Empresas
«Necesitamos más empresas medianas y menos pequeñas»
Carlos Buesa es fundador y ceo de Oryzon
Ya ha licenciado, concretamente a Roche, una molécula contra la leucemia y tiene otra «joyita» que no sólo promete, sino que excita a los inversores.
Es un hombre de aspecto parsimonioso, cuyo tono de voz se enciende conforme avanza su razonamiento, pero nunca abandona su espíritu constructivo. Siempre destaca el aspecto positivo por encima de lo negativo. Rezuma optimismo. Tiene muy claro lo que quiere. De hecho, lo ha demostrado con la ayuda de un equipo científico de primera, por cierto encabezado por su propia mujer. Es la biotecnológica española que más dinero ha captado en una ronda de financiación. Ya ha licenciado, concretamente a Roche, una molécula contra la leucemia y tiene otra «joyita» que no sólo promete, sino que excita a los inversores.
– ¿Qué se considera más: científico o empresario?
– Ambas. Es muy difícil en este ámbito ser un buen gestor sin ser también científico. Curiosamente, en Estados Unidos la mayoría de los analistas, banqueros, financieros o inversores son también investigadores. Es gente capaz de comprender la ciencia y, al mismo tiempo, de darle un enfoque de mercado.
– ¿Qué significa Oryzon en el ámbito de la industria farmacéutica y biotecnológica, así como en el tejido productivo español?
– Cuantitativamente, poco. El sector biotech español es incipiente y aunque le falta financiación está en crecimiento. Ha madurado mucho y cuenta con un buen capital humano y un relevante apoyo internacional. Cualitativamente, Oryzon es un ejemplo bonito, pues demuestra que una empresa que sale de la Universidad española puede crecer, desarrollar fármacos rupturistas, alcanzar un acuerdo multimillonario con una multinacional, salir a la bolsa y competir en el mercado norteamericano.
– ¿Les costó mucho atraer los primeros inversores a la compañía?
– Siempre cuesta mucho. El dinero nunca deja de ser miedoso. Es una tarea que exige generar confianza. Y se consigue cuando te presentas con un modelo de negocio cabal, unas bases técnicas razonables y un equipo gestor capacitado.
– En el último año han captado 32 millones de euros. ¿Qué seduce al capital: los avances realizados o el potencial que tiene la compañía?
– Tiene el valor de que es la ronda más cuantiosa de una biotecnológica en nuestro país. Se siente atraído por Oryzon porque ya ha sido capaz de llevar una molécula al mercado; porque promete más valor, ya que tiene una segunda cuyos ensayos están obteniendo resultados espectaculares en alzhéimer y en escleorosis múltiple. Ésta puede ser una palanca de crecimiento impresionante.
– ¿Tienen a la vista más «negocios» como el de Roche?
– Cuando hablamos con los inversores siempre les decimos que Oryzon –y la biotecnología en general– es un proyecto de medio y largo plazo, y que hay que entender que este negocio es muy irregular: un año puedes ser muy fecundo en ingresos y otro prácticamente estéril. Hay que tener paciencia. Confiamos mucho en el mencionado fármaco experimental. Es el siguiente valor de inversión que nuestra empresa puede ofrecer.
– Los primeros dólares fruto de su trabajo no entraron en sus cuentas hasta 2014, 14 años después de empezar esta aventura. ¿Tienen los inversores tanta paciencia como usted y su equipo?
– Algunos de ellos entraron allá por 2001, con la sociedad de capital riesgo, que es nuestro socio de referencia. Ellos han tenido mucha paciencia. Muchos amigos del departamento que entraron con 1.500 euros, hoy pueden comprarse un apartamento gracias al rendimiento de esa participación. Han multiplicado el capital por 70 o 80. Antes de que en 2009 cambiáramos la estrategia y apostáramos por los fármacos epigenéticos, además de nuestra investigación, realizábamos servicios auxiliares genómicos a empresas españolas y extranjeras.
– ¿Cuál ha sido el peor momento de estos 16 años? ¿Ha visto en muchas ocasiones peligrar el proyecto?
– No en muchas, pero sí alguna que otra. Nuestro plan de 2009 de desembolsar una fuerte suma de dinero con la idea de presentarnos con resultados en el mercado tres o cuatro años más tarde y levantar más financiación corrió serio riesgo como consecuencia de la grave crisis. A pesar de todo, conseguimos montar una ronda puente. Una parte grande de la banca comercial siempre ha creído en Oryzon. Fueron momentos duros, pero seguimos adelante. A finales de 2013 y principios de 2014, la situación era delicada, pero sabíamos que varias multinacionales estaban interesadas por nuestro fármaco. Se trataba de manejar bien los tiempos y los recursos porque el proyecto iba a llegar a buen puerto, ya que teníamos una joyita entre nuestras manos.
– ¿Qué habría que hacer en este país para que la investigación se contemple como una salida profesional más?
– Hay que perseverar. Este país está mucho mejor que hace 20 años. Necesitamos una profunda reforma económica que haga que tengamos empresas más grandes, que muchas pequeñas tengan las condiciones adecuadas para convertirse en medianas empresas. Ahora es todo lo contrario. Existe un «montón» de incentivos para no crecer.
– ¿Qué balance hace de estos diez meses largos de cotización bursátil?
– Positivo. Estamos muy contentos, aunque acarrea muchas exigencias y un trabajo enorme. Desde luego, y sin lugar a dudas, es mejor compañía que antes de que cotizara. No nos hubiéramos financiado como lo hemos hecho sin este ejercicio de rigor y transparencia que supone estar en la Bolsa.
EL PERFIL
Su currículum es envidiable. Doctor en Biología y con una amplia formación en finanzas, negociación, administración y dirección de empresas, Carlos Buesa es un hombre tranquilo, pero activo, con mucha paciencia. Gracias a la virtud del «santo Job», su persuasión, su mente preclara, su rigor... Oryzon es hoy en día una biotecnológica de prestigio. Detrás de Carlos Buesa no hay una gran mujer porque la tiene pegada a él, en el despacho de al lado. Su esposa, Tamara Maes, es la directora científica y la «madre» de los grandes avances de la compañía.
Fármacos esperanzadores
Creada como «spin-off» de la Universidad de Barcelona y del CSIC en 2000 con el objetivo de identificar biomarcadores genéticos y proteicos con utilidad médica en enfermedades graves, se ha convertido hoy en una compañía biotecnológica de prestigio a la que no le quitan ojo las grandes multinacionales. Su gran salto cualitativo se produce a partir de 2008, cuando decide dar un cambio estratégico y orientarse en el desarrollo de productos propios. Uno de sus tesoros, una molécula para el tratamiento de la Leucemia Mieloide Aguda, ha sido licenciado en exclusiva a Roche. Un contrato que podría alcanzar los 500 millones de dólares. Otra contra el alzhéimer, en fase de experimentación, promete mucho.
✕
Accede a tu cuenta para comentar