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Lo que aprendimos (y no) tras Lehman

Fotografía de archivo del 12 de junio de 2008, que muestra la sede del banco Lehman Brothers, en Nueva York, Estados Unidos / Foto: Efe
Fotografía de archivo del 12 de junio de 2008, que muestra la sede del banco Lehman Brothers, en Nueva York, Estados Unidos / Foto: Efelarazon

a pasado una década desde la quiebra de Lehman Brothers y el sector financiero ha llevado a cabo una mejora excepcional. La pregunta es: ¿Suficiente? La quiebra de Lehman Brothers no fue una causa, sino un síntoma de un exceso de riesgo que se incentivó desde políticas estatales, enormes bajadas de tipos de interés y originación de hipotecas basura desde dos empresas públicas, Freddie Mac y Fannie Mae, con máxima garantía crediticia por ser estatales.

Desde esa fecha, el sector financiero en todo el mundo ha llevado a cabo una profunda transformación. Los ratios de capital de máxima calidad han aumentado a razón de más de un 1% anual, los sistemas de riesgo se han mejorado y la fortaleza de los balances es mucho mayor. Sin embargo, los retos son importantes. El sector financiero y la regulación están perfectamente preparados para no repetir la anterior crisis, pero los incentivos al exceso de riesgo se mantienen.

Mientras en Estados Unidos el Tesoro recuperó todas las ayudas a la banca con intereses, en Europa se ha perdido la gran mayoría, por eliminar los requisitos de rentabilidad para el accionista. En España se rescató solo a las cajas públicas ineficientes –que no tenían accionistas– y la banca privada aportó 60.000 millones de euros a dicho rescate.

En Europa, el riesgo no se ha eliminado, pero se han reforzado los balances a pesar de los bajos tipos de interés que han cercenado la rentabilidad del negocio.

Los riesgos se mantienen, aunque menores. Alta exposición a deuda estatal sobre el total de activos, que llega al 12% en España, un alto nivel de préstamos de difícil cobro, casi un billón de euros en la banca europea y una bajísima rentabilidad sobre activos tangibles que debilita a los bancos.

El mayor problema ante esos retos no es de gestión, sino de intervención política. La regulación europea y el BCE incentivan el aumento de riesgo soberano y retrasa el saneamiento. Fueron los estados los que presionaron para que no se limpien los préstamos de difícil cobro: para que fluya el crédito.

Las crisis nunca se generan por activos que se perciban como alto riesgo, sino por acumulación en los que creemos seguros (inmobiliario, deuda estatal...). Mientras la regulación y la política fuercen el endeudamiento y el exceso de riesgo en activos aparentemente «seguros», el saneamiento no se completará. Pero echarán la culpa de la próxima crisis a la «falta de regulación».

Daniel Lacalle es Economista jefe en Tressis SVS