Crisis económica
Una industria bajo mínimos
El peso del sector en el PIB ha pasado del 39% en los años 70 al 15,5% en la actualidad. En 2020 debería alcanzar el 20%, lo que obliga a reindustrializar España.
El peso de la industria en la economía española se encuentra tres puntos por debajo de la media de la zona euro. Además, si en 2020 debería alcanzar el 20% del PIB, actualmente apenas llega al 15,5%, cuando en los años 70 era del 39%, según el último número de la revista 3CONOMI4, del Consejo General de Economistas. Es decir, durante la próxima legislatura hay que duplicar los esfuerzos para reindustrializar España y lograr un nuevo modelo productivo. Pese a la pérdida de peso del sector durante la crisis, la producción industrial creció un 5,9% en febrero y encadena cuatro meses de subidas. La industria española es bastante competitiva. Prueba de ello, el magnífico comportamiento que han tenido las exportaciones. De hecho, las ventas al exterior de empresas españolas han superado a las de las compañías alemanas en plena recesión, pero no se puede caer en la autocomplacencia. Y reforzar la competitividad pasa por aumentar la productividad, priorizar las políticas de I+D+i, favorecer que las empresas españolas ganen tamaño, transformar la oferta industrial, fomentar la cooperación público-privada e incentivar la formación profesional. Juan Ramón Cuadrado, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Alcalá, recuerda que durante las dos últimas décadas se ha producido la «deslocalización» de industrias de los países desarrollados para producir a costes más bajos –sobre todo en términos de mano de obra–.
Asimismo, el retroceso de la industria en España también se debe a la progresiva «externalización» de servicios (outsourcing), por la que una multitud de empleos calificados anteriormente como «industriales» han pasado a ser de servicios. «En los países más desarrollados estamos avanzando hacia una economía “serv-industrial”. Cuando adquirimos un bien, compramos cada vez una menor proporción de materiales y una mayor cantidad de servicios incorporados». Cuadrado pone como ejemplos a los automóviles, a los teléfonos, a los ordenadores...
Uno de los problemas más importantes que tiene la actual estructura del sector español es, sin duda, el tamaño de las empresas industriales, bastante más reducido que el de otros países de nuestro entorno. Esto no sólo repercute en una productividad más baja, sino en una incapacidad para internacionalizarse y para absorber con rapidez los cambios tecnológicos en curso. Pero Cuadrado también lamenta que, según un informe de McKinsey, el gasto en I+D+i de las empresas españolas únicamente supere el 0,4% del PIB, porcentaje que es entre tres y cinco veces inferior al de países como Suecia, Dinamarca, Reino Unido, Francia o EE UU.
España se ha desindustrializado y debe reindustrializarse. Más que de un trabalenguas se trata de una necesidad imperiosa. José Luis Curbelo, decano de la Facultad de Derecho y Economía de la Universidad Camilo José Cela, explica que en el sector manufacturero es donde se plasman más nítidamente las ganancias de productividad, además de presentar más resiliencia a los ciclos económicos. «Es preciso superar la dicotomía industria/servicios, en tanto que el sector servicios es necesario para la mejora de la competitividad». «Volver a reindustrializarnos es una necesidad. La industria es un sector muy importante, aunque es verdad que cada vez está más relacionada con los servicios». Rafael Myro, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), recalca que el sector industrial resulta vital para las exportaciones, y que España necesita más innovación y más exportaciones. Myro piensa que alcanzar el 20% es casi imposible y que plantearse tales ambiciones genera frustraciones.
Si se incrementara el peso de la industria en el PIB aumentaría el crecimiento económico, ya que es un sector que demanda muchos servicios y, al crecer, tira del resto de la economía. Myro sostiene que si la industria creciera al 5%, la economía mantendría ritmos de crecimiento superiores al 3% holgadamente. «Exportar más permite importar más y, por tanto, que no haya frenos al crecimiento por la vía del estrangulamiento exterior».
Instrumentos necesarios
Para que la mejora de la competitividad sea sostenible, España necesita dotar a sus productos de mayor valor añadido, lo que únicamente puede conseguirse a través del conocimiento y de la innovación. «Es preciso desarrollar mecanismos para que la empresa española pueda absorber el conocimiento de frontera e incorporarlo en los procesos productivos». Curbelo remarca la necesidad de acometer reformas institucionales que, mientras mantengan los equilibrios macroeconómicos, profundicen en las condiciones de la competencia en los mercados, salvaguardando el correcto funcionamiento de los contratos y de organismos reguladores como la CNMC o la CNMV. «La nueva política industrial requiere una combinación de instrumentos macroeconómicos y microeconómicos». De forma paralela, el decano de la UCJC destaca el necesario esfuerzo decidido por la formación para que la I+D+i y la educación sean, en la medida de lo posible, políticas de Estado con visos de permanencia y estabilidad en el tiempo. También señala la necesidad de propiciar el crecimiento del tamaño medio de la empresa española, demasiado pequeña para competir con éxito en los mercados internacionales, ya que, «productividad y tamaño tienen un alto nivel de correlación». Finalmente, asevera que es necesario entender que en el contexto de la globalización se debe gestionar coordinadamente la diversidad administrativa de las diferentes instancias públicas. Y es que, al tiempo que la economía se globaliza, «lo local» y «lo regional» adquieren relevancia, al ser en estos niveles administrativos donde se asientan y desarrollan los «ecosistemas» para la innovación.
Nuevas políticas
España debe revitalizar el sector industrial, que tiene que volver a ocupar un lugar preferente en la agenda política y social. Pero los líderes políticos sólo hablan de manera indirecta de esta necesidad. No obstante, España es la decimotercera potencia mundial –en tamaño de PIB–, y no tiene demasiado sentido que el Gobierno dictamine en qué sectores habría que producir más. El renacimiento industrial debe ser un eje fundamental para el crecimiento económico, y en los planes de industrialización los objetivos tienen que ser aumentar la productividad de la economía, las exportaciones, la inversión en el exterior y la inserción en las cadenas globales de valor. «Una política de industrialización es una política de exportación», apostilla el catedrático de Economía Aplicada de la UCM.
Cuadrado, por su parte, piensa que lo primero que se le puede pedir a un conjunto de nuevas políticas industriales es que no estorben, que no impongan regulaciones, ni requisitos innecesarios, ni que crean que las ideas de un político o un funcionario son las acertadas, frente a quienes libran la batalla diaria de impulsar su empresa, ampliar las exportaciones y mejorar la calidad de los productos. «Hay que hablar de políticas industriales y no de política industrial», señala.
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