Elecciones 24-M
Albert Rivera: «Hay que seguir aguantando el tipo»
El líder de Ciudadanos matiene la «equidistancia» del partido pero ya hay cada vez más voces internas que piden definirse
Rodeado de su núcleo duro y en Sevilla, donde ahora se está volcando, Albert Rivera recibió la impactante encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas que otorga a Ciudadanos un espectacular avance. «Hemos pinchado a Podemos», dicen los dos dirigentes andaluces Juan Marín y Javier Millán. El primero le hace sudar la gota gorda a Susana Díaz con su pertinaz voto negativo a la investidura. El segundo es el candidato al Ayuntamiento hispalense. Rivera no oculta satisfacción, pero como buen catalán es prudente y pragmático. Sabe bien que entre sus bases hay ansias de poder y que rechazar un puesto en Andalucía no es lo mismo que en Madrid. Por ello, el líder de Cs levanta las cejas, en un gesto personal muy suyo, y les lanza un mensaje: «Tranquilos, hay que seguir aguantando el tipo».
Es el dilema que crece cada día en las filas del partido emergente. No mojarse, no retratarse, no apoyar a nadie explícitamente, pero, ¿hasta cuándo?, se preguntan muchos en el entorno de Rivera y, sobre todo, entre las bases de la formación. Muy consciente, Albert se patea estos días la geografía española, sabedor de que ya es un líder a nivel nacional y no podrá aguantar eternamente la transversalidad que tanto invoca. ¿Se puede perdonar a un líder su permanente negativa a la estabilidad?. Es lo que implora Susana Díaz, instalada en el puro nervio, pero también dirigentes del PP que afrontan el 24 de mayo sus elecciones más difíciles. Según todas las encuestas, Ciudadanos es la marca que necesitarán para formar gobierno. Y «el niño», como llaman a Albert Rivera, sigue sin definirse.
Pero una cosa es Andalucía, donde Ciudadanos puede rechazar la investidura de la aspirante socialista, pese a los intentos de Juan Marín por mantener la abstención desautorizada por el propio Rivera, y otra bien distinta Madrid, centro neurálgico del poder nacional, clave en la pista de salida hacia la Moncloa. Esto se vio claramente en la última recepción de la Real Casa de Correos, en una cita con mucho morbo, bajo tintes de cambio y despedida en la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. En el palacio de cristales de la Puerta del Sol, los candidatos de Ciudadanos, Ignacio Aguado y Begoña Villacís, estaban que se salían, como dos estrellas recién llegadas al escenario. Al socaire de las encuestas y la vertiginosa subida de Cs, todos les asediaban. «¿Y si a vosotros os ofrecen una Consejería potente o una Concejalía de peso, qué?». Su respuesta no fue tan contundente como la de Rivera: «Todo está abierto». Ni sí, ni no.
La escena revela la situación actual en Ciudadanos, a pesar del leguaje marinero de su líder: «Nosotros estamos en puerto dispuestos a zarpar, pero son otros los que han de darnos la señal», insiste Rivera marcando las líneas rojas de la corrupción y la cabeza de Manuel Chaves en bandeja como primera prueba. Pero no todos en el partido y en las bases regionales son de la misma opinión. Como bien dice un veterano dirigente del PP: «Mucho ejercer de bisagra neutral hasta que te den un puesto». A Rivera se le llena la boca de invocar la transversalidad y su posición aséptica hasta las elecciones generales. Pero precisamente sus buenos augurios electorales empiezan a crearle una auténtica rebelión interna. Se ha visto en Andalucía, donde el presidente de su grupo parlamentario, Juan Marín, lleva años gobernando en coalición con el PSOE en Sanlúcar de Barrameda y estaba a favor de la abstención en segunda vuelta para la investidura de Susana Díaz.
El llamado «Espíritu de Sanlúcar», integrado por militantes del ayuntamiento gaditano, eran partidarios de facilitar el gobierno a la socialista, pero Rivera cortó por lo sano esta posibilidad. Pese a las apariencias, en este sector tienen dudas de que su negativa les sea rentable. «La gente no entiende un boicot permanente», reconocen. En este sentido, opinan que tampoco es bueno dar la imagen de negarse a la estabilidad, algo en lo que coinciden muchos dirigentes del PP. «Llega un momento en que hay que mojarse», dicen en Génova trece. Pero Albert Rivera quiere mantener su posición neutral, al menos hasta el 24 de mayo. Tras estas decisivas elecciones, auténticas primarias de las generales, será difícil que Rivera siga «inmaculado», afirman los críticos dentro de Cs y en los dos grandes partidos, PP y PSOE.
De momento Rivera se muestra muy tranquilo, sin ningún temor a cualquier escenario futuro, incluida una nueva cita electoral en Andalucía. Si alguien puede tener interés en ello sería Ciudadanos, dado el resultado de las encuestas. Sin embargo, otros piensan lo contrario y recuerdan el efecto Cameron. La mayoría absoluta del primer ministro británico, el batacazo de todos los sondeos demuestran la incertidumbre final, máxime cuando el propio CIS recoge todavía un treinta y cinco por ciento de indecisos. Las elecciones en el Reino Unido han sido un verdadero balón de oxígeno para el gobierno y el PP, por lo que Mariano Rajoy se aferra a su discurso de mejora de la economía y estabilidad. «Al final, la gente sabe lo que le conviene y vota con la razón», aseguran en la cúpula popular.
En la hora de la verdad, cuando haya que retratarse, Albert Rivera afronta una división admitida por los propios dirigentes de Cs. Los que quieren una diplomática abstención frente a las alianzas con el PP o el PSOE. Los más radicales, partidarios de negarse a cualquier apoyo a los dos grandes partidos. Y los llamados «arribistas», que pretenden utilizar sus votos para escalar puestos de poder en los nuevos organismos. Son quienes se preguntan para qué sirve ganar sin gobernar. El gran avance de Ciudadanos, su influencia como partido bisagra, puede volverse en contra. La famosa cantinela de «Pactaremos ideas, no sillones», parece que ya no vale. Porque la bisagra tiene sus riesgos. «No podrá controlar a los que quieren medrar», reconocen en su entorno. La bajada de Podemos, que se desinfla por momentos, coloca aún más a Ciudadanos en un disparadero. Y son muchos quienes critican su empecinamiento en reclamar la cabeza de Manuel Chaves. «Olvida que también ha recogido algún voto descontento socialista», recuerdan. El fenómeno está ahí y Rivera cocina su estrategia para entrar en varios parlamentos regionales y lograr un buen puñado de concejales. «Abrimos el melón hacia toda España», dice Fran Hervías, secretario de organización y uno de los hombres fuertes de Rivera. En su núcleo duro figuran José Manuel Villegas, jefe de gabinete, ahora negociador en Andalucía. Matías Alon-so, secretario general, Antonio Espinosa, de acción política, y sobre todo, Juan Carlos Girauta, un experto en medios de comunicación, punto clave de su estrategia. La «transversalidad» de Ciudadanos, donde acuden votantes conservadores, socialistas y de otras formaciones como UPyD, en evidente descomposición, puede ser un arma de doble filo. «Me llamaron naranjito y fue una premonición», dice Albert Rivera con sorna. En su opinión: «Ni roja, ni azul, España ya es naranja».
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