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Días negros para la lírica

Lomana en el salón de costura de Malne
Lomana en el salón de costura de Malnelarazon

Hay momentos en los que la indignación me sobrepasa. No entiendo muchas cosas que están ocurriendo en España y fuera de ella. Cuando empiezo a escribir esta crónica se me agolpan en mi cabeza mil temas que me cuesta ordenar para que el texto resulte medianamente coherente. Hay dos agravios que a muchos españoles nos han dolido en lo más profundo. La pésima actitud de la Reina y la Princesa de Asturias este fin de semana y la puesta en libertad de Puigdemont. Días negros para nuestra patria.

El martes me enviaron un vídeo al que no podía dar crédito y que visualicé al menos diez veces. No era la primera vez que veía desplantes tremendos por parte de Doña Letizia hacia nuestra Reina Emérita. Este verano pudimos contemplarlo a la entrada del palacio de La Almudaina, cuando pasó como una exhalación delante de Doña Sofía sin detenerse a mirarla. Pero lo ocurrido el pasado Domingo de Resurrección en la Catedral de Mallorca delante de la prensa y el público allí congregado fue tan tremendo e innecesario que se cargó en un segundo la imagen de su hija, la Princesa de Asturias, que ella tanto cuida. En mi opinión, fue terrible ver a esa niña retirar el brazo de su abuela dos veces sin ningún respeto ni educación. Esa triste secuencia y el significado de la pasada de mano de su madre por el pelo que la hizo reaccionar de esa forma tan impresentable, así como los paseos de Doña Letizia delante de la abuela y las niñas para impedir la foto es lo que nos dejó sin habla e intentando comprender cómo alguien que representa a la primera institución de España puede perder las formas y comportarse de esa manera, sin ningún respeto al Rey ni a todos los allí presentes.

Felipe VI, que es una persona extraordinaria y está esforzándose cada día por servir a España de manera impecable, no se merece a una consorte así. No puedo evitar que me recuerde a Catalina de Rusia, una princesa polaca, jovencita, que llegó a la corte rusa para casarse con el zar. Todos pensaban que era inofensiva, pero se cargó a toda la familia, incluido su marido, haciéndose ella con el poder y siendo una zarina déspota e implacable. Ayer también sentimos una enorme sensación de impotencia y desánimo. El único resarcimiento moral que teníamos los españoles que respetamos la Constitución ante el golpe de Estado de Cataluña era la actuación del juez Llarena ante la pasividad de este Gobierno incapaz de reaccionar frente a tanta humillación y calumnias sobre España, ofreciendo una imagen pésima que ni siquiera nuestra diplomacia ha sabido defender y contrarrestar en Europa. Así como ese tibio 155 y el apocamiento de Rajoy en la fase aguda del desafío independentista que dejó abandonadas a nuestras fuerzas del orden. Todo este cúmulo de equivocaciones le va a pasar factura al Ejecutivo. Cuando se cometen errores desde el principio, dejando que todo se corrompa, luego no valen las lamentaciones y tendrán que pagar las consecuencias.

En Alemania, como en el resto de Europa, no se permite el más mínimo atisbo de revuelta independentista y ni en sueños un referéndum contra la ley como el que tuvieron los catalanes. Corren malos tiempos, pero confiemos en jueces como Llarena, intentemos disfrutar del fin de semana y dejemos que fluya el aire fresco, que, de momento, está muy denso.