Editoriales
El Gobierno vuelve a la improvisación
Una vez más, a las puertas de una cuarta ola pandémica, no hay un plan de contingencia
Aunque las cifras sobre la evolución de la pandemia en los últimos catorce días dan cuenta de que nos hallamos en un engañoso período de estabilización, con ligeros ascensos en casi todos los indicadores, se acumulan los indicios sobre la inminente llegada de una cuarta ola epidémica, que tendría su punto álgido a mediados de abril, tras la celebración de las fiestas de Semana Santa. Tal y como ha sucedido en otros países de Europa, notablemente en Alemania y Francia, en los que las autoridades sanitarias han determinado la necesidad de aplicar nuevos confinamientos o mayores restricciones a la movilidad, pese a la dudosa eficacia de tales medidas, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, propuso a las comunidades autónomas una ampliación del toque de queda desde las ocho de la noche hasta las seis de la mañana, que, al final, se ha traducido en una propuesta de cierre de las actividades no esenciales en ese lapso de tiempo -entre otras razones, porque el endurecimiento de las restricciones a la movilidad de las personas exigía una modificación de las condiciones del estado de alarma vigente-, que luego quedó en nada.
Sin entrar en otras cuestiones colaterales, como que se trataba de aplicar la misma medida que Sanidad desaconsejó a la Junta de Castilla y León, luego tumbada por la Justicia, lo cierto es que, una vez más, el Gobierno que preside Pedro Sánchez da muestras de improvisación y de actuar a remolque de los acontecimientos, como si desde La Moncloa se contemplara la pandemia en diferido y no en tiempo real, pese a que la dura experiencia vivida en las tres oleadas anteriores nos dice que los estallidos de la epidemia, con su rosario de hospitalizaciones y muertes, se fraguan entre los quince y los veinte días previos. Y, una vez más, hay que insistir en ello, nos vemos a las puertas de un período vacacional, que impele a una mayor movilidad, sin un plan de contingencia digno de ese nombre y al albur del mayor o menor éxito que tengan las decisiones de los distintos gobiernos autonómicos.
Si a esta carencia de una estrategia única, que en nada favorece la coordinación, se suma el desconcierto que produce en los ciudadanos el diferente trato a los viajeros venidos del extranjero frente a quienes, por ejemplo, desean trasladarse a una segunda residencia en otra comunidad, en la que, naturalmente, tendrían que guardar las lógicas medidas de prevención, no es de extrañar que buena parte de la opinión pública se instale esa sensación de apatía, de «fatiga pandémica», que poco ayuda a mantener la guardia alta frente al riesgo de infección. Con las campañas de vacunación a un ritmo menor del previsto, el Gobierno debería dar mejor ejemplo a la hora de reclamar nuevos esfuerzos a la población.
✕
Accede a tu cuenta para comentar