Jubilación
El envejecimiento trastoca el mercado laboral y el consumo
Además de que pone en jaque el estado del bienestar en su conjunto, la mayor esperanza de vida y la escasa natalidad también provocan otros cambios, como el de la mentalidad de los trabajadores o los hábitos de consumo.
El envejecimiento es una inquietud personal inevitable, pero también ha pasado a convertirse en una preocupación colectiva. La longevidad del conjunto de la ciudadanía no para de crecer y sus efectos son cada vez más visibles, como el aumento del gasto en pensiones, el aumento de la edad media de la población activa o los cambios en los hábitos de consumo. Las consecuencias se palpan especialmente en la economía, y las previsiones de continuidad del envejecimiento auguran futuras alteraciones y retos que se han de resolver.
En 1978 la edad media de España era de 33,32 años. Entonces, se comenzó a producir una caída precipitada de la tasa de natalidad que nunca se ha recuperado, y este fenómeno acompañado de un incremento progresivo de la esperanza de vida ha resultado en que el conjunto de la población haya envejecido hasta alcanzar los 43,18 años en 2018. Y aún se seguirá produciendo un «aumento significativo y persistente de la longevidad que podría afectar a nuestro sistema de bienestar, ya que implicaría realizar un mayor gasto social no fácilmente compensable», afirma José Manuel Jiménez, director del Instituto Santalucía.
Inyección económica
Un reciente dato publicado por el Ministerio de Seguridad Social lo refuta. En junio se han rebasado, por primera vez en la historia, los 9.000 millones de euros en gasto mensual en pensiones (mientras en 2008 era casi un tercio menor). De las cinco modalidades de las prestaciones contributivas, las tres con más inscritos están directamente relacionadas con la vejez y sus efectos: incapacidad permanente (9,91%), viudedad (24,55%) y la jubilación, que suma 5.904.918 pensiones (61,55%) de las 9.592.963 totales.
La futura prestación de jubilación corre riesgo de sufrir aún más cambios en el futuro, para adaptarla a las necesidades de una población más longeva. Al cierre de esta década el número de pensiones de jubilación habrá aumentado en casi un millón hasta el entorno de los seis millones, y el importe medio recibido habrá crecido más de 200 euros (logro que, de hecho, se ha superado justo este mes).
Y en los siguientes diez años, a partir de 2020, el aumento de la longevidad haría multiplicarse aún más el gasto en pensiones. Por lo tanto, cabría replantearse, según Jiménez, «aspectos como el retraso en la edad de jubilación ya que vidas más largas van a requerir de un mayor capital que esté formado tanto por aportaciones voluntarias como obligatorias durante más años».
Además, apunta que en otros países se han incentivado otros modelos, como el de compensación de la prestación pública con otra de empresa o el desarrollo de sistemas de cuentas individuales o nocionales, que seguirían siendo de reparto pero, en lugar de acumular las cotizaciones en unas arcas comunes, como ahora, cada trabajador tendría una cuenta virtual en el que a lo largo de su vida laboral iría reuniendo sus propias cotizaciones.
Los costes sociales no se reducen simplemente a las pensiones. El gasto en recursos sanitarios y de entretenimiento, para una población envejecida que los requerirá, se incrementarán de la misma manera, explica el profesor de EAE Business School, Javier Heredia Yzquierdo. Él recuerda que los mayores no son consumidores pasivos y, de hecho, cada vez su papel en la economía es más activo. Tanto es así que la presión social ejercida para lograr una subida de las pensiones, además, demuestra que ha crecido la influencia de los grupos de edad más longevos en las tomas de decisiones.
Mercado laboral
El conjunto de los trabajadores, inevitablemente, también está envejeciendo. La población activa entre 20 y 24 años ha pasado de representar el 7% del total en 2010 al 5,4% en 2017; el segmento de entre 25 y 29, del 12% al 9,2%, y el de entre 30 y 34, del 15,4% al 11,1%. Al contrario, los grupos de edad más altos incrementan su participación. La franja de 50 a 54 años ha aumentado del 10,4% al 12,9%; la de 55 a 59, del 7,3% al 10,2%, y la de 60 a 64, del 3,8% al 5,3%.
Heredia Yzquierdo, sostiene que la mayor longevidad de la población activa «no es una simple tasa de reposición de alguien mayor por alguien más joven haciendo el mismo trabajo». Para él, se podría tratar de un obstáculo para el cambio en la mentalidad en el perfil de los empleados, pues que los jóvenes exigen mayor flexibilidad, formación continua, una aproximación al empleo de tareas específicas, y por último, la penetración de la inteligencia artificial y la robótica van a marcar su vida laboral, «que va a ser muy diferente y mucho más interesante que la de sus mayores», subraya el profesor de EAE Business School.
No obstante, apunta que el creciente número de ancianos tendrá un «efecto muy positivo» porque provocará que se demanden cada vez más puestos de trabajo «sostenibles», que estarán relacionados con la atención social y médica y se desempeñan de forma «humana». Es decir, sin robótica ni inteligencia artificial por medio. Este tipo de empleos, dice, deberían ser atractivos para alguien que comienza su vida laboral.
Consumo
Y es que la longevidad de la población está modificando, poco a poco, los hábitos de consumo. Al mismo tiempo que se desarrolla el mundo digital en las empresas para captar a los jóvenes, también están prestando atención a los mayores, que son un nicho en crecimiento.
El sector que más se puede aprovechar de la libertad laboral de los ancianos y de su búsqueda de bienestar, es el de los servicios. En un país como España, con características ambientales tan favorables, y con un sector servicios representa alrededor del 75% del Producto Interior Bruto (según datos del Instituto de Estudios Económicos), «el envejecimiento poblacional europeo es una buena noticia», comenta Heredia Yzquierdo.
Gracias a este fenómeno, continúa, “se están creando nuevos modelos de negocio, especialmente en las costas, en relación al turismo sanitario y al especializado en las necesidades y deseos de una tercera y cuarta edad que llega cada vez a unos años avanzados en mejor estado de salud, y demandando experiencias adecuadas. España se encuentra en una posición privilegiada para poder dar mucha mejor satisfacción a los crecientes números de jubilados europeos que encuentran aquí un sitio mejor dónde disfrutar de experiencias adecuadas, en un clima más suave y con una sanidad puntera”.
El sector que más se puede aprovechar de la libertad laboral de los ancianos y de su búsqueda de bienestar, es el de los servicios. En un país como España, con características ambientales tan favorables, y con un sector servicios representa alrededor del 75% del Producto Interior Bruto (según datos del Instituto de Estudios Económicos), «el envejecimiento poblacional europeo es una buena noticia», comenta Heredia Yzquierdo.
Gracias a este fenómeno, continúa, «se están creando nuevos modelos de negocio, especialmente en las costas, en relación al turismo sanitario y al especializado en las necesidades y deseos de una tercera y cuarta edad que llega cada vez a unos años avanzados en mejor estado de salud, y demandando experiencias adecuadas. España se encuentra en una posición privilegiada para poder dar mucha mejor satisfacción a los crecientes números de jubilados europeos que encuentran aquí un sitio mejor donde disfrutar de experiencias adecuadas, en un clima más suave y con una sanidad puntera».
Seguros
Aparte de los servicios, el sector financiero resultará de los que notará con más intensidad el envejecimiento de sus consumidores y el aumento de la esperanza de vida. Tendrá que replantear su modelo para que los ciudadanos, que saben que vivirán más tiempo, «puedan hacer una buena planificación financiera y asignarse recursos suficientes durante el retiro», indica José Manuel Jímenez, director del Instituto Santalucía.
El envejecimiento poblacional afectará a todos los productos de vida, incluyendo las rentas vitalicias, uno de los productos más atractivos para complementar la pensión de jubilación pública. Jiménez transmite que «en la evolución que se está dando dentro del sector asegurador, se busca plasmar una variedad en los productos que se ofrecen, no sólo por su carácter vitalicio sino también como combinación de prestaciones que integren posibles situaciones de dependencia, de manera que se puedan cubrir las nuevas necesidades que se manifiestan también con especial incidencia a edades cada vez más avanzadas».
La población que supere los 80 años, admite, va a ser uno de los focos de atención en los próximos años, sobre todo para la actividad de las aseguradoras. Para los individuos que ya tienen cerca de 65 años o más, y no tienen tanto margen para plantearse un horizonte diferente, «se están desarrollando soluciones mixtas que combinen rentas de jubilación con prestación de servicios residenciales, sanitarios y asistenciales», cuenta Jiménez. Para los menores de 65, por otra parte, se están promovieno estilos de vida saludables a través de la salud preventiva (frente a la paliativa) que, destaca, «se está convirtiendo en un instrumento muy potente».
Migraciones
El envejecimiento de la población produce cambios, beneficios, pero también perjuicios, como se ha señalado respecto al aumento desmesurado del gasto social. Como solución, se han puesto sobre la mesa las «migraciones de reemplazo», movimientos migratorios que se producen con el fin de resolver problemas en la estructura demográfica, siendo éste el caso del exceso de longevidad poblacional.
Sin embargo, una publicación de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), señala que las Naciones Unidas concluyó que hay «escasa certeza» en que los flujos migratorios rejuvenezcan la ciudadanía. Una de las razones es que sólo podrían contrarrestar una pequeña porción del envejecimiento de una población en la que la natalidad se ha situdado por debajo del nivel de reemplazo, como sucede en España. Así, a día de hoy, admite Heredia, la inmigración ya no está solucionando la mayor longevidad, que «es un fenómeno mucho más complejo que el de un simple relevo generacional».
Él mismo concluye que el paradigma que se está abriendo es tan distinto a lo visto anteriormente que no se pueden realizar estimaciones del todo ciertas, como el pensar que la economía vaya a ser más o menos productiva.
Un país para vivir más
España es el cuarto país del mundo donde la población vive más tiempo, indica José Manuel Jiménez, director del Instituto Santalucía, que acaba de publicar el estudio «El reto de la longevidad en el siglo XXI: cómo afrontarlo en una sociedad en cambio». Nuestra nación se sitúa en una posición tan beneficiosa en cuanto a esperanza de vida porque ésta ha aumentado en cuatro años cada década que ha pasado. Es decir, en los 40 años de democracia, los españoles han sumado, de media, 16 años más de vida. Así, actualmente llegamos a los 82,8 años, sólo por detrás de Japón (83,7), Suiza (83,4) y Singapur (83,1), según los datos de la Organización Mundial de la Salud. No obstante, hay que hacer un matiz, ya que vivimos más, pero no necesariamente mejor. En lo que respecta a la «calidad de vida saludable» o dicho de otra manera, «los años que se espera vivir con buena salud», explica Jiménez, «nuestro país cae hasta el noveno puesto, con una esperanza de vida saludable de 72,4 años». En cuanto a la duración de la vida de la población mayor a los 65 años, los españoles son los segundos ciudadanos de la Unión Europea, sólo por detrás de uno de nuestros países vecinos, Francia.
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