Editoriales

Ábalos debe explicar el «secreto»

El líder chavista dijo ayer que lo que hablara su vicepresidenta con el ministro de Transporte español es «secreto».

Nicolás Maduro ha dado otra vuelta de tuerca en el caso de Delcy Rodríguez y su misteriosa conversación con José Luis Ábalos. El líder chavista dijo ayer que lo que hablara su vicepresidenta con el ministro de Transporte español es «secreto». Cualquier cosa que diga Maduro hay que ponerlo en cuarentena y es susceptible de ser pura manipulación, pero, en todo caso, lo relevante es que confirma que ambos hablaron. Ábalos sólo tiene que explicar el contenido de esa conversación secreta. Suponemos que Maduro no se ha enterado por los medios de comunicación españoles y que conocía la escala de su vicepresidenta en España y que sería recibida por alguien del Gobierno español. Lo único cierto es que esta crisis se ha producido exactamente en el mismo momento en que el Gobierno de Pedro Sánchez ha dado un giro en su política hacia Venezuela, lo que no es una casualidad.

Desde un principio las explicaciones de Ábalos han sido contradictorias, ha dado versiones diferentes cada vez que se le ha preguntado, a cada cual más dispar; de encuentro fortuito a saludo protocolario dentro del avión; de conversación en la sala VIP pero sin pisar suelo español, a misión diplomática para evitar que una dirigente chavista que tiene prohibido pisar territorio de la Unión Europea por graves delitos contra los derechos humanos lo haga. Al final, ha sido Maduro quien ha confirmado que el encuentro se produjo y de algo se tendría que hablar si tan «secreto» es. En la sesión de control al Gobierno del pasado miércoles, Ábalos no supo qué contestar; tiró balones fuera, se mostró preocupado porque, suponemos, era consciente de la debilidad de sus argumentos. Estos nervios han proliferado en el resto del Gobierno y, de manera especial, en la titular de Exteriores, Arancha González Laya, que se negó a contestar las preguntas de los periodistas en un viaje a la sede de la ONU en Nueva York y demostró una gran desorientación sobre cuál era la política actual de España hacia el régimen de Maduro. Cuanto más tiempo pasa sin dar la versión definitiva sobre lo que se trató en el Aeropuerto de Barajas en la madrugada del pasado 20 de enero, más dudas se abren sobre el caso y, sobre todo, por el papel de Delcy Rodríguez y los dirigentes chavistas en el cambio de dirección de la política española hacia Venezuela. Es evidente que se ha abierto una fractura importante dentro de la UE, que había reconocido a Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela, lo es un avance importante en el objetivo de romper el cerco que las democracias occidentales habían puesto contra el régimen chavista, especialmente en la UE.

No es una casualidad que el viaje de la vicepresidenta venezolana se haya producido una semana después de la toma de posesión del Gobierno de coalición con Unidas Podemos, un partido defensor del régimen chavista, que lo asesoró y cuyos dirigentes realizaron trabajos a cambio de financiación y que sigue manteniendo vínculos inconfesables. Pablo Iglesias fue el primero en marcar públicamente cuál iba a ser el trato institucional a Guaidó: de presidente pasaba a ser líder de la oposición. Sánchez le dispensó el mismo trato e incluso se negó a recibirlo cuando visitó Europa y se entrevistó con los más importantes líderes. Maduro fue más allá en su persecución a Guaidó: su detención «llegará», dijo. No es una amenaza, sino la constatación de que se ha abierto un nuevo ciclo. De momento, se ha puesto en contacto con el Gobierno español y otros «países amigos», como Argentina, México, Panamá y Rusia, además de la UE, para abrir cauces de diálogo en Caracas. Y mientras, el Gobierno de Sánchez utilizado en una operación para favorecer al régimen totalitario que acepta la vulneración de los derechos humanos. Cuanto antes se explique, mejor para España.