El Euroblog

Dinamarca, una Presidencia sobre aguas turbulentas

Dinamarca, una Presidencia sobre aguas turbulentas
Dinamarca, una Presidencia sobre aguas turbulentaslarazon

Cuando Dinamarca asumió por séptima vez la Presidencia de turno de la Unión Europea, el pasado 1 de enero, muchos pensaron que su recién elegido Gobierno de centro izquierda recibía un auténtico regalo envenenado. Sin formar parte del euro por voluntad propia, Copenhague se enfrentaba a la crisis más grave que ha sufrido el proceso de construcción europea. Para tratar de superarlo, el ministro de Asuntos Europeos, Nicolai Wammen, anunció la voluntad danesa de erigirse como un puente para "unir a los países que están dentro y fuera de la zona euro".

Con el pragmatismo característico de los países nórdicos, Dinamarca se comprometió a trabajar por una Europa "responsable, dinámica, verde y segura". Consciente de que la austeridad no será sufciente para traer la deseada recuperación, Copenhague abogó desde el primer día por impulsar el crecimiento. Y es que ambos, la disciplina presupuestaria y el estímulo económico son, en palabras de la primera ministra, Helle Thorning-Schmidt, "las dos caras de una misma moneda". "La Presidencia danesa se esforzará por garantizar una economía europea responsable. Tenemos que sacar a Europa de la crisis, prevenir nuevas crisis y centrarnos en el fortalecimiento del crecimiento y la creación de empleo", aseguró en enero la líder socialdemócrata.

A punto de alcanzar el ecuador de su semestre europeo, Dinamarca ha contribuido exitosamente a que 25 de los 27 estados miembros de la UE hayan firmado en la Cumbre de Bruselas del 1 y 2 de marzo el Pacto Fiscal, y a conceder a Serbia el estatus de país candidato.

Lo cierto es que el margen de maniobra de las presidencias semestrales ya no es lo que era desde que entró en vigor el Tratado de Lisboa, el 1 de diciembre de 2009. A partir de entonces, el Consejo Europeo cuenta con un presidente permanente, el belga Herman Van Rompuy, que acaba de renovar por un segundo y último mandato de dos años y medio. Además, la Alta Representante, la británica Catherine Ashton, preside los Consejos de Ministros de Asuntos Exteriores. Todos estos cambios institucionales han reducido sustancialmente la visibilidad pública de las presidencias, que, sin embargo, aún deben organizar y presidir los Consejos de Ministros sectoriales y trabajar coordinadamente con el Parlamento y la Comisión. Tareas menos vistosas, pero no por ello menos importantes.

Pero más allá de su relevancia en la Europa actual, las presidencias semestrales poseen ciertos valores intangibles. En primer lugar, sirven para impimir, aunque sólo sea por seis meses, el sello nacional al proyecto europeo. Así, Dinamarca pone el énfasis en una Europa verde que contribuya al desarrollo de las energías limpias. En cambio, España subrayó las relaciones comerciales con los países latinoamericanos durante su Presidencia de 2010.

En segundo lugar, el hecho de presidir la UE durante 180 días tiene también su lectura doméstica, pues es una excusa para acercar Europa a los ciudadanos. En el caso de Dinamarca, un país tachado tradicionalmente de euroescéptico (rechazó el Tratado de Maastricht en 1992 y el euro en 2000), el Gobierno de centro izquierda ha encontrado la oportunidad de pasar página y mostrar a sus socios una imagen más constructiva. Nada más asumir el poder, el pasado 3 de octubre, el Ejecutivo de Thorning-Schmidt decidió levantar los controles fronterizos aprobados por el anterior Gobierno liberal conservador que tanto habían disgustado a Bruselas y Berlín. Más tarde, durante la Cumbre de Bruselas de diciembre, la primera ministra comprometió la participación de Dinamarca en el nuevo tratado intergubernamental. Y es que Copenahgue es el primer interesado en que a sus vecinos europeos les vayan bien las cosas, pues son el destino del 65% de su exportaciones.

pgarcia@larazon.es