«El postre de la alegría»: Dulces colocados

Pues no, la película dirigida por Jérôme Enrico (un señor francés volcado, sobre todo, en trabajos televisivos del que apenas hemos oído hablar) no se llama «El jardín de la alegría» ni el postre de idem, sino «Paulette» en el original. Pero cuando algún avispadillo de distribución por estos pagos vio las evidentes similitudes entre ambos filmes decidió que era el idóneo para «vender» esta simpática empero olvidable comedia que protagoniza Paulette (una estupenda, antipatiquísima Bernadette Lafont), insoportable y racista jubilada sin un euro que malvive en los suburbios de París, donde abunda el tráfico de drogas. La señora, que es de armas tomar hasta con su pequeño nieto negro, decide, primero, dedicarse a la misma profesión que estos jóvenes delincuentes y cuando descubre que tampoco se trata de un asunto tan complicado, y, segundo, volcarse en realizar dulces con hachís para no tener problemas con el resto de camellos y seguir en el «negocio». Que aquí no tiene ninguna cara amarga, y sí las de un variopinto grupo de personajes que se colocan de vez en cuando y acaban convertidos en íntimos de la anciana. Tiene gracia ver cómo Paulette transporta el cannabis en la cesta junto a los brócolis y una lechuga, pero es una lástima que el realizador no haya sacado una mayor tajada al envoltorio social de la historia, con esa capital del amor atiborrada de personas que rebuscan en la basura para poder comer aunque sean verduras pochas y de inmigrantes buenos y otros que no tanto. La cosa era arrancar una sonrisita liviana al espectador con una cinta que recupera, para nuestro regocijo, a Carmen Maura, aunque sea en un papel menor al talento de la actriz española. Pero menos da una piedra, aunque sea de hachís.