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Editorial

El extraño círculo profesional de Sánchez

La realidad, hay que insistir en ello, dibuja a una organización en la que las mujeres que se encuentran en los segundos escalones, incluso, en los primeros, de la estructura interna del partido –como demuestra el caso de Adriana Lastra– tienen que recurrir a portales de denuncias anónimas para que se respete su integridad moral y sexual

Pedro Sánchez, junto a José Luis Ábalos y Santos Cerdán en el Congreso ZipiEFE

El estallido del «caso Salazar», otro colaborador estrecho de Pedro Sánchez y miembro destacado del equipo que le aupó como secretario general del PSOE, junto con José Luis Ábalos, Santos Cerdán y Koldo García, sigue la misma pauta de todos los escándalos que rodean al presidente del Gobierno. Primero se intentan tapar y cuando la realidad tozuda se abre camino, el partido se pone a la cabeza de la manifestación y crucifica al presunto culpable, sin ahorrar calificativos denigrantes y en medio de sonoras rasgadas de vestiduras. Y, así, en cinco meses, Francisco Salazar, militante socialista andaluz de larga data, compañero cercano de la ministra de Hacienda y vicesecretaria general, María Jesús Montero, y uno de los gurús de la estrategia política del sanchismo ha pasado de ser una figura prominente, alabada y a la que se quería situar en el núcleo fuerte de Ferraz a un apestado, especie de abyecto acosador sexual, indigno de cualquier consideración. Sin embargo, lo que no deja de sorprender entre una opinión pública, por otra parte, bastante ahíta de sorpresas, es la reiteración de un hecho que sería inconcebible en la dirección de cualquier gran empresa multinacional española o del mundo, que el principal responsable siempre se entere por la Prensa, es decir, a toro pasado, de las peripecias personales, judiciales o económicas de las personas a las que ha otorgado la mayor confianza. No dudamos de que puede darse alguna vez una circunstancia similar de deslealtad o de doble vida, pero que suceda con todos y cada uno de los colaboradores que te han acompañado en tu progresión profesional y han hecho posible el triunfo de tus ambiciones –no hay más que leer «Manual de Resistencia», texto en el que Sánchez relata su ascenso al poder– entraría en el mundo de la ficción si no fuera la pauta de todo el desiderátum político que estamos viviendo. Una vez más, todo son excusas, explicaciones que no resisten el menor contraste con los hechos y jactanciosas declaraciones sobre los altos estándares morales que informan al PSOE, por comparación con la desalmada derecha, y, sobre todo, sobreactuadas profesiones de fe en el feminismo… Pero la realidad, hay que insistir en ello, dibuja a una organización en la que las mujeres que se encuentran en los segundos escalones, incluso, en los primeros, de la estructura interna del partido –como demuestra el caso de Adriana Lastra– tienen que recurrir a portales de denuncias anónimas para que se respete su integridad moral y sexual. Denuncias a las que, luego, se intenta hacer desaparecer si afectan al círculo del supremo líder, si tenemos en cuenta la experiencia acumulada con estos casos. Ciertamente, Pedro Sánchez, que había vuelto a recurrir a Salazar como asesor externo, tratará de desligarse de otro de sus antiguos compañeros de aventura, a quienes negará hasta el conocimiento personal, pero, al menos, debería reconocer que no tiene buen ojo para elegir a sus colaboradores, algo poco aconsejable en un conductor de hombres.