Editoriales

El Gobierno es el verdadero problema

No tiene sencilla explicación que dos ministros socialistas del Gabinete, Fernando Grande Marlaska, de Interior, y la portavoz del Ejecutivo y titular de Política Territorial, Isabel Rodríguez, se descolgaran ayer con unas declaraciones, cuando menos, hostiles con la visita privada de Don Juan Carlos, como si tuvieran que pagar algún peaje inconfesable a sus socios de Unidas Podemos, formación de extrema izquierda y vocación antisistema para la que nada cuentan los hechos en su formulación antimonárquica, en las antípodas, por cierto, de los modernos partidos de corte occidental que lideran algunos de los países más avanzados y con mayor solera democrática de Europa.

Pero se equivoca el Gobierno si piensa que haciendo seguidismo de los radicales va a distraer al conjunto de la opinión pública española con la cortina de humo de Don Juan Carlos. Y se equivoca por razones incuestionables. No es sólo que la mayoría de la población española entienda perfectamente que el anterior Jefe del Estado quiera reencontrarse, aunque sea por un breve espacio de tiempo, con su país y con sus familiares y amigos, sino que esa misma mayoría es consciente de que detrás de las pretensiones ejemplarizantes de podemitas y nacionalistas no hay más que un ataque sistemático a la forma del Estado, consagrada por la Constitución.

Pero es que, además, esa misma opinión pública no considera que los graves problemas que acucian al conjunto de sociedad española residan en modo alguno en la Corona o en sus augustos representantes, sino en la acción errática de un Gobierno al que, según todos los indicios, se le acaba el tiempo. En efecto, tenemos un Ejecutivo permanentemente envuelto en ruido, sólo atento a legislar en el ámbito de la moral y las costumbres, que es incapaz de abordar las cuestiones de fondo y que se cubre con la muleta de un gasto público desbocado.

Tal es así, que la Comisión Europea ha tenido que advertir a La Moncloa del riesgo sistémico que representa España, con su enorme deuda pública y su pobre crecimiento, para el conjunto de la salud financiera de la UE –aviso a navegantes sobre la inminencia del recorte del crédito por parte del BCE–, pero que sólo ha obtenido por respuesta la demanda de más barra libre de gasto presupuestario.

No. Don Juan Carlos, a quien se ha investigado con una meticulosidad digna de mejor causa, es el menor de los problemas de los españoles y de poco sirve la sobreactuación y la crítica desaforada para ocultar las carencias, las trifulcas internas y la falta de rumbo de un Ejecutivo a merced de unos socios con agenda propia, cada vez más alejado de las preocupaciones de unos ciudadanos a quienes se machaca fiscalmente mientras suben sin solución de continuidad los precios de los productos básicos. Y eso sí que no hay propaganda que lo tape.