Andalucía
Sánchez reivindica su «victoria» y Díaz se la disputará
La federación andaluza, fundamental para frenar el «sorpasso» de Podemos, reclamará un papel protagonista en el escenario postelectoral
Las elecciones generales han tambaleado los cimientos de Ferraz, pero no han derrumbado el edificio. Los resultados arrojados por las urnas cuestionan la hegemonía del partido en el espectro de la izquierda y Pedro Sánchez aguanta relativamente el tipo, al situarse en la línea roja de los 90 diputados. Pero las amenazas preelectorales que se cernían sobre ambos se mantienen tras los comicios: Podemos se ha quedado a menos de 350.000 votos del PSOE y la razón de que el «sorpasso» no se haya producido ha sido el influjo del socialismo andaluz de Susana Díaz. Sánchez encara los próximos días con una incertidumbre mayor, si cabe, que la que ha caracterizado la campaña electoral, porque su futuro político pende del hilo de los pactos, después de romper el suelo histórico marcado por Alfredo Pérez Rubalcaba en 2011. El líder del PSOE tiene en su mano llegar a La Moncloa si consigue agrupar a los partidos de izquierda en torno a su proyecto, una empresa difícil que no sólo se gestionará en el Congreso, sino también dentro de su partido.
«Si no gano las elecciones, para mí será un fracaso», dijo Sánchez en una entrevista en el ecuador de la campaña en la que –según fuentes de su propio partido– se puso el listón demasiado alto. Ahora esas declaraciones parecen algo anecdótico, porque el «fracaso» sí se ha materializado pero al ser sus dimensiones menores de lo que cabía esperar, se abre un proceso en el que habrá que resolver cuál será el margen de maniobra para gestionar el porcentaje de votos obtenido. En cualquier caso, los sables que se habían bajado durante la campaña volverán a estar en alto y desde Andalucía se reclamará un papel protagonista en el nuevo rumbo que asuma el partido en materia de pactos. La federación andaluza ha mantenido en estos comicios su tradicional rol de pulmón de votantes y, desde esta prevalencia –uno de cada cuatro diputados será andaluz–, reclamará su legitimidad para dirigir la hoja de ruta del partido ante la encrucijada postelectoral. En Andalucía reside el efecto capaz de contener a Podemos, pues los más de 625.000 votos que les han sacado de diferencia han impedido el «sorpasso» de los de Iglesias. Susana Díaz felicitó ayer al PP por su victoria y reivindicó la «cuarta victoria» consecutiva del socialismo andaluz desde las europeas.
En la dinámica de pactos, se abre un nuevo frente en el PSOE porque el binomio con Podemos y otras formaciones, que han probado en numerosos territorios y ayuntamientos, no cuenta con el aval de la vieja guardia ni de algunos presidentes autonómicos como Susana Díaz o Javier Fernández, que no perdonan el boicot que los de Iglesias realizaron a sus investiduras. Otros dirigentes tampoco aprueban un «pacto de perdedores» contra el PP, pero sí son partidarios de sumar fuerzas desde la izquierda, aunque sin incluir a formaciones separatistas ni radicales.
En este escenario, se augura una calma tensa en las filas socialistas, pues la presidenta de la Junta, Susana Díaz –a quien muchos identifican como el auténtico liderazgo dentro del PSOE– no estaría en las mejores condiciones para dar un eventual salto a la arena nacional, que dejaría al partido sin un portavoz parlamentario durante la próxima legislatura. Este es el principal desafío al que se enfrentarían los socialistas en caso de que Díaz se hiciera con las riendas de la dirección, porque al no ser diputada no tendría voz en el Congreso.
Con los resultados en la mano, Sánchez lograría salvar los muebles y alejaría la sombra de la dimisión que algunos barones cernían sobre su cabeza si se cumplían las encuestas. El candidato socialista ha trabajado contrarreloj durante toda la campaña para dar la vuelta a los barómetros adversos y su silla no corre peligro, al menos de momento, porque el margen de maniobra del partido puede ser provechoso para los intereses socialistas.
Sánchez tomó las riendas del PSOE en un momento complicado, pero aunque sus 18 meses al frente de la dirección del mismo no han servido para revertir el naufragio socialista, sí han colocado al partido en una digna segunda posición. La irrupción de nuevas fuerzas y el cuestionamiento al que se ha visto sometida su gestión han conducido a un partido centenario a la tesitura de tener que pelear por primera vez en la historia por mantenerse como partido hegemónico de la izquierda y alternativa de gobierno.
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