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Las empresas en un mar de dudas

La confianza de las compañías para el último trimestre del año cae casi tres puntos. Un mal final para un 2019 en el que han aumentado las disoluciones y han caído las creaciones. Sectores como el de la energía, la industria o el financiero son los que atraviesan mayor incertidumbre

Los carteles de liquidación o cierre se han multiplicado este último año
Los carteles de liquidación o cierre se han multiplicado este último añoDAVID JARLa Razón

En la semana postelectoral los empresarios suelen ser protagonistas. Piden que se forme un gobierno que cumpla determinadas condiciones: estabilidad para contar con seguridad, que no les acribillen a impuestos y que se priorice la economía real, la que conforman los trabajadores y los consumidores. Hay prisa y ansia porque ese puzle encaje, pues las compañías españolas están en su peor momento de los últimos años. En los 10 primeros meses de 2019, las disoluciones de sociedades han aumentado un 2,1% y las creaciones han bajado un 2,8%, según un informe de Crédito y Caución. Y la cosa irá a peor en el último trimestre del año. Fechas para las que los empresarios han reducido su confianza en casi tres puntos, apunta el Instituto Nacional de Estadística.

El pacto de gobierno firmado por el Partido Socialista y Unidas Podemos el pasado martes es una de las causas de esa mayor desconfianza. Que los dos principales socios del Ejecutivo sumen solo 155 diputados no asegura estabilidad para los próximos meses. Además, las compañías esperan un aumento de la presión fiscal e incluso una nueva subida del salario mínimo. Así que el puzle no le termina de encajar a las empresas, especialmente a las pymes (el 98% del total de corporaciones en España), que ya tienen la soga al cuello en cuanto a impuestos y sueldos.

«Nos encontramos en un contexto de aumento de los costes laborales, que se fundamentan, por un lado, en el coste salarial y, por otro, en las cotizaciones sociales. En este último punto es donde estamos observando un encarecimiento muy importante por las medida tomadas de forma unilateral en los últimos años. Esto supone una presión añadida sobre las pymes», cuenta el director de Economía de Cepyme, Carlos Ruiz.

En definitiva, tienen poco margen para que desde el Gobierno se les pidan más esfuerzos. Y menos en la etapa en la que nos encontramos, con un claro descenso del flujo del dinero. Los consumidores gastan menos y se inicia un efecto dominó. El próximo paso es la reducción de las ventas, seguido de la menor necesidad de producir. Así hasta llegar a la última ficha, que simbolizaría la caída del conjunto de la economía española, que recientemente ha revisado su crecimiento para 2019 a la baja.

Toda esta suma de agravios ha conducido al incremento de la desconfianza empresarial, que «impacta sobre sus decisiones productivas y de inversión», indica el economista, consultor estratégico, profesor e investigador en ESIC Business & Marketing School, Fernando Castelló, generándose una caída de la actividad corporativa.

Dicha desconfianza ha sido provocada por factores internos, como la incertidumbre generada por estar más de la mitad del año sin ejecutivo. También han tenido mucho que ver los factores externos, ante los que nuestro país y sus compañías solían estar protegidos pero que ahora les golpean directamente. Fuentes de Ibeinform apuntan que «en gran medida la recuperación de la economía española de la última década se ha apoyado en la fortaleza de su tejido exportador. Sin embargo, en el contexto actual de desaceleración global, ese aperturismo nos hace especialmente vulnerables a la evolución de la demanda externa. De acuerdo con nuestros datos, el 40% de las empresas españolas se está viendo perjudicadas por eventos como el Brexit o la guerra comercial entre EE UU y China».

Castelló añade la inestabilidad política en algunos países importantes de Latinoamérica (Bolivia, Chile o Argentina) como motivo de preocupación para las empresas españolas que, históricamente, han mantenido una fuerte relación con ese continente.

MOROSIDAD: Estas turbulencias políticas han empujado a una ralentización económica global que genera un descenso de la actividad a nivel internacional. De esta manera, compañías de todo el mundo ingresan menos y poseen menos liquidez para, a su vez, pagar a sus proveedores sean del país que sean. El Índice Crédito y Caución de Incumplimiento señala un empeoramiento de la media de impago soportado por la empresa española del 6,5% en el tercer trimestre del año. Una tendencia que se observa en toda Europa.

Aunque, eso sí, en nuestro país el problema de la morosidad empresarial resulta peor que en el resto del continente. «Los plazos de pago en España se mantienen en niveles más altos que en otros mercados europeos. Nuestros estudios indican que el 81% de las empresas españolas debe asumir plazos de pago más largo de los que quisiera», destacan desde Iberinform, y recuerdan que «el crecimiento de los niveles de impago afecta de forma severa a la rentabilidad de las empresas poniendo en riesgo su continuidad».

Carlos Ruiz subraya que la tasa de morosidad interempresarial está repuntando. Y asegura que Cepyme estima que todas las demoras en los pagos a pymes suman el 0,1% del PIB. Y un buen puñado de las pequeñas empresas no tienen recursos propios suficientes para sobrevivir a la morosidad de sus clientes.

ENERGÍA: Por lo tanto, el crecimiento de la morosidad se apunta como una de las razones del aumento de las disoluciones empresariales. No obstante, el sector que más volumen de compañías ha perdido en los primeros 10 meses de este año, un 95% más que el pasado, ha sido el de la energía, que en la misma época ha creado un 80% de nuevas corporaciones.

El balance es de un 15% menos de coporaciones en este sector. Aunque lo realmente interesante es conocer por qué se ha producido un flujo tan elevado de salida y entrada de empresas energéticas. Ruiz apunta a los «cambios regulatorios, la liberalización y la nueva configuración del mercado», que ha producido que «nuevos actores quieran posicionarse no solo en la comercialización, sino en el transporte o la distribución de este sector que, a día de hoy, es muy dinámico».

Además, fuentes de Iberinform agregan que se trata de un sector compuesto por un escaso número de compañías, «por lo que puede registrar una mayor volatilidad». Una característica que comparte con el otro segmento de la economía en el que más incidencias han tenido las disoluciones y creaciones durante este 2019, la industria.

INDUSTRIA: Este sector ha perdido un 4,3% más de empresas en los primeros 10 meses de este año que en 2018 y, al mismo tiempo, ha dejado de generar un 6,2% menos sociedades. El saldo es bastante negativo para la industria, que depende en gran medida de una de las partes de la economía que más se está resintiendo por culpa de las tensiones que azotan a todo el mundo, el comercio exterior.

Ruiz resalta la exposición de la industria manufacturera a los factores externos como algo muy perjudicial en estos momentos. Aunque en Inberinform reconocen las dificultades que atraviesa el sector, no ven el panorama completamente negro: «Los indicadores agregados de producción y pedidos industriales para el conjunto del año muestran todavía un buen comportamiento, si bien la evolución en los últimos meses muestra algunos retrocesos interanuales, por ejemplo en la cifra de negocios de la industria».

FINANCIERO: Otro sector que atraviesa una etapa convulsa es el financiero. En los 10 primeros meses de 2019 ha perdido 18,4 empresas más que el año anterior, mientras solo ha sumado un 7,5% más de compañías. Estos datos se deben a que las entidades han llevado a cabo importantes operaciones (han comprado o se han fusionado con otras, por ejemplo) que han acabado en una profunda reestructuración del sector.

Además, explica Fernando Castelló, ha aparecido un nuevo actor, las fintech (entidades financieras que aplican tecnología innovadora), que se encuentran en continuo desarrollo. Y en ese progreso de los negocios no todas tienen éxito. Algunas logran establecerse, pero otras no consiguen afincarse en un sector altamente competitivo.

Para Castelló, las actividades energéticas, industriales y financieras poseen algo en común. «La evolución estratégica de estos sectores sitúa su dinámica societaria en un momento propicio para un desarrollo orgánico y no orgánico cuyos efectos colaterales son los procesos de disoluciones».

CAPITAL: Las buenas noticias para el conjunto de las empresas provienen, precisamente, de las entidades financieras, que están abriendo la mano con los créditos impulsadas por la política monetaria expansiva del Banco Central Europeo. Las compañías, de este modo, recurren menos a opciones más complejas para financiarse, como las ampliaciones de capital. Las corporaciones que las usan se han reducido un 3,2% respecto al año anterior. Aunque no solo se debe a la facilidad de obtener crédito bancario, también a que, opina el directo de Economía de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Gregorio Izquierdo, «la dinámica mercantil se ha ralentizado, pues suele ir pareja al ciclo económico».

Además, en un contexto de desaceleración, las empresas no tienen la premura por crecer y, por lo tanto, no acuden a sus recursos propios (como las aportaciones de los socios) para acometer nuevos proyectos. La nueva legislación tampoco fomenta realizar ampliaciones de capital porque encarece a través de impuestos los dividendos (que son el beneficio que se reparte entre los accionistas, por lo que si se amplia capital con la entrada de más accionistas, la empresa tendrá que abonar más dividendos sometidos a una mayor presión fiscal). En estas circunstancias, «es normal que las compañías tengan menos posibilidades de contar con los recursos de los accionistas», explica Gregorio Izquierdo.

TAMAÑO: Tras las disoluciones y creaciones de los primeros 10 meses ha quedado una demografía empresarial formada por 1.318.915 compañías, un 0,13% menos que hace 12 meses, según datos de la Seguridad Social. De todas ellas, 1.314.060 son pymes, registrando una reducción del 0,15% en dicho periodo. Y 4.855 son grandes corporaciones, un 3,45% más.

En conclusión, nuestro país tiene menos compañías que en 2018, pero cuenta con un mayor volumen de empresas de alta capacidad. En este sentido, Gregorio Izquierdo indica que «España posee un problema de tamaño empresarial respecto a su entorno más inmediato (pues casi todas las compañías son de dimensiones reducidas). Así que le viene bien ganar magnitud. Es positivo para ser más competitivos, productivos y para la internacionalización y para la investigación y el desarrollo. Pero eso sí, el tamaño de las empresas debe crecer a la par que el número total de empresas». Esa sería la forma más sana de conseguir un volumen de demografía corporativa

correcto, pero no se está cumpliendo porque, como se ha dicho, el total de compañías ha descendido durante el último año.

Castelló subaraya los efectos positivos del incremento del tamaño de las empresas: «La productividad aumenta conforme se despliegan las inercias propias de la dimensión empresarial. Por consiguiente, un incremento del peso relativo de las empresas de mayor tamaño en el conjunto de la economía, por su efecto composición en el agregado empresarial, representa avances en la productividad y competitividad sectorial».

Además, Castelló destaca que el tamaño de las empresas guarda una relación directa con su capacidad competitiva en los mercados, según demuestra la evidencia empírica, argumenta Castelló. Por lo que el crecimiento de las compañías posicionaría aún mejor a la economía española en el panorama internacional.

FUTURO: Aunque ahora mismo nuestro país se encuentra en un buen lugar gracias a los datos de crecimiento, pues nuestro PIB continúa en aumento y por encima de la media de las economía de nuestro entorno. Por ese motivo, a pesar de los malos augurios que persiguen a las empresas, desde la patronal empresarial CEOE mantienen cierto optimismo. En este sentido, Gregorio Izquierdo comenta que «las perspectivas para el año que viene son positivas en la medida en que no tenemos inflación, sí superavit exterior, y crecemos más que nuestros socios continentales. También dependerá de que se prosiga con las prioridades que España para que podamos seguir a la cabeza de Europa y haya un clima favorable para las empresas».

Por su parte, el director de Economía de Capyme, Carlos Ruiz, quiere recordar que, aunque los datos muestren un retraimiento de la salud de las compañías, los ciudadanos no deben temer el regreso a las situaciones que vivieron hace una década. «Se debe señalar que los registros que se produjeron en 2009 o 2012 no los tenemos hoy, ni tampoco hay perspectivas de que se produzcan», concluye alejando el pánico. Todavía estamos muy lejos de aquella situación, y esperemos que la política no nos acerque.