Empresas
Santa Teresa, «la Loewe» de la alimentación
La empresa ha pasado de una pequeña confitería abulense a un grupo que factura 12 millones de euros
La compañía de productos «gourment», que elabora las originales yemas de Ávila, está inmersa, a sus 150 años de vida, en un ambicioso plan de expansión.
¿Qué puede llevar a un prestigioso abogado, con clientes tan importantes como Texaco o 20th Century Fox a, como se dice coloquialmente, «liarse la manta a la cabeza», y dejarlo todo por rescatar una pequeña confitería de Ávila? Fundamentalmente, el amor a la buena cocina y a la tradición. Julián Gil adquirió en 1989 «La Flor de Castilla», la confitería abulense que fabricaba las auténticas y originales yemas de Santa Teresa. La familia propietaria demandó sus servicios para que se encargara del proceso de suspensión de pagos de la empresa. En ese momento, Gil sintió un profundo sentimiento de tristeza por lo que suponía que un negocio centenario –con 150 años de antigüedad–, emblema de la ciudad de Ávila, se perdiera.
Así que no se lo pensó dos veces y se lanzó,con toda la ilusión del mundo, a «enderezar» la pequeña pastelería, algo que le costó sangre, sudor y lágrimas. «En un principio, compatibilicé mi nuevo proyecto con mi bufete en Madrid, pero, poco a poco, me di cuenta de que, si quería sacarlo adelante, me tenía que poner a su disposición ‘‘full time’’. A mi madre casi le da algo cuando le comuniqué mis planes», explica Gil.
De esta forma, este jurista licenciado por Icade, «cocinillas» –como el mismo se define– y criado entre los fogones de su madre, se puso al frente de un negocio, Santa Teresa, desconocido para él, pero que, en estos años, le ha dado unas enormes satisfacciones. «Empecé a meter dinero y me di cuenta de que la empresa no era viable, así que me lancé a las búsqueda de un ‘‘producto salvador’’ porque los artículos de confitería, como las yemas, son muy perecederos», asegura. Así, surgió la famosa carne de membrillo de Santa Teresa, que él mismo se dedicaba a vender tienda por tienda. Éste fue, sin duda, un punto de inflexión para la compañía, ya que, a partir de ahí, se fueron desarrollando nuevo productos, hasta el centenar con el que cuentan hoy en día. Una amplia variedad, pero que tienen un punto en común: se trata de productos 100% naturales, basados en una materia prima de primera calidad y que siguen las recetas de «toda la vida», porque, tal y como reza el eslogan de Santa Teresa «Somos lo que comemos». «Nos preocupamos por hacer productos ricos y saludables, sin conservantes, colorantes ni estabilizantes. Detrás de ellos, hay mucho trabajo en I+D+i no sólo para elaborar nuevas recetas, sino también para que lleguen en condiciones de envasado óptimas para el consumidor», señala el presidente de Santa Teresa.
Y es que, hoy en día, Santa Teresa ha sumado a sus famosas yemas y carne de membrillo, gazpachos, cremas, pasteles de cabracho, mahonesas (receta que cuenta con el asesoramiento de Martín Berasategui)... incluso ha dado una nueva vuelta de tuerca a su producto original, con la introducción de yemas con anís de El Mono (otras de las empresas centenarias que quedan en nuestro país).
La compañía inició a finales del año pasado un ambicioso plan de expansión, que le ha llevado a inaugurar seis espacios gastronómicos, al que se unirá la próxima semana uno nuevo en la calle Jorge Juan de Madrid. En estos establecimientos, los clientes pueden consumir sus productos y adquirirlos para, posteriomente, degustarlos en su hogar. El objetivo de Santa Teresa es concluir el año con nueve locales en un régimen mixto de propiedad y franquicia. La empresa ha pasado de facturar 360.000 euros a 13 millones de euros, aunque su previsión es mucho más ambiciosa, ya que prevé que sus ventas alcancen los 50 millones en un plazo de cinco años.
ALIMENTOS SALUDABLES
Santa Teresa propone una alimentación «gourmet» dirigida a un cliente concienciado con la vida sana.«A pesar de crisis en la que ha prosperado la comida rápida, todavía existe un importante nicho de mercado, el de la gente que se preocupa por su alimentación. Cuando era un niño, podía distinguir el lugar de procedencia de una persona en función de su color de cara, que le proporcionaba consumir alimentos de su propia tierra. Ahora, todos tenemos el mismo color, porque nos alimentan grandes multinacionales agroalimentarias. Sin embargo, ha surgido una tendencia, que busca alimentos saludables, aunque sean más caros. Lógicamente, no es lo mismo hacer un producto de forma industrial que artesanal, sin antioxidantes, conservantes ni emulsionantes, lo que encarece el coste. Aspiramos a ser la Loewe de la alimentación», apunta
Para lograr su «sueño», Gil se ha rodeado de un equipo joven, formado por un centenar personas, del que el 75% son mujeres, empezando por la directora general, Isabel López.
«Hoy en día, las mujeres tienen un interés, una fuerza y una energía enorme, que luego transmiten a las empresas».
En 2012, la compañía apostó firmemente por el crecimiento internacional. Productos, como el membrillo o el huevo hilado, se comercializan en más de una veintena de países, entre ellos Alemania, Reino Unido, Francia, Bélgica, Estados Unidos e, incluso, Japón. Las ventas al exterior representan el 7% de la facturación de la compañía, pero el objetivo es que éstas alcancen, al menos, el 35%. Consolidar la familia de productos nacionales y expandir su red de tiendas por toda España son otras de sus próximas metas. «Santa Teresa es un proyecto de verdad, valiente, de productos ‘‘gourmet’’. He creído en él desde el principio, porque, al final, si no crees, lo mejor es dejarlo», concluye Gil.
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