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Caso Blesa

Los 16 días en Soto del Real del ex banquero

La Razón
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Madrid- «No esperaba una bienvenida como ésta», dijo Miguel Blesa a su salida de la cárcel madrileña de Soto del Real el pasado 20 de junio. Tras 15 días encerrado entre rejas, el ex presidente de Caja Madrid no podía evitar esbozar una sonrisa al verse por fin libre por segunda vez en apenas un mes. En ambas ocasiones, encarcelado por el juez Elpidio José Silva, que en los últimos tiempos se había convertido en el particular azote de Blesa. El pasado 16 de mayo, el ex banquero ya tuvo que pasar una noche en prisión, acusado de delito societario, falsedad en documento público y apropiación indebida por la compra por parte de Caja Madrid del City National Bank de Florida. En esa ocasión, Blesa pudo esquivar una mayor estancia en la cárcel tras pagar 2,5 millones de euros de fianza. Con todo, tuvo que pasar 19 horas en el módulo de ingresos del centro penitenciario con más «celebrities» de España –Luis Bárcenas o Gerardo Díaz Ferrán, entre otros–, donde rápidamente empezó a hacerse una idea del estilo de vida carcelario, muy alejado del lujoso chalé de la urbanización La Florida en el que vive. Nada más llegar, esposado y a bordo de un furgón, toma de huellas dactilares, fotografía de frente y de perfil y adiós a cartera, móvil y demás objetos de valor. Entrega de útiles de aseo y sábanas, y fuera los cordones de los zapatos para evitar suicidios. Mismo protocolo se siguió sólo unas semanas después, cuando Blesa ingresó por segunda vez en Soto del Real, esta vez sin fianza. Pero en vez de 19 horas, 15 días le aguardaban privado de libertad en una celda de apenas diez metros cuadrados compartida con otro preso en el módulo 4, dedicado a presos «primarios» –encerrados en prisión por primera vez– y en régimen preventivo. Disciplina «severa», pero «correctísimo» trato con los funcionarios, como el propio Blesa aseguró nada más abandonar el centro. En la celda, una litera, un pequeño baño, una mesa y una silla, además de televisión, eso sí, previo pago. En el patio y en las zonas comunes, mucho tiempo libre para interactuar con el resto de reclusos, pasear, ir al gimnasio, leer o jugar a las cartas. Y así, día tras día. Nada que ver, seguramente, con la «nueva» vida de Blesa en libertad.