Editorial
La inanidad exterior que nos pasará factura
Un día más de poder absoluto de Sánchez le ha costado a España el ostracismo en el concierto de la geoestrategia internacional y, por ende, quedarse a la deriva e inerme en los convulsos frentes que sacuden hoy el orden internacional
Cuando se escucha al presidente del Gobierno y especialmente a su ministro de Exteriores lo primero que cualquier persona puede concluir es que el proceso de paz en Oriente Medio habría sido imposible sin la aportación crítica de la acción exterior de nuestro Gobierno. Albares se ha jactado de ello con un discurso oficial en el que se atribuía un mérito definitivo en este desenlace que, al menos de momento, ha puesto fin a la guerra. O sea, que tenemos que convenir que la flotilla, el envío del buque de guerra Furor, las felicitaciones de Hamás, el boicot en la Vuelta a España, los insultos a Israel, los ataques a Washington y las críticas primeras al proceso de paz por parte de varios ministros y de la izquierda en pleno han sido claves para que las armas hayan callado en aquella tierra martirizada y se abra una puerta de par en par a una oportunidad histórica. El sanchismo ha armado el enésimo relato que levanta una ilusión que dentro y fuera de nuestro país parece como poco ridícula, y por encima de todo, muy poco rigurosa. La diplomacia es algo mucho más serio que un instrumento al servicio de una estrategia tan fanfarrona como insustancial que nos ha desplazado definitivamente de los centros de decisión y de las cancillerías decisivas. La condición de subalterno de la administración sanchista en el complejísimo tablero mundial ha sido un efecto primario o secundario de la deriva populista y polarizadora del presidente en busca de un enemigo exterior y de atizar cortinas de humo como propósitos para la política doméstica. Un día más de poder absoluto de Sánchez le ha costado a España el ostracismo en el concierto de la geoestrategia internacional y, por ende, quedarse a la deriva e inerme en los convulsos frentes que sacuden hoy el orden internacional. Hoy, la cuarta potencia económica de la Unión Europea ha convertido a los aliados históricos y estratégicos como Estados Unidos e Israel en adversarios de facto y ha tomado distancia, o lo han hecho ellos, de los socios europeos. La vulnerabilidad de nuestros intereses y posiciones es una realidad incuestionable hasta el punto de que la primera potencia del mundo ha apelado a que España sea expulsada de la Alianza Atlántica por incumplir los compromisos para elevar el gasto en Defensa en los términos acordados. Más allá de Donald Trump y de sus arrebatos intempestivos, que nuestro país resulte señalado de manera recurrente en términos poco favorables alertaría a cualquier administración con un mínimo de responsabilidad. Hemos de lamentar que no es el caso y que nos tememos que el país y sus ciudadanos pagaremos las pésimas decisiones de Sánchez por supeditar la política exterior a su agenda e interés particular. España es hoy poco menos que invisible, un peón sacrificable, sin voz ni voto en el concierto de las grandes naciones. No será fácil levantarse tal y como hemos caído.