Un lustro de crisis
El mundo que dejó la quiebra de Lehman
Cinco años después, los estados están mucho más endeudados y la burbuja del pasivo público amenaza con lastrar la incipiente recuperación
Cinco años después, los estados están mucho más endeudados y la burbuja del pasivo público amenaza con lastrar la incipiente recuperación
«Lo siento, Dick, no hemos conseguido encontrar un comprador. No podemos hacer nada más». El secretario del Tesoro de EE UU, Henry Paulson, se dirigió en estos términos al consejero delegado (CEO) de Lehman Brothers, Dick Fuld, para contarle que el Gobierno y la Reserva Federal de EE UU (Fed) habían fracasado en la búsqueda de una solución a la quiebra del famoso banco de inversión. A su lado, el presidente de la Fed, Ben Bernanke, guardaba silencio, atento. Fuld no se lo podía creer: «su» firma se hundía.
El 15 de septiembre de 2008, hace hoy cinco años, el corazón de Wall Street sufrió un infarto que paralizó la circulación de todas las arterias de la banca de inversión estadounidense, un gigante obeso cebado con hipotecas «subprime» y deudas impagadas en pleno pinchazo de la burbuja crediticia. Obviamente, Lehman no era el problema principal, sólo la punta del iceberg.
El Dow Jones y el Nasdaq se derrumbaron. La Bolsa de Wall Street batió mínimos a los que no se llegaba desde la crisis de 1987. Y lo peor: dos días después el Gobierno rescató a la aseguradora AIG. Todavía muchos antiguos empleados de Lehman se lo preguntan: ¿Por qué a nosotros nos dejaron caer y a AIG no?
Cuatro meses después y tres días antes de la toma de posesión del presidente Barack Obama, el Banco de América recibió 20.000 millones de dólares del plan derescate de Paulson de 700.000 millones de dólares, que tantó le costó a Bush sacar adelante en el Congreso. Entonces, el Gobierno se convirtió en el mayor prestamista de Wall Street. Pero, si no hubiese intervenido, muchos otros bancos habrían caído.
La banca sufrió las primeras consecuencias de la crisis financiera que acababa de estallar, las entidades fueron rescatadas, los mercados se hundieron, muchas empresas quebraron, el paro se disparó y la burbuja de deuda privada se trasladó a la pública, al Estado. El sector público se endeudó como nunca, los bancos centrales bajaron los tipos, inyectaron capital en la banca y los políticos trataron de calmar a la sociedad. Fallaron.
El presidente Barack Obama y el resto de líderes de la comunidad internacional pusieron de moda las palabras «transparencia» y «responsabilidad». La portavoz de la Cámara de Representantes de entonces, la demócrata Nancy Pelosi, se lo advirtió a los banqueros ante las nuevas regulaciones: «Se acabó la fiesta».
La banca, más vigilada
Los bancos tienen ahora más controles internos, se someten a exámenes de la Fed y ha remitido el riesgo. Los bajos niveles de liquidez que llevaron a un sangrante Wall Street a la situación de 2008 parecen cosa del pasado. Entonces, apenas tenían unos pocos centavos por cada dólar que prestaban. Ahora se exige a los bancos tener más capital para proteger a los contribuyentes y a las propias entidades de sí mismas.
Aun así, muchos se resisten a cumplir con los requerimientos de la Fed. Sólo 19 bancos en Estados Unidos se somenten a exámanes de riesgo y a los controles anuales de capital. Mientras, grandes bancos como JP Morgan, Citigroup, Goldman Sachs o Bank of America tienen que presentar al Gobierno sus planes de contención para futuras crisis.
Según los exámenes de riesgo, la situación es mejor que hace cinco años. Pero, no parece tan difícil cuando los propios analistas reconocen que durante los días posteriores a la caída de Lehman Brothers no sabían si al día siguiente iba a haber sistema financiero. Pese a todo, ciertos informes recientes en Barclays o JP Morgan demuestran que muchos ejecutivos consideran aún el mercado financiero su patio personal de juegos.
La crisis financiera internacional desatada en 2008 tumbó las economías europeas, lo que disparó las tasas de paro y catapultó las ratios de deuda pública de los países en una incesante patada hacia adelante que llega hasta nuestros días. En el caso concreto de EE UU, la deuda pública ha crecido un 90% desde 2007, pasando de los 6,8 billones de euros de 2007 a los 13 con los que cerró el pasado ejercicio, un movimiento que, ligado a la bajada de tipos de interés, ha reducido el desempleo y ha logrado que la economía vuelva a crecer. El Congreso deberá elevar otra vez el techo de endeudamiento el mes que viene, ya que la tendencia alcista no se reduce. Esta circunstancia se repite en la práctica totalidad de las economías desarrolladas, que están hoy en niveles históricos de pasivo estatal. Además, los políticos no son capaces de controlar el déficit público.
En términos de PIB, Japón y la zona euro son los dos territorios donde la recesión ha sido más fuerte. Europa, tras cuatro años de recortes y aumentos del desempleo, parece haber entrado ahora en una fase de recuperación horizontal sostenida en la deuda pública, en el empuje de las exportaciones y en el consumo de Francia y Alemania.
Cinco años después, los estados están hoy mucho más endeudados que en 2008, mientras que el sector privado ha reducido su apalancamiento ante la restricción del crédito. La crisis económica se produjo por la burbuja de la deuda; el planeta espera que hayamos aprendido del error.
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