Pensiones

Funcas ve ilusorias las recetas para sostener las pensiones

Financiar las pensiones con impuestos es utópico. La cotización de los robots y los planes privados no son la solución.

El Gobierno aprobó una ley en 2011 por la que se comprometía a informar a cada ciudadano de cuál sería su pensión futura. Nunca ha facilitado esos datos. Foto: CRISTINA BEJARANO
El Gobierno aprobó una ley en 2011 por la que se comprometía a informar a cada ciudadano de cuál sería su pensión futura. Nunca ha facilitado esos datos. Foto: CRISTINA BEJARANOlarazon

Financiar las pensiones con impuestos es utópico. La cotización de los robots y los planes privados no son la solución.

El debate sobre el futuro de las pensiones alimenta cinco ilusiones que se resisten a desaparecer, según un un informe de Juan Francisco Jimeno, doctor en Economía por el Instituto Tecnológico de Massachusetts y asesor de la Dirección General de Economía, Estadística e Investigación del Banco de España, que aparecerá en el próximo número de Papeles de Economía Española, la publicación estrella y decana de Funcas (Fundación de las Cajas de Ahorros), uno de los principales y más prestigiosos centros de pensamiento e investigación económica –think tank– españoles.

Jimeno identifica cinco ilusiones sobre las pensiones, aunque no descarta que haya más, que describen un horizonte sombrío y muy alejado de la opinión más generalizada entre los españoles, quizá por el desconocimiento general. El Gobierno aprobó en 2011 una ley por la que se comprometía a informar a cada ciudadano de cuál sería su futura pensión prevista. Han pasado más de ocho años y esos datos no se han facilitado a ningún pensionista. En Europa, Alemania facilita esos datos anualmente a los ciudadanos desde que cumplen 27; en Francia desde los 25 a los 55 y en Italia, también todos los años, desde que se produce la primera cotización. El mantenimiento en la ignorancia a la población sobre el importe previsible de su pensión, además de tener graves consecuencias, alimenta esas ilusiones.

1) La ilusión de la sustitución de rentas. La cuantía de las pensiones del futuro cada vez estará más alejada del último salario percibido en activo por los trabajadores. Jimeno, que ha adelantado algunas de sus conclusiones en «Nada es gratis», defiende que el llamado dividendo demográfico –aumento crecimiento de la población en edad de trabajar superior a la población jubilada– «se ha evaporado». Los españoles esperan que su pensión pública de jubilación sea igual o parecida al salario que percibían en activo. Es lo que se llama la tasa de sustitución y la española es una de las más altas de Europa, ya que roza el 80% del salario y, simplemente, apunta «no podemos seguir aspirando a que las pensiones de jubilación públicas cubran una parte tan elevada de nuestras rentas laborales durante periodos de jubilación cada vez más largos». De hecho, la Comisión Europea prevé que esa tasa de sustitución se reduzca al 50% del último salario en las próximas tres décadas.

2) La ilusión de la financiación con impuestos generales. Hay quiénes esgrimen que, ante las dificultades financieras de la Seguridad Social, las pensiones contributivas se financien con impuestos generales. Jimeno lo ve utópico por dos motivos. El margen para utilizar impuestos o deuda para financiar pensiones es muy escaso en un escenario con déficit público importante, una deuda del 100% del PIB y un horizonte de ralentización económica. Puede ser un recurso temporal, pero descarta que sea una opción «permanente o definitiva».

3) La ilusión de la productividad. Los robots no pagarán las pensiones futuras, a pesar de las tesis de algunos teóricos. Jimeno es partidario de mejorar la productividad y cree que todo es mejor si aumenta. No obstante, advierte de que la productividad ha disminuido en los últimos años y que la Revolución Industrial 4.0 –robótica– no garantiza productividades mayores a largo plazo. Y si esta creciera, esos aumentos se trasladarían a subidas salariales que, a su vez, generarían derechos mayores, lo que complicaría –en la práctica haría imposible– que hubiera pensiones con cuantías similares a los últimos salarios. No obstante, defiende que se garantice una cierta suficiencia de las pensiones, incluso con prestaciones adicionales para erradicar la pobreza y con complementos de mínimos, que sí deberían financiarse con impuestos.

4) La ilusión de la capitalización. Los fondos de pensiones privados, individuales o colectivos, tampoco son la solución definitiva. Jimeno es tajante: «Aspirar a acumular un capital suficiente para complementar sustancialmente las pensiones públicas de jubilación es una quimera». Enumera tres motivos diferentes. En un escenario de tipos de interés bajos, que todo indica que se prolongará, «está fuera del alcance de la mayoría de las familias» generar los volúmenes de ahorro que serían necesarios, sin olvidar las muy elevadas comisiones de los planes de pensiones. Por otra parte, es muy difícil diseñar medidas que fomenten ese tipo de ahorro y las actuales desgravaciones fiscales no son, en ningún caso, la mejor alternativa. Por último, incluso si se consigue acumular el capital necesario, la recuperación del mismo, en forma de rentas vitalicias, «en un contexto de bajos tipos de interés y longevidad creciente» plantea enormes dificultades.

5) La ilusión del Pacto de Toledo. Jimeno es escéptico sobre la utilidad del Pacto de Toledo para la reforma de las pensiones. Apunta que la experiencia demuestra que, hasta ahora, «no lo ha sido» y ve con pesimismo el futuro ante la fragmentación parlamentaria cada vez más elevada, unida a Gobiernos breves y la celebración frecuente de elecciones, que generan una «preocupación por el corto plazo mucho mayor que por el largo plazo». Concluye que «partidos políticos con posiciones ideológicas muy diferentes sobre la equidad intra e intergeneracional –y audiencias electorales diferentes– difícilmente podrán ponerse de acuerdo, especialmente en ese contexto político».