El Euroblog
Dinamarca, Merkel y la crisis del pepino
En lo que va de año hemos asistido a algunos acontecimientos que muestran un creciente repliegue nacional de los Estados miembros de la UE, incluso entre los tradicionalmente más europeístas como Francia, Alemania o Finlandia.
Dinamarca, por ejemplo, asestó un duro golpe a la Europa sin fronteras, una de los máximos hitos del proceso de construcción europea, con su decisión de retomar los controles fronterizos con Alemania y Suecia. Un fenómeno que, lejos de servir para luchar contra la delincuencia organizada y la inmigración ilegal, como sostiene Copenhague, es el resultado de un calculada estrategia del Gobierno liberal conservador de cara a las elecciones del próximo otoño. Con una oposición socialdemócrata en cabeza en los sondeos y una economía en recesión, Lars Lokke Rasmussen debe mostrarse como un político duro ante el electorado.
Su homóloga alemana, Angela Merkel, también piensa en clave doméstica, especialmente después de los malos resultados obtenidos por su partido y sus socios liberales en todas las elecciones regionales que se han celebrado este año. Consciente de que Los Verdes son el partido más popular del país gracias a su decidido y constante rechazo a la energía nuclear, la canciller no ha querido ser menos.
Apenas nueves meses después de haber aprobado una polémica ley que prorrogaba la vida de las 17 centrales nucleares alemanas hasta 2030, Merkel ha decidido dar un giro de 180º grados y firmar el apagón nuclear en 2022. Es decir, secundar la política que el Gobierno roji-verde de Gerhard Schröder decidió en 2020. Sin consultar a sus socios europeos, la canciller alemana toma una decisión que de una u otra manera afecta al resto de socios. ¿Y la política energética común que tanto necesita Europa? Berlín, que tendrá que potenciar durante la próxima década las energías limpias, quedará en una mayor situación de dependencia de Rusia, cuyo gas será más necesario si cabe para la locomotora alemana.
Pero por si ya Alemania no despartaba suficientes críticas entre sus socios europeos, llegó la "crisis del pepino". La bactería E.coli, que ya ha matado a 25 personas en Alemania, ha desatado el pánico entre los consumidores europeos, que aún no saben cuál es el origen de la epidemia. Como en crisis alimentarias anteriores, como la de la vacas loca o la gripe aviar, ha fallado la alerta europea. En lugar de cooperar con sus socios para hallar una solución, las autoridades regionales y federales alemanas se han precipitado culpando sin pruebas a los pepinos procedentes de España de una epidemia cuyo origen continúa siendo una incógnita. Además, violando los principios básicos del Mercado Único, Alemania ha cerrado su mercado a los productos hortofrutícolas españoles.
Sólo son tres muestras, pero hay más. Europa se ha convertido para muchos de sus dirigentes en una especie de obstáculo para resolver sus problemas. Mientras, en el mundo globalizado en el que estamos inmersos Europa cada día cuenta menos.
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