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¿Portazo a la Gran Recesión?

Tras cinco años de una durísima crisis, EE UU y la Unión Europea aún buscan la fórmula para reducir sus agujeros fiscales sin dañar la tímida recuperación

La quiebra de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión de EE UU, el 15 de septiembre de 2008, se considera el epicentro de la crisis financiera
La quiebra de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión de EE UU, el 15 de septiembre de 2008, se considera el epicentro de la crisis financieralarazon

Se cumple el quinto aniversario de la crisis financiera y con ella la que ha venido denominándose la Gran Recesión, que provocó a finales de 2008 que la actividad económica en todo el mundo se detuviera bruscamente en una situación que no era muy diferente a la de 1929, solamente que a una escala planetaria. Ante el temor a que se repitiera lo sucedido en el pasado, los gobiernos optaron por permitir un mayor endeudamiento por la vía del déficit para compensar el desplome de la demanda privada. Como consecuencia de la crisis financiera de 2007 y su posterior desarrollo, que dio lugar a la recesión a nivel internacional en 2009 y a la crisis de deuda en la eurozona desde 2010, los líderes políticos han venido salvaguardando del colapso su sector financiero mediante la inyección de grandes cantidades de dinero público, cuyo resultado es la actual situación de excesiva deuda entre los países desarrollados, que por primera vez no tiene precedentes en tiempos de paz, y que amenaza a algunos de ellos incluso con el riesgo de llevarles a la insolvencia.

Y efectivamente la economía mundial mejoró pero con un nivel muy elevado de deuda como el actual los países no solamente son vulnerables a un aumento en la prima de riesgo exigida por sus acreedores, sino que la política fiscal necesaria para frenar el aumento de la deuda tiene a su vez efectos negativos sobre la actividad económica, lo que adicionalmente empeora las perspectivas de pago de la deuda. Está comprobado el impacto negativo sobre el crecimiento de la economía cuando la deuda de un país supera el 90% de su PIB.

La espiral desatada por la creciente deuda pública ha afectado a las economías, sociedades y políticas del mundo occidental, especialmente en Europa, hasta el punto de que la propia arquitectura institucional tiene ahora que ser repensada.

El crecimiento del PIB de la eurozona en el tercer trimestre de 2009 era modesto en términos absolutos (un 0,4% frente a un 0,9% en EE UU), pero permitía poner fin a la recesión técnica que se había prolongado durante cinco trimestres (finales de 2008 y principios de 2009 habían sido especialmente duros).

Con la excepción de España, las principales economías de la eurozona registraban una mejoría de la actividad, asociada en gran medida al sector exportador, ya que el consumo de los hogares se había estancado e incluso se contrajo en algunos países.

La recesión que se daba por finalizada es más larga y severa que las sufridas durante los últimos ciclos económicos. Entre abril de 2008 y junio de 2009, el PIB se contrajo un 5,1%, frente a la contracción del 2% de la recesión que siguió a la crisis del petróleo de 1973. No es extraño, por lo tanto, que dicha crisis haya seguido teniendo efectos negativos sobre el mercado laboral y el consumo incluso tras su finalización.

Debido al impacto de la crisis sobre los ingresos fiscales y a los planes de estímulo puestos en marcha por el keynesianismo imperante, la deuda pública de los países desarrollados aumentó una media equivalente al 20% de su PIB y se esperaba, como condición previa a llevar a cabo cualquier ajuste, una clara vuelta al crecimiento.

El problema saltó a la luz pública europea en verano de 2009. Las vírgenes del Templo de Atenea, que entre otras artes adivinatorias practicaban la piromancia, no habrían tenido dificultad en presagiar que algo estaba por venir. El Gobierno griego pedía ayuda urgente a la Unión Europea, inicialmente para controlar un centenar de incendios forestales.

Por entonces, la expectativa global era finalizar 2009 con un crecimiento del PIB mundial del -1% y del +3% en 2010. Se comenzaba incluso a hablar del modo de plantear estrategias de salida (subidas de tipos de interés, reducción del déficit público) sin frenar el incipiente crecimiento.

La situación era sin embargo frágil. El desempleo en la eurozona seguía siendo elevado (9,7%), la tasa de inflación estaba en territorio negativo y la demanda era todavía muy débil. Además, un riesgo adicional había aparecido en las últimas semanas consistente en la rápida apreciación del euro frente al dólar y la libra esterlina (EE UU y Reino Unido son los principales mercados de exportación europeos). En cuestión de semanas su cambio alcanzaba los 1,50 dólares y la UE aumentaba la presión sobre China a favor de la apreciación del yuan, que al igual que la moneda estadounidense se había estado debilitando frente al euro ese año.

Todo ello porque, desde el verano de 2008, China había vinculado su moneda al dólar, una política mercantilista que debilitaba artificialmente el yuan y daba a la economía del gigante asiático una ventaja comercial frente a la eurozona y EE UU, pero que además había colocado a China en la «trampa del dólar», por la que se produce un fuerte incremento de sus reservas en dólares, que a su vez China invertía en deuda estadounidense.

Además, para lograr un crecimiento real del PIB del 8% en 2009, China decidió abrir el grifo del crédito, una decisión que antes o después conduce a plantear dudas importantes sobre la calidad de los préstamos, la formación de una burbuja especulativa o el exceso de capacidad.

Mientras tanto, en Grecia las llamas se extendían a la política. El dos de septiembre el primer ministro Caramanlis anunciaba la convocatoria de elecciones anticipadas. El 4 de octubre, el Partido Socialista griego (Pasok), liderado por Yorgos Papandreu, recuperaba el poder.

Poco después de su toma de posesión, el nuevo Gobierno griego revisaba al alza dos indicadores clave: frente al 3,7% anterior, el déficit público acumulado en 2009 pasaba a ser de un 12,7% y la deuda pública griega se elevaba hasta el 113,4% del PIB. Grecia había falseado sus cuentas. El movimiento de Papandreu para justificar el incumplimiento de las promesas electorales encontraba a todos desprevenidos.

En ese mismo momento veinte de los veintisiete países de la UE excedían los límites de déficit del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, las previsiones de déficit eran del 8,5% para Francia, del 3,7% para Alemania y del 12% para España y el destape griego era el detonante por el que la Comisión Europea llevaba a cabo expedientes sancionadores a los países incumplidores y establecía un calendario para restaurar el déficit de la mayoría de los países por debajo del 3% para el año 2013.

Y en ese punto nos encontramos, en un calendario de ajuste que devuelva el endeudamiento a un nivel manejable, en algunos casos con la necesaria ayuda internacional que proporciona un rescate financiero (Irlanda, Portugal...) o el apoyo del BCE (España, Italia). Un proceso que no resulta fácil desde el punto de vista político por la sencilla razón de que las personas, pese a que sus ingresos fluctúen, intentan mantener un determinado nivel de vida, concepto desarrollado por el economista Modiglini, Premio Nobel de Economía por ello en 1985.

Ese año, Yves Saint Laurent declaraba «la moda ha muerto» y recibía la Legión de Honor.