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Jubilación

Me gustan las suecas

La Razón
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Las pensiones que aún tenemos en España no aguantan. Nuestro modelo es el llamado de reparto y consiste en que quienes trabajan pagan las pensiones de quienes se han jubilado. Las aportaciones del trabajador van a un fondo colectivizado, por lo que pierde sus derechos sobre el dinero entregado y es el Gobierno de turno el que le aporta la pensión que considera oportuna. Esto es un castillo de naipes porque se derrumba cuando la pirámide poblacional se da la vuelta, salvo que se incrementen hasta infinito las aportaciones de quienes trabajan, lo cual lleva a idéntico precipicio.

La otra opción es acudir al sistema de capitalización, del que Chile es un magnífico ejemplo. Está basado en una cuenta de jubilación individual en la que cada trabajador va aportando lo que considera oportuno e incluso puede suspender las aportaciones si atraviesa una mala etapa. Cuando se jubila, la cuantía de la pensión a cobrar es la producida por toda la aportación que ha hecho, sin intervención de ningún político. Al mismo tiempo, el modelo es solidario porque todos los jubilados pueden contar con una pensión digna, equivalente, cuando menos, al salario mínimo, debido a que durante los periodos en que un trabajador no puede cotizar, el Estado lo hace por él con cargo a un fondo de solidaridad, que se nutre de un pequeño porcentaje de las aportaciones de los demás trabajadores. El pensionista decide si cobrar todo como renta o una parte de golpe para, por ejemplo, poner un negocio o cancelar su hipoteca u otras deudas.

Pero seamos posibilistas. No creo que vayamos a pasar de un modelo a otro de forma súbita. El camino intermedio es el sueco porque es mixto, es decir, sus pensiones cuentan con un porcentaje de reparto y otro de capitalización. Además, la transparencia está garantizada porque cada año reciben el famoso sobre de color naranja con la información de la situación exacta de su cuenta.