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El regreso del autor que vive en el exilio

El regreso del autor que vive en el exilio
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Su exilio supuso más que una expatriación. Abandonó nuestro país por motivos políticos en 1939, recién terminada la Guerra Civil, a bordo del «Winnipeg», el buque que Pablo Neruda llenó de republicanos con destino a Chile. La huida del autor, además de la pérdida de una promesa del teatro de vanguardia español, terminó por convertirse en la desaparición en la práctica de su obra en nuestro país, ya que la ingente producción de textos dramáticos a la que dedicó su vida nunca llegó a representarse en España. Hasta ahora. El Centro Dramático Nacional, a través del proyecto «Laboratorio Rivas Cherif» (destinado a la exploración teatral de textos que plantean notables desafíos escénicos e interpretativos), ha programado en el María Guerrero el ciclo José Ricardo Morales que, hasta el 25 de mayo, ofrecerá cuatro obras del dramaturgo. «Es uno de los grandes innovadores de nuestro teatro. Es poco o nada conocido aquí, sin embargo, figura siempre que se habla de la generación del teatro de vanguardia en el exilio. Al final, estas categorizaciones funcionan como cajones de sastre en el que se pierden la singularidad de las voces que las conforman», asegura Ernesto Caballero, director del CDN.

Reflexión sobre la técnica

El ciclo arrancó este miércoles con «La corrupción al alcance de todos» y «Las horas contadas» (que se representan hasta el 13 de abril) bajo la dirección de Víctor Velasco. La primera supone una irónica reflexión sobre la relación entre el hombre y la técnica, un tono que procede según el propio autor «de una industria que genera corrupción al pretender impedirla mediante un recurso técnico destinado a suprimirla». Con este objetivo, Velasco se sirve de una escenografía dominada por monitores de televisión en un circuito cerrado con el objetivo de «buscar un lenguaje teatral para expresar las ideas del autor. Todo se ve a través de estos monitores», asegura el director. «Las horas contadas», que completa el programa de Velasco, «es un monólogo corto –prosigue– sobre el tiempo en el teatro y en la vida»; a lo que Morales, que no pudo acudir acudió a la presentación del ciclo, añade en sus notas a este ciclo: «Pone en tela de juicio que el teatro se limite para muchos a ser sólo un pasatiempo que nos divierte o distrae de quién somos. La reversión que propongo en esta pieza convierte a sus posibles espectadores en actores de una vida que se nos va con los años, puesto que ése y no otro es, sin duda, nuestro más absoluto pasatiempo».

Aitana Galán se ha puesto al frente de «Sobre algunas especies en vías de extinción», otra obra que profundiza en la relación entre el hombre y la máquina o, como lo explica la directora, «cómo la tecnología se mete en nuestra vida para mancharnos. Se trata de una obra reivindicativa, ya que si la técnica tiende a igualar a todo el mundo, Morales defiende lo singular». En este sentido, el propio dramaturgo sostiene que «al final definitivo de la muerte se asocia en esta obra el atribuible a la tecnificación desorbitada, irracional, que en su aspecto destructivo actualmente nos anula, hasta el punto de que si el hombre salió de la selva mediante la técnica, hoy ésta se convirtió en otra selva de más difícil salida, pues la técnica sin logos o fundamento pensante nunca será tecnología». La gravedad que destilan estas palabras es aligerada por Galán, que habla del estilo de Morales como «lleno de sentido del humor, con influencias del cómic y la ciencia ficción». «Sobre algunas especies en vías de extinción» se podrá ver también en el María Guerrero del 23 de abril hasta el 4 de mayo.

Adelantado a Ionesco

La que quizá mejor represente el carácter vanguardista de Morales es, sin embargo, «Oficio de tinieblas», una pieza de corte existencial dirigida aquí por Salva Bolta, que defiende el carácter vanguardista del autor al asegurar que «aunque estaba lejos, desarrolló el teatro moderno que después se hizo en Europa. Se adelantó a hombres como Beckett o Ionesco. En esta obra, compleja y difícil de explicar, se introduce lo subjetivo y subconsciente a través de un personaje asomado al pozo de su muerte. De hecho, creo que sería más fácil considerarlo un texto poético que dramático», asegura Bolta, que también revela uno de sus aspectos más curiosos: «Ocurre en la más absoluta oscuridad, lo que aporta todavía más enigma a la pieza. El silencio también es importante, por lo que se produce una correlación: la oscuridad comprime las imágenes que quieren salir de la misma forma que en el silencio las voces. Se trata de un texto muy intelectual que requiere una teatralidad muy viva porque no hay donde esconderse», añade el director.

Siete décadas escribiendo

Estas cuatro piezas suponen una representación de la obra de Morales, que ha escrito teatro durante 70 años y que, sin embargo, tampoco ha sido un autor representado en Chile con frecuencia, por lo que los directores partían de cero en el momento de diseñar sus espectáculos. «Los recursos del actor se ponen a prueba. Es un dramaturgo con una fuerte influencia de Calderón, del teatro dentro del teatro. Considera actores a los espectadores y viceversa», asegura Bolta, a lo que Galán añade: «El memento mori es uno de sus temas recurrentes. Y, aunque se exilió a los 25 años, se puede ver en él la herencia cultural española, la influencia de los autos sacramentales y la presencia de personajes alegóricos, como la virtud y la corrupción». Este ciclo compensará así la injustificada ausencia de uno de los dramaturgos españoles más vanguardistas injustamente olvidados en nuestros teatros.