La crisis del euro
El avance del populismo fuerza a Europa a poner en cuarentena la austeridad
BRUSELAS- Europa está enferma desde 2008, pero la medicina de la austeridad, que había calmado los síntomas en los últimos meses, ha revelado tener efectos secundarios indeseables. El voto de los italianos ha demostrado que los ciudadanos no están dispuestos a esperar más las vitaminas para la economía real, aquellas que en forma de políticas de crecimiento e inversiones compensen todos los esfuerzos que se les está pidiendo a los hogares.
El líder del Movimiento Cinco Estrellas, Beppe Grillo, el gran vencedor de los comicios, hace un resumen de la situación que es todo un diagnóstico: «Los italianos prefieren un salto hacia el vacío que un suicidio asistido».
Lo más grave es que esta sensación de desazón de los italianos es compartida por gran parte de la población europea, que cada vez entiende menos a dónde le llevan sus políticos en materia económica y se muestran desasistidos por lo que hasta hace unos años era toda una referencia: la Unión Europea.
De hecho, Italia siempre ha sido una nación que se ha caracterizado por su apuesta proeuropea, un hecho que se demuestra en que en los años 90 los ciudadanos hicieron grandes esfuerzos en materia económica para entrar en el euro, que por entonces era un claro objetivo político.
Sin embargo, ahora, la solución de urgencia encarnada por el tecnócrata Mario Monti en 2011, que todo el mundo abrazó como si fuera un bombero ante el incendio de los mercados, se ha desvanecido durante el transcurso de 2012 ante la evidencia de que su voz en Europa caía en saco roto frente a la apisonadora de la austeridad impuesta por Alemania, y el «sueño europeo» se ha tornado en pesadilla hacia la incertidumbre.
El ministro del Presupuesto galo, Jerôme Cahuzac, utiliza precisamente ese hecho para defender la necesidad de aplicar con flexibilidad el calendario de reducción del déficit público. «Monti tenía el apoyo de la Comisión y de los mercados, pero la política que ha hecho no ha sido suficientemente comprensiva frente a los sufrimientos de los ciudadanos. Por eso, el Gobierno galo tiene razón cuando dice que no puede pedir a los franceses esfuerzos suplementarios para cumplir el 3% este año», señala.
Hasta en tres ocasiones Monti ha viajado a Bruselas para pedir una mutualización de la deuda y una auténtica política económica común, que pongan fin al desfase cruel del norte frente al sur de Europa, que desangra a los países periféricos y alimenta la maquinaria de Alemania, Austria o los nórdicos. Sin embargo, el grito del ex comisario, que partía con un prestigio internacional sin paliativos, ha sido ahogado por la canciller alemana, Angela Merkel, que no ha querido ni oír hablar de más solidaridad en su año preelectoral, que se ha atrincherado en contra de la emisión de eurobonos y ha estirado todo lo que ha podido la puesta en marcha de la unión bancaria.
Ante eso, los italianos han visto el palo de Bruselas, pero ninguna zanahoria al final del camino. Eso, sin contar que lo que se denomina como «Bruselas» no es un gobierno que imponga nada, sino una suerte de «coalición de gobiernos» conservadores o socialdemócratas que acuerdan una línea determinada de actuación.
De ahí que las elecciones italianas hayan ahondado en el miedo creciente de las instituciones comunitarias y las capitales hacia un rebrote del antieuropeísmo y el populismo, en cada país bajo formas diferentes (UKIP británico, Partido Pirata sueco, Le Pen en Francia, etc..), pero todos unidos en contra del supuesto gigante comunitario de 27 cabezas.
Eurocámara fragmentada
En ese escenario, los grandes partidos europeos, populares y socialistas, temen una debacle electoral en 2014, año de la renovación del Parlamento Europeo, ese órgano que a fuerza de interés comunitario ha ganado en prerrogativas y sin el cual cada vez se puede avanzar menos en la integración. Según las primeras estimaciones, los grupos hoy mayoritarios perderían hasta 50 diputados cada uno, lo que les privaría de la mayoría del hemiciclo y les dejaría en manos de esos grupos antieuropeos. Queda por ver qué futuro hay para una Europa gobernada por una Eurocámara fragmentada y plagada de radicales, y por gobiernos sujetos a la inestabilidad de sus cámaras.
Portugal se echa a la calle contra la «troika»
Cientos de miles de portugueses inundaron ayer el centro de Lisboa para protestar contra la política de austeridad y pedir la dimisión del Gobierno, mientras entonaban el himno de la Revolución de los Claveles. Los manifestantes en la capital y otras 40 ciudades del país fueron convocados por el movimiento cívico «Que se fastidie la troika», que ya organizó el pasado septiembre una de las protestas más multitudinarias de Portugal
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