero nunca destaqué», reconoce José Luis, que quedó prendado del triatlón al ver una prueba en su pueblo, Buitrago del Lozoya, antes de perder la visión. «Decía: “Esto es una pasada”», explica. E incluso durante su convalecencia, fantaseaba tumbado en el sofá con que practicaba esta disciplina. Teresa Perales, la nadadora paralímpica que ha ganado tantas medallas como el mismísimo Phelps, le animó a que lo practicara. «Llamé a la Federación y dije: “Me llamo José Luis, soy ciego y quiero hacer triatlón», recuerda. Así acabó en el Ecosport, un club de Alcobendas. Así pasó de pesar 105 kilos a pesar 74. Así llegó a ganar en Río.

Y aquí es donde entra la mitad de José Luis, Fran, al que conocía desde hacía años. Es bombero en Madrid, «un animal de deportista», según «Jota», y había sido triatleta tiempo atrás. «Hay gente que, cuando te quedas ciego, aunque te quiere, no sabe cómo comportarse y mi sensación es que Fran era de esas personas; estaba como en la retaguardia», piensa José Luis. Sucedió que le dieron un tándem para que empezara a practicar y la primera prueba, con su amigo Pablo, fue un desastre. Sucedió también que los padres de «Jota» vieron a Fran, éste les preguntó por su hijo, le contaron los problemas que tenía con la bicicleta y al día siguiente allí estaba para ayudarle... hasta hoy. «Es mi amigo, mi hermano... No existen palabras para definir lo que es Fran para mí», dice José Luis. «Es un pilar», lo define Fran. Juntos van en bicicleta, corren y nadan, lo más difícil de coordinar. Ahora son como un matrimonio hasta «para discutir». «Fran bromea diciendo que me ve más a mí que a su mujer y a sus hijos. Acabas siendo uno», desvela José Luis. La aventura de ambos fue contada en un corto que participó en el festival «Jameson Notodofilmfest» y que puede verse en la web de LA RAZÓN.

A Río no irá en 2016, pero podría llegar a los Juegos de Tokio 2020, en los que su categoría ya estará incluida. «Es un sueño, pero quedan cinco años y mira si me quedan antes sueños que cumplir», dice quien ha aprendido a apreciar cada minuto de la vida: «Me gustaba el José Luis de antes de perder la vista y he insistido en ser la misma persona, pero ahora quiero disfrutar cada momento. En ese sentido sí me ha cambiado», concluye.