Editorial

Cargar la crisis sobre los bolsillos de la gente

Las políticas de la izquierda, clientelares, confiscatorias y arbitrarias, son enemigas de la prosperidad de las personas

Hoy LA RAZÓN analiza de manera exhaustiva la situación desesperada de los autónomos, que forman una parte esencial del músculo económico y productivo del país. Son millones de personas. Atraviesan un panorama crítico cercados por el alza de costes y gastos, de cotizaciones, de más créditos que ayudas, sometidos además a la precariedad estructural de su desempeño, con el futuro sombrío de una insuficiente pensión y menores prestaciones. Es la realidad que esos profesionales por cuenta propia y sus familias soportan en medio de un discurso oficial optimista, que se escuda sin más en la guerra, el virus e incluso el volcán. Los responsables del Gobierno no comparten el catastrofismo ni el menor enfoque gris que desluzca su gestión. Mantienen que la recuperación es un hecho, que no peligra, que transitamos por el crecimiento y la creación de empleo, que somos el asombro de Europa y que de los embates rusos, como de la pandemia, España saldrá con un Estado del bienestar mucho más fuerte, en palabras del presidente del Gobierno y de la ministra de Economía. Moncloa revisita y versiona la sintonía de los brotes verdes, de aquel negacionismo de otra administración socialista que incluso suprimió de la retórica oficial la palabra crisis. Hoy es un error y una irresponsabilidad, como lo fue entonces cuando los españoles pagamos con altas dosis de sacrificios la implosión de un colapso financiero y una angustia ciudadana que quebraron las estructuras básicas del estado del bienestar. Ese peligro está de nuevo en ciernes de cobrarse una dolorosa factura porque la fábula de un futuro de luz y color del Ejecutivo carece de credibilidad. El Banco de España ha alertado esta semana del riesgo de que nuestro país se hunda en el hoyo de la recesión y, añadimos, que ese escenario nos cogerá con una economía sobreendeudada y exhausta, enredada en una madeja ideológica que abona las flaquezas y alienta la vulnerabilidad y nos aleja de nuestros socios comunitarios. En Europa se celebra una tromba real de bajadas de impuestos como herramienta de eficiente socorro a las familias y las empresas frente al estallido energético. Aquí, en pleno delirio inflacionista, mucho más agudizado que la media comunitaria –el doble de Portugal, por ejemplo–, socialistas y comunistas reniegan de esa receta para garantizarse los extraordinarios ingresos derivados de la recaudación fiscal récord propiciada por los altos precios. La inflación ha elevado el trasvase de fondos de los españoles al erario en 12.000 millones. Y Sánchez no está dispuesto a renunciar a ello. Cargar sobre los hombros de los ciudadanos el combate contra esta tormenta, que costeen el intervencionismo, las regulaciones, el gasto público improductivo y superfluo, que luego se hable de escudo social, del salimos más fuertes, no es moral ni honorable. Las políticas de la izquierda, clientelares, confiscatorias y arbitrarias, son enemigas de la prosperidad de las personas. Todas las estimaciones nacionales e internacionales son desalentadoras. El fantasma de mayo de 2010, el de aquel brutal ajuste de otro gobierno socialista, está ahí.