Editorial

La economía advierte y el Gobierno lo desdeña

Estamos entrando en un escenario de enfriamiento económico. Los síntomas son concluyentes

Pedro Sánchez y José Luis Escrivá
Pedro Sánchez y José Luis EscriváEVA ERCOLANESEPSOE

El rendimiento del mercado laboral en julio ha sido de nuevo aprovechado por el Gobierno para sacar pecho y presumir de un hito más de su recetario económico. Es la retórica política de siempre en torno a un imaginario producto de la propaganda oficial. Obviamente, un saldo positivo en el número ocupados y en el descenso del desempleo registrado nunca puede ser una noticia desfavorable en un estado que dobla en paro a la media de la Unión Europea. Hablar de «enorme dinamismo» sin matices, en palabras del ministro José Luis Escrivá, es puro y duro argumentario monclovita en un responsable que apenas se ha detenido un minuto en analizar la estadística. Sabe, pero calla Escrivá, que la dinámica del mercado laboral ha empezado a dar signos de agotamiento en julio tras la creación de solo 21.945 nuevos empleos y una reducción del paro en 10.968 personas para una cifra oficial de cotizantes que se mantiene en los 20,89 millones y la de desempleados, en los 2,67 millones. Estamos ante el peor registro en la caída de parados en los últimos meses y el peor julio desde 2008. Esos 2,7 millones de personas que quieren trabajar y no pueden suponen una evolución débil teniendo en cuenta la excelente temporada turística. Más allá de la opacidad y el maquillaje que adultera el balance laboral al servicio del discurso del Gobierno, se constatan datos preocupantes como la desaceleración del aumento de la afiliación a la Seguridad Social, el descenso interanual en el total de contratos registrados (-13%), que de los 1,4 millones de contratos firmados, solamente el 15% son indefinidos a tiempo completo o que cada nuevo afiliado habría realizado 30 contratos en un año, cinco cada dos meses. Por no hablar ya de la crónica ocultación de la cifra de fijos discontinuos, que por supuesto empeoraría de manera notable el panorama, y del número de horas trabajadas que refrendan que no se genera empleo nuevo, sino que se reparte el viejo. En definitiva, singularidades propias de una precarización propiciada por una política laboral más preocupada por la propaganda que por aportar soluciones a la gente necesitada. Estamos entrando en un escenario de enfriamiento económico. Los síntomas son concluyentes. Su impacto está por determinar, pero la experiencia de los últimos años y nuestra particular vulnerabilidad con exceso de desequilibrios aconsejan adoptar, primero una narrativa más rigurosa, y sobre todo favorecer un marco de estabilidad y seguridad jurídica. Las tensiones geopolíticas, los embates de la política monetaria restrictiva y de la inflación, la presión alcista de los costes empresariales y el retorno de la disciplina presupuestaria en torno a la regla de gasto comunitaria conformarán un marco de suma exigencia para España. Urge más realismo y control. Si no se reconoce la amenaza, será imposible afrontarla.