Economía
Unas vacaciones "de muerte": crece el tanatoturismo
El turismo relacionado con las tragedias se ha convertido en una alternativa vacacional altamente rentable para el sector turístico
El turismo relacionado con las tragedias se ha convertido en una alternativa vacacional altamente rentable para el sector turístico.
La muerte siempre ha sido uno de los grandes enigmas de la humanidad. Cientos de civilizaciones han divagado sobre el sórdido final al que estamos abocados y los caminos que a él nos conducen. Esta fascinación por conocer cómo las tres moiras ponen fin al hilo de nuestra vida, empuja año tras año a un mayor número de turistas que deciden pasar su periodo vacacional en destinos poco convencionales en los que la muerte y la tragedia son las protagonistas. La Universitat Oberta de Catalunya ha decidido analizar este tipo de turismo que cada vez cuenta con más adeptos.
Los amantes de lo siniestro y lo macabro siguen la sombra de la parca en busca de una explicación, conocimiento o simple y puro morbo. Las motivaciones que rodean al tanatoturismo, o turismo oscuro (“dark tourism”), son de lo más variopintas y suponen una inagotable fuente de ingresos para las localizaciones en las que los desastres naturales, guerras o la desdicha hicieron mella.
Con la reciente popularidad de la serie de HBO “Chernobyl”, el número de visitantes anuales que pisan la ciudad de Prípiat no ha parado de crecer, al igual que su oferta turística. La junta de turismo y promoción de Kiev prevé recibir este año 100.000 visitantes, duplicando la cifra de hace apenas dos años. Excursiones, tres noches en un hotel de cuatro estrellas ubicado en la ciudad que vivió el peor accidente nuclear de la historia y tours por 260 euros. Estos son algunos de los paquetes de viaje con los que la industria turística ha encontrado una mina de beneficios.
Hace un año, Netflix sacó a la luz una serie documental mostrando algunas de las perturbadoras rutas que estos turistas oscuros realizan en busca de la gran desconocida. Entre la enorme oferta de tours experimentales puedes vivir el temor y el desasosiego de los inmigrantes indocumentados que cruzan la frontera entre México y EE UU, siendo “secuestrado” por traficantes de personas como parte de la experiencia; cenar con vampiros de Nueva Orleans; revivir el asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy con todo detalle o convertirte en discípulo del vudú manchando tus manos con sangre animal; son sólo algunas de las vivencias que entran dentro de esta peculiar categoría turística.
El dilema moral y ético que envuelve a dicho fenómeno no es pequeño. Para Francesc Núñez, sociólogo y profesor de Humanidades de la UOC, la comercialización y masificación de espacios que recogen el sufrimiento de muchos, ha producido una banalización de estos, suscitando comportamientos frívolos por parte de individuos consumistas cuya única ambición es la de obtener un trofeo de su visita. En internet abundan los “selfies” jocosos de turistas, que, aprovechando la arquitectura del monumento a los judíos asesinados en el Holocausto, decidieron llevarse un recuerdo fuera de lugar. Otro caso más sonado fue el del “influencer” Logan Paul. Él y unos amigos del gremio grabaron en vídeo a una persona ahorcada durante su visita a Aokigahara, más conocido como "el bosque de los suicidios", en Japón. Paul tuvo que pedir disculpas públicamente tras la polémica que desató al rentabilizar la muerte ajena.
La complejidad del tanatoturismo y de sus motivaciones son de los más diversas. Las razones que llevan a alguien a viajar a la prisión de Alcatraz o a los campos de concentración nazis suelen estar relacionadas con la fascinación que sentimos hacia nuestro destino inexorable. “Sabemos que vamos a morir, pero nadie cree en su propia muerte, y como individuos nos es muy difícil de imaginar”, explica Núñez. Daniel Liviano, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC ha detallado algunas de las principales razones que han hecho tan popular a esta alternativa vacacional.
“Los hay que sienten el viaje como una motivación moral o espiritual y adoptan una actitud de peregrinación secular”, explica Liviano. Estas visitas pueden estar ligadas a un sentido del deber moral y de empatía con las víctimas, o, simplemente, “con una necesidad de contactar simbólica y emocionalmente con la muerte”, considera el profesor. Otro perfil es el del turista que tiene interés por la historia y la cultura y quiere conocer los desastres del pasado para no repetirlos en el futuro. Un ejemplo de este turismo pedagógico son las visitas escolares a museos del Holocausto.
Un poco más allá se encuentran los que llegan a sentir "schandenfreude", un término alemán que se podría traducir como regodeo o sentimiento de satisfacción generado por el sufrimiento, la infelicidad o la humillación de otro. Es un tipo de curiosidad morbosa relacionada con el sadismo y el deseo de justicia. "Esto explica la actitud de algunas personas que visitan un lugar para celebrar, in situ, que las víctimas han recibido un justo castigo por la razón que sea", apunta Liviano. Esta clase de turismo ha sido clasificada por algunos académicos como turismo oscuro distópico. Por último, está el caso de aquellas personas que escogen un paquete turístico de este sesgo porque es la moda, sin ningún tipo de motivación más allá que la de formar parte de lo que se lleva en cada momento.
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