Política

Un desastre y una oportunidad

Hace un año, el 31 de diciembre de 2019, la oficina de la Organización Mundial de Salud en China daba cuenta de la aparición de unos casos de «neumonía viral» en la ciudad de Wuham. Como es lógico, nadie le dio la menor importancia, justificando el suceso con los peculiares gustos gastronómicos de la zona. En primer caso reproducido del coronavirus en Europa se anunció el 28 de enero, en Alemania, en un hombre de 33 años que había viajado a China. Días después, el 31, se registró el primer contagiado en España, en la isla de La Gomera. Ese mismo día, Fernando Simón acuñó una frase premonitoria del despiste general y un punto irresponsable con el que el Gobierno de España afrontaba la pandemia: «España no va tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado». Y añadió, cuando podía haber sido más prudente: «Con la información que tenemos ahora mismo, hay indicios de que esta enfermedad sigue sin ser excesivamente transmisible». Así entraba en escena el rutilante coordinador del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, órgano desde el que se iba a dirigir, por lo menos en la parte sanitaria, esta pandemia. Luego ha estado la parte política, posiblemente la que indujo a que se celebrara una manifestación el 8-M sin ninguna medida de seguridad («Más mata el patriarcado», se coreaba), en la que sólo en Madrid se reunieron 120.000 personas. A lo largo de esta crisis, ha habido la sensación de que a La Moncloa le preocupaba más el efecto político que podía en muy poco tiempo erosionar a un Gobierno que había venido poco menos que para sacar a España del siglo XIX, que por un dato irrebatible: aquel fatídico 2 abril en el que murieron 996 personas. España fue confinada porque, en definitivamente, no se sabía cómo parar el propagación, aún dañando gravemente nuestra economía. A fecha de ayer, son 50.442 fallecidos (1,8 millones en todo el mundo) y la caída del PIB de este año será del 12,6%, según el Banco de España. La última prueba de que en esta gestión ha primado en exceso el efectismo político es que el Ministro de Sanidad, Salvador Illa, quien ha estado al frente de la pandemia –con más o menos fortuna– abandone ahora el cargo para ser el candidato del PSC a la presidencia de la Generalitat. Cualquier estrategia de partido debería haberse aparcado en este momento para poner los intereses del país delante. Pero, como decíamos, ha primado más sus tirón mediático, sea bueno o malo, que la gestión de su mandato.

Pero precisamente en ese contexto socialmente depresivo y con una galopante desafección hacia la política, se ha confiado en la ciencia y en la investigación para salir de este bache. De ahí el sincero agradecimiento hacia los sanitarios que han estado al frente de los momentos más dramáticos de la epidemia, con los servicios de urgencia saturados, habilitando hoteles o el ejemplar hospital de Ifema, a las Fuerzas Armadas, a los servidores públicos de emergencias, a todos aquellos que se mantuvieron en sus centros de trabajo para que el país mantuviese las mínimas constantes en su servicios básicos. Si algún consenso ha salido de esta crisis es el de que España necesita apostar con decisión en I+D, en investigación y ciencia, en tener capacidad de afrontar situaciones como las que estamos viviendo y situarnos en una mejor posición ante los cambios tecnológicos. «Confinamiento» ha sido elegida palabra del año, sin embargo, si alguna ha definido el comportamiento de la sociedad española es otro término de escasa evocación poética: «resiliencia», la capacidad de adaptación en una situación adversa y –según el comportamiento de los materiales sin alma– volver a ocupar la posición anterior antes del desastre. En este sentido, y a diferencia de la crisis financiera de 2008, la Unión Europea ha sabido imponer un espíritu de solidaridad frente a la opción de los llamados «frugales», abriendo unas ayudas que ahora le toca gestionar con sentido de Estado, algo en lo que seguiremos insistiendo, pese el ejemplo sectario de este Gobierno. Pedro Sánchez tiene ahora la oportunidad de contar para la administración de éste fondos millonarios con la leal colaboración del primer partido de la oposición. No malgastemos, una vez más, esta oportunidad.