China
El pánico en los mercados dispara las alarmas sobre la recesión en China
El gigante asiático ha vuelto a ser el foco de todas las miradas tras el desastre bursatil de principios de año. Las dudas en torno al crecimiento de China a corto plazo han ahuyentado a unos inversores que no están dispuestos a asumir grandes riesgos en un escenario de incertidumbre. El problema es que nadie se atreve a desmentir los datos; China creció al ritmo más bajo de su historia en 2015, tras registrar un incremento del 6,9% del PIB, el menor en 25 años, y las previsiones no son mucho más optimistas. La OCDE espera que el país asiático sólo crezca un 6,5% en los próximos dos años, y el FMI sitúa esta cifra en el 6%. Todo parece indicar que algo le ocurre a la segunda economía mundial: la continua devaluación del yuan, que alcanzó su mínimo histórico el pasado mes de enero al situarse en los 6,69 CNH/USD, la inestabilidad en el parqué de Shanghái, que alcanzó a principios de año niveles similares al 8,49% registrado en agosto de 2015, y sobre todo unas previsiones revisadas constantemente a la baja son sus puntos negros de cara al exterior.
Una caída anunciada
Sin embargo, la ralentización de China no es ninguna novedad. Las autoridades del país ya anunciaron su intención de llevar a cabo un cambio en el modelo productivo para enfocarlo en mayor medida en el consumo interno y disminuir su dependencia de las exportaciones y de la financiación extranjera. Tampoco ocultaron desde el Ejecutivo asiático que eran conscientes de que este proceso de cambio conllevaría una ralentización temporal de su actividad, con lo que situaron sus previsiones de crecimiento en torno al 7% para el pasado ejercicio. A pesar de ciertas contradicciones en sus reformas estructurales, el Gobierno chino mantiene su plan de transformar en profundidad la economía del país y pide «confianza» a los mercados. De hecho, ya se pueden observar ciertos signos de que el gigante asiático está logrando sus objetivo; por primera vez en su historia el sector servicios representó un 50,1% del PIB chino en 2015, lo que explica en parte el frenazo de la actividad industrial y manufacturera. Además, la inversión en infraestructuras se expandió un 10% y se incrementaron un 11,1% las ventas al por menor. Son muchos los retos a los que todavía debe hacer frente el país: los altos niveles de deuda pública y privada, el sobrecalentamiento del mercado inmobiliario, la caída de las inversiones, etc... Pero hace falta tiempo para evaluar con perspectiva los resultados.
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