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Polonia y Rusia, juntas por fin en Katyn

La Razón
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En la memoria colectiva polaca, la Segunda Guerra Mundial permanece como una experiencia desgarradora imposible de olvidar. Setenta años después, los campos de concentración, el genocidio judío, la invasión alemana primero y soviética después y la matanza de Katyn permanecen todavía muy presentes.

A diferencia de Alemania, que ha pedido pública y repetidamente perdón por los crímenes del nazismo, Rusia se ha resistido siempre a cualquier acto de contrición, especialmente con el asesinato de unos 22.000 oficiales polacos en el bosque de Katyn en la primavera de 1940. Como refleja magistralmente el cineasta Andrej Wajda en su película dedicada a la tragedia, los prisioneros de guerra polaco fueron fusilados sin contemplaciones por la policía secreta de Stalin (NKVD) y enterrados en fosas comunes. Algunos historiadores apuntan que el dictador soviético quiso vengarse así del trato recibido por los soldados soviéticos encarcelados en Polonia durante la Primera Guerra Mundial.

Durante medio siglo las autoridades soviéticas responsabilizaron de la matanza a las tropas del III Reich, que descubrieron las fosas en 1943. Acabada la guerra, los familiares de Katyn descubrieron pronto con impotencia cómo el nuevo régimen comunista echaba tierra sobre el asunto y encarcelaba a cualquiera que quisiera saber la verdad.

Hubo que esperar a que el líder de la Perestroika, Mijail Gorbachov, reconociera en 1989 la responsabilidad de Stalin en la ejecución de los oficiales e intelectuales polacos. Más tarde, en 1992 el presidente ruso, Boris Yeltsin, entregó a su homólogo polaco, Lech Walesa, documentos sobre los crímenes.

Ahora, cuando se cumple el 70º aniversario de una matanza que, como afirma el periodista Adam Michnik, "ha envenenado las relaciones entre Polonia y Rusia", Moscú ha hecho un gesto a favor de cicatrizar las heridas. El pasado miércoles, por primera vez dirigentes polacos y rusos acudieron a Katyn para recordar a las víctimas. Donald Tusk y Vladimir Putin hicieron historia.

Precisamente, ha sido un antiguo agente del KGB -heredero del NKVD- quien ha condenado los crímenes de Katyn. "No hay justificación para semejante masacre", reconoció arrodillado el primer ministro ruso, que, sin embargo, se negó a pedir perdón. A su lado, Tusk explicó que "todos los polacos, en alguna medida, nos sentimos parte de la gran familia de Katyn, y no sólo aquellos que perdieron aquí a sus seres queridos".

El gesto de Putin, muy bien recibido en Polonia, puede ser un primer paso en el buen camino hacia la reconciliación entre ambos países. Ya en septiembre, los jefes de Gobierno ruso y polacos estuvieron de acuerdo en poner en marcha una comisión de historiadores que investiguen los hechos. Mientras eso ocurre, la catarsis parece ya haberse iniciado en Rusia. La semana pasada una televisión emitió la película de Wajda, cuyo padre fue fusilado en Katyn, una localidad en la frontera entre Rusia y Bielorrusia que ha pasado a la historia por ser escenario de la sinrazón humana.