Editorial
Electoralismo inútil con las gasolinas
Parece evidente que la política de subvencionar la demanda de los combustibles, en lugar de impulsar la oferta, no está consiguiendo los objetivos previstos. Es más, el precio del diésel y la gasolina no ha dejado de subir, hasta el punto de que en nuestro país llenar el depósito de automóviles y camiones es ya más caro que en Alemania o Francia, por poner dos ejemplos de economías con salarios medios más altos. La realidad, es que la dinámica del mercado de los combustibles, como era evidente, ha absorbido la bonificación estatal de 20 céntimos por litro, con un coste, además, para la Hacienda pública calculado en 1.423 millones de euros, que, por supuesto, suponen un incremento del déficit fiscal que habrá que cubrir vía impuestos.
Pero el Gobierno, azuzado por la presión de la opinión pública y por una inflación galopante, que no deja de crecer, optó por la bonificación directa, en lugar de operar sobre el IVA y los impuestos especiales a los hidrocarburos, que suponen más de la mitad del precio por litro de los combustibles de automoción que paga el consumidor. Ahora bien, y pese a la tozudez de los hechos, la ministra de Economía y vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, planteó ayer la posibilidad de seguir insistiendo en las mismas políticas, no sólo prorrogando el periodo de bonificaciones más allá del mes de junio, sino incrementando el importe de las ayudas hasta 30 céntimos por litro.
La cuestión no sería grave si, en realidad, nos halláramos ante una clásica táctica electoralista, dadas unas encuestas andaluzas con muy malos pronósticos para los dos partidos que conforman el Ejecutivo, pero la reacción de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, –planteando que el esfuerzo fiscal resultante se aplique sobre el transporte público o, al menos, que la subvención no sea de tipo general sino por renta– hace temer que se seguirá insistiendo en el error. Con un problema añadido, que, según todos los indicios, los precios en el mercado internacional de hidrocarburos van a seguir al alza –se habla, para España, de un coste de 3 euros por litro de gasolina para los próximos meses–, en parte por los recortes de producción de la OPEP y las sanciones a Rusia, pero, también, por la caída de la capacidad de refino mundial causada por la pandemia. Un proceso industrial, el del refinado del crudo, que exige grandes consumos de gas y otras energías, también por las nubes.
Entendemos la resistencia del Gobierno, que está recogiendo el maná del IVA que genera la inflación, a actuar en la única vía lógica, la reducción de las cargas fiscales que sufren los ciudadanos, pero se corre el riesgo de que, al final, se produzca un parón mayor en la recuperación de la economía española, dando al traste con las previsiones de ingresos del Estado. Como ocurre en el ámbito del alquiler de viviendas, hay que impulsar la oferta, no subvencionar la demanda.
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