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Opinión

Movilidad colaborativa, el elefante en la habitación

Es el momento de dar el paso y entender el modelo de carpooling como un complemento a los modelos públicos de transporte

Coches atascados en la M-30 de Madrid Alberto R. RoldánLa Razón

Gracias a distintos estudios realizados por la Comisión Europea y distintos organismos públicos y privados, sabemos que los coches europeos, de media, están aparcados un 92% del tiempo. Una quinta parte del 8% del tiempo restante, que están en funcionamiento, están buscando aparcamiento. La inmensa mayor parte de la energía que consumen se dedica a mover el vehículo, no a sus ocupantes. Y de los 5 asientos que tienen disponibles, sólo se ocupan, de media, uno y medio. Coches pensados para 5 ocupantes que mueven a entre una y dos personas por trayecto. Una clara ineficiencia no sólo económica sino también medioambiental.

Pensemos ahora en España y en la Semana Santa que está a punto de llegar. Tanto en la Semana Santa de 2019 como en la de 2022 se realizaron entre 14 y 15 millones de desplazamientos de larga distancia en coche en nuestro país. Se estiman cifras similares para este año. De media, llevarán más de 3 de sus 5 asientos vacíos. Es decir: más de 45 millones de asientos vacíos viajarán por nuestras carreteras esta Semana Santa. O, lo que es lo mismo, todos los españoles podríamos viajar en los asientos vacíos que se desplazarán por nuestras carreteras esta Semana Santa.

El contexto actual de inflación y cambio climático, deberían llevarnos a evitar cualquier tipo de ineficiencia económica, energética y medioambiental. No ser eficientes es algo que no podemos permitirnos. Y la eficiencia está en la ocupación, pero también está en la ruta. Estos asientos vacíos transitan carreteras que unen todas nuestras pequeñas y muy pequeñas localidades. En esas localidades, muchas de ellas con menos de cien habitantes, se necesita un desbloqueo en sus conexiones. ¿Qué pasaría si pusiéramos en contacto a todas las personas que quieren moverse desde o hasta estas pequeñas localidades con conductores que llevan asientos vacíos para llegar al mismo punto de origen o destino?. ¿Cómo podría hacerse? Sin duda alguna, la tecnología, las redes sociales y la confianza cumplen aquí un papel fundamental.

Parte de la solución puede ser el carpooling, palabra muy poco conocida en España. En otros idiomas existe el término concreto al que hacemos referencia en España cuando hablamos de “hacer un BlaBlaCar”. En inglés, como decía, es “carpooling”. En francés es “covoiturage”. En ucraniano, por ejemplo, “карпулінг”. Y son palabras diferentes a “carsharing”. En francés, “autopartage”. En ucraniano, “каршеринг”. En castellano, a día de hoy, todo es coche compartido. Tanto el coche estacionado perteneciente a una empresa que utilizas por minutos como el particular que publica sus asientos vacíos en un viaje que va a realizar con su coche y comparte el trayecto y los gastos por desplazamiento.

En la Ley de Movilidad Sostenible, actualmente en trámite parlamentario, el modelo de carpooling cuenta con su primera definición nacional y se llama también movilidad colaborativa. La definición de este modelo existe en muchos países desde hace muchos años. Y, desde entonces, se ha avanzado mucho en su promoción por las externalidades positivas que conlleva el uso compartido de vehículos privados. Sobre todo ahorro económico y medioambiental y conexión de pequeñas localidades que no tienen otra alternativa de transporte.

Por citar dos ejemplos: en Francia, donde se definió el “covoiturage” en la Ley de Transición Energética hace ocho años, pagarán durante todo este 2023 100 euros a los nuevos conductores que publican sus asientos vacíos. Ya existían desde hace años subsidios y gran promoción por parte de la Administración además de apoyo en infraestructuras, por ejemplo, con el desarrollo de carriles de alta ocupación. Otro ejemplo: en junio de 2022 la CFI (Corporación Financiera Internacional, perteneciente al Banco Mundial), invirtió directamente en BlaBlaCar 15 millones de dólares para impulsar la movilidad colaborativa en Brasil. El director general de la CFI lo anunciaba asegurando que “queremos ayudar a la expansión de BlaBlaCar en América Latina y otros mercados emergentes por nuestro compromiso de apoyo en la adopción de modelos de negocio innovadores y respetuosos con el medio ambiente”. En este contexto, como decía, España tendrá en breve una nueva Ley de Movilidad Sostenible con la definición del modelo y, esperamos, vías de promoción. Pasos que aplaudimos y que avanzan hacia dejar de invisibilizar una realidad rotunda: que ocho millones de españoles ya son usuarios de BlaBlaCar.

Como buenos elefantes en la habitación que somos, cuando se habla de la imperiosa necesidad de transformar nuestra movilidad para que sea más eficiente, movemos las orejas. Cuando se apunta a que esa eficiencia es aún más eficaz gracias a la digitalización, movemos la trompa. Cuando se proclama que los cambios en nuestra movilidad deben estar orientados hacia la sostenibilidad, levantamos las dos patas delanteras. Y cuando se habla de la necesidad de conectar todas y cada una de las localidades españolas, barritamos que sólo en el último año hemos conectado el 85% de las más de 8.100 localidades españolas. Porque el otro día un político, de cuyo nombre no debo acordarme en público, me decía: “es que BlaBlaCar debería ser incluso público, es que es una idea impresionante que va en la línea de lo que necesitamos”. Y yo tuve que decirle: “llevamos catorce años operando en España, tenemos ocho millones de usuarios y usuarias, todo el mundo sabe lo que somos y que compartir coche, utilizar la movilidad colaborativa o el carpooling, es bueno. Pero a la hora de la verdad, seguimos siendo el elefante en la habitación”.

Es el momento de dar el paso y entender el modelo de carpooling como un complemento a los modelos públicos de transporte. Lo es por el contexto que estamos viviendo, lo es porque el modelo ya ha demostrado sus externalidades positivas y lo es porque, si no lo hacemos ahora, iremos aún más tarde.

Itziar García Sagarzazu es directora de relaciones institucionales y comunicación de BlaBlaCar Iberia y LATAM

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